Ellos, yo y todos los demás

12.12.2023 09:54

Por Fausto J. Alfonso

 

Como no soy muy afecto a la pedantería y el exhibicionismo, suelo escribir en la primera del plural o en impersonal. La primera persona del singular, a la que siempre encontré más literaria que periodística, la he dejado para ocasiones que puedo contar con los dedos de una sola mano en un tramo temporal de cuatro décadas. Seguro que algo de vergüenza e inseguridad también habrá, entonces mejor pasar camuflado en el nos o en el se. Digo… No sé… (he aquí un anticipo de que usaré lo que no uso). Me parece. A mí.

El caso es que 2023 me fue un año particularmente productivo desde la escritura. Pero no todo el mérito fue mío. Es decir… en algún punto fue todo mío. Y en otros puntos fue todo de otros. Pero en un balance final podría decir que fue comunitario. De allí la paráfrasis del título, que bebe de un film de Miranda July, pero aquí apunta a gente que este año gestó libros, a gente que los leyó y a mí, que gesté y leí.

Este texto apunta a agradecer a “colegas de la escritura” que me otorgaron el honor de poder participar en textos suyos de distintos modos. Digo “colegas de la escritura”, como una categoría muy general que nos agrupa a todos, ya que varios de ellos se destacan además en otros ámbitos como el cine, el teatro, la historieta o la fotografía. Profesionales que, al hacerme señas para sumarme, subrayaron mi propio status profesional, al tiempo que me dieron pie para ruborizarme. Profesionales que esquivan el vedetismo, la rivalidad mezquina, el chiquitaje ideológico y otras desgracias propias de las relaciones humanas.

En orden de aparición, por mi 2023 desfilaron el crítico teatral y abogado Alberto Catena, el cineasta, músico e historietista Andrés Llugany, el actor y director Martín Neglia y el fotógrafo, dibujante y escritor Daniel Barraco. Una selección que más de uno/a querría para sí y que a mí me tocó en suerte por esas cosas del destino o de las palabras cruzadas.

Todo arrancó cuando el Instituto Nacional del Teatro lanzó la versión digital de La crítica teatral en los medios gráficos argentinos. De 1960 a 2022. El discreto crepúsculo de un género periodístico. Largo título para un volumen no menos largo. Son 640 páginas, fruto de la descomunal investigación que Alberto Catena realizó durante más de una década a lo largo y ancho de toda la Argentina.

Su enorme experiencia en el campo de la crítica teatral lo llevó a trazar un diagnóstico certero de la actividad actual, a historizar la misma por un período de sesenta años y a extraer de decenas de entrevistados las particularidades del oficio en cada sitio del país. Fue así como, para el capítulo destinado a Mendoza, el autor me convocó a una charla por demás amena, que voy a atesorar para siempre en el papel y en la memoria hasta donde me dé. Y a propósito de papel, la versión del libro en este soporte se presentó el 24 de noviembre en la sede de Argentores, en CABA, con la presencia del autor y otros entrañables colegas que han batallado toda su vida por sostener dignamente los espacios de crítica en los medios argentinos.

Con Alberto me une una amistad de muchos años. Para los críticos pertenecientes a la generación siguiente a la suya y a la que pertenezco, su labor siempre ha significado un faro. Claro que también deberíamos aprender –algo que nos cuesta un poco más- de su gran modestia. Él sabe que mi agradecimiento por haberme convocado es sincero. O al menos en eso habíamos quedado no hace mucho.

Mi año por escrito continuó con la aparición de libro propio: El pacto de Fausto. Un volumen con 75 textos variopintos reunidos en auto homenaje a 40 años de oficio. A mi juicio, la edición salió perfecta, pero su difusión arrancó trabada. Más que eso: censurada por La Bancaria Mendoza, institución con la que había acordado la presentación con un mes de antelación y que, a 48 horas de la misma, decidió suspenderla. Allá ellos/as. Se lo perdieron.

Por suerte todo se reacomodó a los pocos días con –a falta de una- dos presentaciones: en la Universidad Juan Agustín Maza y en la Biblioteca Popular Chacras de Coria. Les estoy muy agradecido a las autoridades de ambas y a toda la gente que se arrimó a ver, escuchar, curiosear, comprar… Que no fue poca, hay que decirlo.

Retomando las convocatorias a libros ajenos, en el camino siguió el encuentro con Martín Neglia, popularmente conocido como Tino. Que me convocó para prologar su texto Mi experiencia con Galina. Tolmacheva por Neglia. Una confesión visceral de su paso como alumno frente a la maestra rusa. Un libro extraño, valiente y polémico, que se pliega a la ola de redescubrimiento de quien estudiara con Stanislavsky y Komisarjevsky y a su vez fuese docente de numerosas y muy distinguidas figuras de la escena local y nacional. Debutante en la liga editorial, Tino me pidió además algunos consejos para organizar el material. Todo un desafío, ya que no parecía fácil inmiscuirse en una relación tan íntima. Y no lo fue.

Pero todo llegó a buen puerto y el libro se presentó en la Universidad del Aconcagua, cuya editorial impulsó la publicación, y en donde Neglia viene sosteniendo desde hace quince años el Espacio Vida Teatro Vida, en la órbita de la Facultad de Psicología. La ceremonia de presentación tuvo pasajes muy emotivos, y compartir esos momentos no han sido poca cosa.

Tras esto, hizo su aparición Andrés Llugany. El polifacético artista y colega docente me convidó con páginas de su libro para que me explayara acerca del humor y la censura, dos temas de mi especial interés. El motivo: la publicación de Andrés Llugany y la caída de las Torres Gemelas, libro que reúne las ilustraciones de trabajos propios y ajenos que fueron censurados veinte años atrás en la Alianza Francesa de Mendoza, una vez que ya habían sido autorizados y colgados en las paredes. Agradezco mucho a Andrés el convite, justo en un año en el que la censura me pegó de cerca.

Se presentó en el marco de la Feria del Libro, en una puesta en escena minimalista y a la vez multidisciplinaria, que incluyó proyección de animaciones y trabajos gráficos, música, sorteo de ejemplares y reflexiones del autor y sus prologuistas. El otro que aportó su pensamiento al libro y en vivo fue nada menos que Luis Villalba, con quien tuve el gusto de compartir sillones, mesa y lámpara de estilo en un sector intimista que Llugany había previsto para la ocasión. Todo salió redondo.

El cierre del 2023 fue para recibir una delicatessen: Dos o tres cosas que yo sé de ella. La fotografía comentada. A su autor, Daniel Barraco (Ediciones de El Amante Universal), se le ocurrió sumarme a su lista de invitados para consumar esta obra que reflexiona sobre el gesto fotográfico y su proyección poética. De lejos, el volumen parece un libro convencional. De cerca, rompe con toda convención y nos adentra en una edición tan cuidada como original, donde todo está hecho con criterio y sutileza. Desde la elección de los co-autores, pasando por la selección de distintos papeles y tipografías, los detalles de ensamble y encuadernación, hasta los guiños (el primero es el título), las pinceladas de humor (como en algunas síntesis biográficas) y, lógicamente, la decisión de incluir tal o cual foto, casi todas gatilladas por nombres célebres.

Yo tuve que escribir algo sobre La paloma y el hombre, una imagen de Matt Mahurin. Me gustó hacerlo. Quedé conforme con el texto, cosa que no es habitual. Pero más conforme con el contexto. Un volumen que, como no, puede ingresar en esa categoría denominada libro-objeto, pero que por sobre todo revela las preocupaciones y los gustos del sujeto que lo concibió. Un libro “de autor” (si cabe la expresión al borde de lo obvio), iluminado extraterrenalmente por Godard. También un libro de colección, de ejemplares escasos y numerados, rozando lo personalizado. Así que gracias, Daniel, por la invitación.

¡En fin! Se acaba el 2023. Pero no las páginas. Al contrario. Hay mucho para leer. Gracias a ellos, a la primera del singular y a todos los demás.