Sensaciones encontradas

25.08.2019 14:43

Por Fausto J. Alfonso

 

La nueva versión del clásico de la dramaturgia mendocina Los establos de su majestad genera una ambigua sensación. Por un lado, la idea de estar frente a una valiosa pieza de museo a la que se le intenta sacar todo el lustre posible. Y por otro, la de estar presenciando nuestra actualidad, con todo lo de corrupta que ésta tiene, y en donde las damas de beneficencia no dudan en lucir sus tatuajes como un signo indiscutible de estos tiempos. En el marco de un importante esfuerzo de producción, la mezcla no termina de cuajar y muchas de las finas ironías del texto pasan sin pena ni gloria.

Co-escrita en los ‘60 por Fernando Lorenzo y Alberto Rodríguez (h.), la obra fue estrenada en el ‘73 por el célebre TNT (Taller Nuestro Teatro). Gira en torno de la Campaña del Desierto y el consecuente exterminio del indio. “Para apuntalar su ficción con un serio bagaje documental, los autores habían recurrido al Archivo General de la Nación. Allí echaron mano a nombres y cifras reales del reparto de tierras, datos aún hoy reveladores de la historia que nos ha tocado en suerte. Los méritos artísticos y sociales de aquel montaje dirigido por Carlos Owens -a su vez secundado por Maximino Moyano- no tardaron en ser reconocidos. Eso sí, no todos compartían la patriada. Por eso, el Comando Anticomunista Mendoza, brazo local de la Triple A, destruyó la sala con una bomba el 23 de setiembre de 1974”.1

Esta nueva puesta, estrenada en la sala Chalo Tulián de la Nave Universitaria y ahora montada en el renovado Teatro Mendoza, es un abierto homenaje al TNT y a la obra misma2, y reúne a un importante plantel artístico (ver completo en la ficha) que se sintetiza en: Elenco de Teatro de la UNCuyo, Coro de Cámara de la UNCuyo e intérpretes invitados, bajo la dirección actoral de Jorge Fornés, musical de Fernando Ballesteros y general de Juan José Cáceres. Una empresa atípica, nada menor, que le permite al mendocino contactar simultáneamente con nombres ilustres (de ayer y hoy) vinculados con la literatura, la música y el teatro.

La obra del dueto Lorenzo-Rodríguez es una feroz radiografía del poder desde sus cimientos, lo que la distancia de otros tantos escritos donde el poder, ya instalado, arremete con sus atrocidades. En este caso, todo está por hacerse y, a falta de experiencia, qué mejor (qué peor) que escuchar al extranjero, que no por intruso es inexperto, para luego ir aportando los delirios propios de nuestros poderes en pañales: el militar, el civil, el económico, el eclesiástico...

El tono general de la propuesta navega entre el realismo y lo farsesco; y las composiciones actorales van de uno a otro lado, aparentemente guiadas por el mayor o menor humor que exprese el texto en cada momento. Pero el conjunto nunca asume un ritmo que defina al espectáculo. Hay una búsqueda permanente, que se reparte entre momentos de pasmoso estatismo, con actuaciones hieráticas; otros de exabruptos y acciones poco precisas, con gente deambulando; y escenas pinchadas, poco convincentes, a veces impostadas.

Así el asunto, el espectáculo por momentos aburre, de golpe llama la atención, en situaciones se muestra dilatado, por momentos es gracioso, unos menos se ofrece punzante, etcétera. Pero… a su favor, están los estupendos interludios a cargo del coro, muy potentes en lo musical y lo conceptual. Levantan, potencian la historia cada vez que esta se desinfla y, gracias a esa labor, se renuevan las expectativas del espectador para arribar al irónico final de la trama.

Las reses ideadas por Rodolfo Carmona están muy bien enmarcando esa reunión de gente execrable, pero al igual que con el resto de la escasa escenografía/utilería, deberían incluirse más en el juego escénico, sacarles más partido (solo una escena donde se manipulan fusiles se sale un poco del exceso discursivo). El maquillaje y el vestuario suman (aunque en el rubro zapatería, si hilamos fino, habría que ver). Sí, se lucen las luces en varios pasajes puntuales, circunscribiendo acciones o generando atmósferas. Algo nada casual, ya que el director general del espectáculo es uno de los iluminadores de mayor trayectoria de la provincia y ha sabido dar en el foco, valga la obviedad.

Claro que hay algo que para el espectador no resulta indiferente, y es el muestrario de criaturas con las que confronta. Volviendo al inicio: es el hoy del ayer, o el ayer del hoy, como quieran. Un generalato bobo, un extranjero vivo, un curita de doble discurso, un hacendado insensible, un político calculador, un comandante influenciable y un corso bisexual tan turbio como los anteriores. Todos especuladores, tratando de sacar tajada, anteponiendo sus intereses a los de la patria, el supuesto progreso a lo humanitario, y las vacas a las personas. Y como excusa para llevar a cabo cualquier desmán: el indio. Que aun no estando, tiene que estar, porque las circunstancias históricas lo dictan y porque siempre es necesario un enemigo.

Los establos… aborda varias problemáticas y se mete con muchas paradojas relacionadas con la renta, la propiedad, los pobres, la fe, la justicia, la solidaridad, en un entramado en el que se cuelan los pensamientos de Stuart Mill, Herbert Spencer y Jean-Jacques Rousseau, que cada quien manipula a su antojo, por supuesto. La idea de exterminar al indio, pero no del todo (porque si no, ¿contra quién combatimos?) es equiparable a la de un político argentino actual que piense “realmente” en eliminar de cuajo la pobreza, cuando los pobres se han transformado en el mejor argumento tanto para ejercer el poder como para estar en la oposición. Sin ellos, no habría política.

Hay una escena, por cierto muy buena, quizás la mejor o la más lograda visualmente, donde todos los personajes mutan en animales. Todo un llamado de atención. Es hacia donde vamos. Lorenzo y Rodríguez, evidentemente y desde su presente, miraban con la misma claridad nuestro pasado y nuestro futuro.

 

Ficha:

Los establos de su majestad, de Fernando Lorenzo y Alberto Rodríguez (h.). Elenco de Teatro de la UNCuyo, Coro de Cámara de la UNCuyo y actores invitados. Intérpretes: Osvaldo Atencio (Amanuense pregonero), Polaka Merelo (Dama Clotilde), Marta Persio (Dama Margarita), Marcelo Hernández (General 1), J. Mariano Martínez (General 2), Matías González (General 3), Hugo Yáñez (Comandante), Dardo Boggia (Legislador), Guille García (Embajador), Mayra Pécere De la Vega (Dama presidenta), Sunchi Codoni (Dama secretaria), Tomás Guiraldez (Ingeniero 1), Ignacio Sánchez (Ingeniero 2), Daniel Pando (Hacendado), Francisco Molina (Monseñor), Jorge Tixeira (Mr. Hale), Beto Lisanti (Coronel Gramajo), Pablo Velázquez (Indio), Sacha Barrera Oro (Baqueano), Laura Neri (Señora Gramajo) y Sebastián Medina (Inmigrante). Fotografía: Juan Carlos González. Maquillaje: Ricardo Tello. Utilería: Rodolfo Carmona. Iluminación: Gonzalo Lorente. Sonido: Rodrigo Bascuñán. Coordinación Elenco UNCUYO: Estefanía Montenegro. Coro de Cámara de la UNCuyo: Belén Segura, Adela Cano, Carina Paez, Marcela Fuenzalida, Laura Elaskar, Andrea Dávila (sopranos); Erica Módica, Estela Arcidiacono, Agustina Fortes, Carla Abraham (contraltos); Cristian Ojeda, Alberto Hertlein, Iván Guatelli, Hugo Martinez, Sebastián Ladrón de Guevara (tenores); Diego Martín, Marcelo Da Cortá, Orlando Romano, Javier Ibáñez, Víctor Armendáriz (bajos). Soprano solista: Laura Elaskar. Percusión y efectos: Javier Ibáñez. Secretario administrativo: Fernando Garro. Asistente de dirección: Víctor Armendáriz. Piano y Dirección artística musical: Lic. Fernando Ballesteros. Dirección de actores: Jorge Gerardo Fornés. Dirección general: Juan José Cáceres. Sala: Teatro Mendoza, San Juan. Función del 23-08-19.

 

1  ALFONSO, Fausto J. Las constantes negativas del poder. En Revista Picadero, Año X, N.º 26, Set./Dic. 2010, pág. 50.

2  En 2010, Vilma Rupolo dirigió para la Comedia Municipal Cristóbal Arnold, una versión de Los establos de su majestad, donde lo teatral dialogaba con lo audiovisual. De ese montaje participó Jorge Fornés, quien ya había sido de la partida en el ‘73 y lo es ahora en la nueva versión. Juan José Cáceres también estuvo en el primer montaje. El actor Hugo Yáñez, en tanto, se sumó a la experiencia del 2010 y a la actual.