A la ficción le falta fricción

09.04.2017 17:42

Por Fausto J. Alfonso

 

Tanto en el texto como en la escena, Destacamento es una bomba de tiempo. Algo está por estallar, pero no sabemos muy bien cuándo. Presumimos, desde la obviedad, que será ni bien se aproxime el fin de las páginas o la puesta esté avanzada en minutos. Pero lo cierto es que esa bomba de tiempo no tiene el mismo poder destructivo una vez activada en uno u otro lado.

Ósjar Navarro Correa, artífice de ambas miradas (papel y tablas) creó su Trilogía Mendocina Suburbana -de la que Destacamento es la tercera fase-, desde un conocimiento cabal del sector de la sociedad que quería reflejar y con un manejo lúcido del tiempo de incubación de la desgracia y su explosión final. Intrigas de ese tipo fueron parte del trabajo de campo que realizó antes de lanzarse a escribir. Aunque no fue un trabajo de campo en el sentido académico/tesista, sino desde la mismísima vivencia: la pura y dura.

A esta altura, nadie duda de la versatilidad de Navarro Correa ni de la seriedad de sus apuestas. Titiritero, actor, director, poeta y dramaturgo se perfeccionó con referentes en cada área y su producción fue creciendo sostenidamente en calidad y cantidad. Pero suele ocurrir en ocasiones, o en muchas ocasiones, que la superposición de roles juega una mala pasada.

Destacamento, la puesta, bien podría ser un largo sketch de La Tuerca (en su primerísima versión, allá por los ‘60) en torno de la burocracia, la inoperancia y esa ridiculez en la que se suele transformar la autoridad. Esto, dicho de un modo sinceramente positivo. Porque el humor crítico y el poder de observación del autor -evidente en los detalles del habla o en las manías cotidianas de los personajes- llega con éxito al espectador. Pero la suciedad (literal y metafórica) y el roce físico que expele el texto original no están presentes. Hay momentos donde el espacio sirve para un deambular torpe –colectivo o en solitario-, forcejeos absolutamente inverosímiles y un rosario de insultos más pirotécnico que teatral. Las palabras no hieren; la intención malsana no está; todo ello se perdió en el “rito de pasaje”, parafraseando a Sergio Wolf.

Como portavoces del asunto, son los actores los que quedan expuestos. Esas actuaciones no ayudan a que alcance el patetismo físico lo que ya es mérito en el papel. Falta fricción. Lo que debiera ser un eslabonamiento de seres en una cadena de pobreza, corrupción y tristeza que llega al más cruel paroxismo, se transforma en un amontonamiento de gente, donde nadie está dispuesto a ceder lugar (físico, pero también simbólico, de jerarquía) como si se tratase de un gag de los hermanos Marx. El humor es eficaz pero distractivo; el actor se apoya en el chiste, pero se olvida de su cuerpo. Y cuando se acuerda de él, lo hace espasmódicamente, de modo efectista.

Por otro lado, escenográficamente el destacamento es modesto. Pero no es impuro. Aún sin funcionar el ventilador o algún otro artefacto, hay un orden. Las paredes y el piso lucen bastante limpios. Está íntegro para el contexto que se sugiere y para la gente que va y viene por él, más el “lujo” de personal estable que tiene. Sabemos que esto, en la realidad, no es así.

Es cierto que el autor-director aclaró en notas previas que no apunta a un hiperrealismo. Del mismo modo entonces bien podría haber quebrado desde la iluminación, por ejemplo, la monotonía cromática que recubre a la puesta de punta a punta. Buscar una atmósfera, un instante poético, en medio de esa desdicha que parece beber tanto del grotesco como de la crónica policial.

En suma, la supervivencia, la complicidad de las autoridades en el delito, la falta de perspectivas vitales, la ignorancia facilitada por el sistema… son temas que, como algunos otros, desfilan por este Destacamento, con el conocido compromiso por parte del autor, aunque con escaso riesgo por parte del director.

 

 

Ficha:

Destacamento. Dramaturgia y dirección: Ósjar Navarro Correa. Intérpretes: Alejandro Manzano, Diego Ríos, Diego Martínez, Laura Lahoz, Diego Quiroga, Nicolás Martínez, Rosana Sarubbi y Patricia Christen. Diseño y realización escenográfica: María Eleonora Sánchez. Diseño lumínico: Noelia Torres. Diseño sonoro: Fabián Castellani. Fotografía: Huaira Lucero. Vestuario: Jimena Sánchez. Técnico FX: Alberto Jaceniuk. Diseño gráfico: Christian Manzano. Prensa y comunicación: Mariela Encina Lanus / Argot Prensa. Asistencia de dirección: Carolina Duarte y Gabriela Céspedes. Producción: Laura Beningazza y Ósjar Navarro Correa.