Al Próvolo: con amor y con talento
Por Fausto J. Alfonso
“Soy una persona buena,
que he entregado mi vida a Dios”
Kumiko Kosaka
Bocatto di cardenale (sic), interpretado por Santiago Borremans, es un puñetazo breve*. Un cortito potente. Sin rodeos, explicita el lado oscuro del catolicismo. Ése tan venerado por los curas y monjas del Próvolo. Ellos saben, más que nadie, que las cosas sucias, que siempre son las que hacen los otros, se practican en los recovecos de la casa. De allí que el primer acierto de esta performance sea el sitio escogido: la piecita del fondo, allí donde se guardan desde objetos en desuso hasta secretos inconfesables.
Oscura, a medio terminar, con íconos que incomodan y una gotera que no para y horada el oído del visitante, esa piecita se transforma en el lugar ideal para el rito múltiple de una monja fálica o, tal vez, un cura travestido. Da igual. Allí, el lascivo ser transita como por una pasarela. Lo hace seguro, una y otra vez, flanqueado por “fieles” sometidos a su impudicia eclesiástica.
Su rostro es anónimo, cubierto por una cinta de “peligro”, de esas que se usan para bordear construcciones o cortar calles. Detalle nada menor si atendemos al perfil del sujeto. Quien se contonea, copula, masturba, provoca, siempre munido de una linterna/cirio que le permite ensayar macabros juegos de sombras, intimidar al espectador y hasta simular sexo oral. Y, por supuesto, se hace tiempo para el fetichismo, a partir de un elemento que no conviene revelar.
Al llegar a este sitio secreto, el espectador pasa por una habitación neutra, donde se escucha un coro infantil, muy angelical. Pero esa es, en realidad, la antesala del infierno. Luego, ya en el galponcito del horror, los gritos de la Lynch nos alertan sobre La extraña dama que se nos viene. E inmediatamente, la banda de sonido se transforma en un rosario, valga el término, de chillidos molestos, raspados, taladrantes, como sacados de una competencia de radioaficionados pasados de paco.
El cuerpo de Borremans, en trance, replica el éxtasis de la perversión. Se desplaza, o más bien desliza, haciendo de sus brazos y lengua armas para el sojuzgamiento y la disciplina. Todo muy calibrado, terrorífico. Lo gótico se apodera de la atmósfera. Las palabras del líder Francisco se cuelan como una humorada macabra. La experiencia termina, pero sigue, en cada uno, puertas afuera. Vale la pena.
FICHA:
Bocatto di cardenale. Idea, concepción y realización integral del espectáculo: La Unión Diabólica, integrada por Santiago Borremans, Patricia Benito y Carlos Piscopo.
*Este trabajo tuvo su génesis audiovisual en la diabólica secuencia La media me aprieta (disponible en Youtube), compuesta por una veintena de microvideos. Y se relaciona con otras manifestaciones sonoras y callejeras, conceptos espaciales, calcos, fanzines e intervenciones en las redes sociales, creado todo por La Unión Diabólica. No obstante, la performance tiene entidad en sí misma y se puede apreciar de modo autónomo.