Alberto Muñoz, en una preciosa obra hecha a medida

05.06.2018 21:37

Por Fausto J. Alfonso

 

El teatro de Alberto Muñoz es ciento por ciento político. Ya se sabe. Es un teatro de denuncia. De hecho, uno de los volúmenes que reúne parte de su obra se llama El Teatro en la Denuncia. Pero hay que agradecerle, a él y a su teatro, el no caer nunca -al menos hasta acá- en el clisé, y el permitirnos seguir confiando en el teatro como estimulador de la memoria, sin desbarrancar (y hacernos desbarrancar) en la propaganda berreta u oportunista.

Entre alfileres es una preciosa obra, que habla sobre los temas recurrentes y focalizados del autor. Pero, por sobre eso y por debajo de eso, nos da pie para reflexionar acerca de algo que intuimos universal y eterno: el hecho de que pareciera que estamos en el mundo solo para dar respuestas, pero no para preguntar. Estamos para vivir intrigados y arreglárnoslas como vayamos pudiendo. Más o menos como aquello de Los 400 golpes de Truffaut.

La historia en cuestión nos presenta a un modisto asentado y prestigioso que evoca diversos pasajes de su vida, algunos remotos, y la desazón por no haber podido ni sabido cómo dilucidar a tiempo ciertos interrogantes. Como marco, los años de plomo. Pero también el antes y el después. La desaparición de un padre, la omnipresencia de una madre costurera de facciones duras, un amor llamado Ana… Más tarde el éxito, los amigos y no tanto, los intrusos… Y las huellas de cada relación, que como costuras, se van fijando al temperamento de este hombre, dotado de tanta sensibilidad como bravura, resiliencia por medio. Un personaje complejo, que se va armando a sí mismo sobre la base de supuestos más que de respuestas, y que se desarma ante nosotros para que dudemos, para que nos preguntemos. ¿Quién es este tipo? ¿De qué lado lo puso la vida? ¿Para qué nos cuenta esto?

Muñoz le pone la carne a su propia creación de modo certero, sin titubeos, como quien mejor conoce a la criatura, valga la obviedad. Claro, es como una obra hecha a medida. La saca a pasear, la repliega, la desampara o la agiganta según la ocasión, apelando a matices diversos en la voz y en los gestos. Los que además, debe adecuar a sus eventuales y virtuales interlocutores, apenas sugeridos por una silla, un maniquí o la nada detrás de una puerta ficticia o un celular. Con este trabajo Muñoz ganó como Mejor Actor Protagónico en el 13° Festival de Teatro Iberoamericano de Mar del Plata, donde además el espectáculo fue nominado como Mejor Unipersonal.

El autor-actor encontró en la dupla directriz de Vivi Montiel-Laura Lahoz las cómplices adecuadas para estilizar el asunto como totalidad. La decisión de los desplazamientos es acotada pero diversa, sin perder el carácter general intimista de la obra. No es distractiva y le da entidad suficiente a un escenario prácticamente desierto. La blandura y variedad en el uso de la luz (salvo en el comienzo, más puntual y fuerte), suavizan los momentos de discurso duro o actuación enérgica, pero no restándoles contenido, sino poetizándolos. Por otra parte, la elección de Cartas amarillas, el tema compuesto por Juan Carlos Calderón para Nino Bravo a principios de los ’70, se adecua perfectamente a la obra y activa atinadas relaciones entre su discurso (el de la obra) y su letra (la de la canción). Más allá de cualquier nostalgia, por supuesto.

Entre alfileres es una confesión a fondo, emparentada a medias con el teatro realista psicológico, pero que apuesta por una narrativa alternativa o al menos no tan evidente. Con la actuación como punto más fuerte, se convierte en un espectáculo atractivo y necesario que desmiente lo político como panfleto.

 

FICHA:

Entre alfileres, de Alberto Eloy Muñoz. Intérprete: Alberto Eloy Muñoz. Dirección: Vivi Montiel y Laura Lahoz. Producción general: La Tribu. Lugar: Nave Cultural (Sala 2), España y Maza, Mendoza. Función del 02-06-18.