Aurora bipolar y de riesgo

03.10.2024 11:56

Por Fausto J. Alfonso

 

Como su nombre lo indica, Proyecto Aurora supone un espacio en construcción, un boceto, la idea de un material flexible que busca cristalizarse en algo duradero. Esto ocurre con la propuesta integral que se le ofrece al espectador, así como con la trama del espectáculo mismo. Éste nos sitúa en una clínica de salud mental en donde su desquiciado personal experimenta –de modo peculiar- con los internos. Se supone que lo hacen con el fin de superar la instancia de proyectos para arribar a la de resultados concretos (e hipotéticamente favorables para los pacientes y para el prestigio de la institución).

Ahora, si bien prima esta idea del material escénico y narrativo abierto y modificable (el azar puede jugar), el director Santiago Silva ha optado por un comienzo y un final bien delineados, de modo tal que el espectador se ve seducido al inicio y sorprendido al concluir. Tanto la “previa” como el “epílogo” son situaciones que ocurren en la vereda de la presunta clínica, con gran fluidez y una interacción para nada forzada.

Entre esos puntos de arranque y llegada, se desarrolla la visita guiada a la clínica, donde el público es una especie de veedor de un organismo oficial de la salud. Durante ese recorrido, conoce al personal, los internos, las instalaciones y los procedimientos; y en todo ese tramo, su interés sube y baja casi como el estado emocional de los pacientes. Buscado o no, el espectáculo se presenta bipolar. No obstante, la modalidad de puesta escogida (living movie, ambiental, itinerante, ambulante, según han pasado los años; ahora “inmersiva”) permite que el espectador se mantenga inevitablemente activo más allá del irregular atractivo de lo que ocurre.

Un punto fuerte del espectáculo son las muy buenas actuaciones del personal de la clínica (a cargo de Ren Muscolini, Jere Heredia y Lucas La Rosa) que desde una opción claramente farsesca vuelven una y otra vez a poner en foco las cosas, cuando éstas han descansado demasiado en los casos particulares de los pacientes, por momentos tediosos y sin dudas deslucidos desde la interpretación. Respecto de esto último quizás algo tenga que ver el hecho de que el espectáculo, en su conjunto, no termina de profundizar su enfoque e intención de denuncia (¿quiénes protegen a los desprotegidos?), como tampoco su apuesta a lo grotesco, como si se tratase en esta última opción de una clínica capitaneada por Gasalla. Entonces, la reflexión social y el espectáculo de humor se funden en una intersección bizarra, que se traslada, sobre todo, a la actuación indescriptible de los internos. No es que no se pueda cuestionar desde el humor; es que no se advierte como clara si es ésa la intención.

Algo similar pasa con el material audiovisual proyectado (responsabilidad de Sofía Rozza), que fusiona fuertes imágenes testimoniales de archivos vinculados a tragedias sociales con apuntes delirantes de la cultura popular (en amplia variedad de formatos y texturas). El mix refleja supuestamente lo inconsciente, los sueños de esos internos tomados de rehenes cual conejillos de Indias. Pero más allá de un asombro instantáneo que puedan producir, esas imágenes no tienen un efecto duradero y su arbitrariedad quizás encuentre la justificación en el descontrol que las sucederá y que dará lugar al ya citado atractivo final. Broche que además excede los contornos de la supuesta clínica y se expande –literalmente- hasta dos o tres cuadras más allá de la misma. Y mientras tanto, al whatsapp del espectador llega un ejemplar del periódico El Israelita con las últimas novedades respecto de la Clínica Aurora.

Pero volviendo al interior de la clínica, la falta de encanto de los distintos ambientes, esa cosa digamos… deslucida, que se desparrama por todo el recorrido, le va muy bien para ilustrar el patetismo y la dejadez con la que se suele asociar a ciertas instituciones públicas de la salud, no muy diferentes a los ambientes carcelarios. La iluminación de “sala común” suma en ese sentido, como también lo hacen otros detalles de ambientación: sillas revueltas, carteles improvisados, algún sonido intrigante que proviene de un sanitario… En fin, la idea de un sitio a donde nadie le gustaría llegar (al menos de modo consciente).*

Al joven director Santiago Silva pareciera que le gusta el riesgo y así lo demuestra en Proyecto Aurora. Más allá de aciertos y desaciertos, su actitud no es poca cosa en una época de apuestas a lo seguro.

 

*El espectáculo también se ha montado en la Casa de la Cultura y la Memoria de Godoy Cruz, aunque la arquitectura de ese lugar no da para el efecto que aquí se ha descripto.

 

FICHA:                                        

Proyecto Aurora. Intérpretes: Ren Muscolini, Jere Heredia, Lucas La Rosa, Bel Módica, Delfina Mascaró Ezquerro, Lula Ramos, Mariano Pérez, Sol Di Paolo, Franco Ceballos, Lautaro Rivamar (El Riva). Producción: Rosario Carniel. Dirección general y audiovisual: Sofía Rozza. Dirección general y teatral: Santiago Silva. Sala: Centro Cultural Israelita de Mendoza, Maipú 252, Mendoza. Función del 22-09-2024.