Auspicioso debut con actuaciones entrañables

26.09.2016 19:43

Arnaldo toma 3. Dramaturgia y dirección. Carolina Duarte. Intérpretes: Juan Pablo Torrecilla, Victoria Favier y Víctor Di Nasso. Diseño escénico y lumínico: Marina Sarale y Gabriela Tello D´Elia. Realización: Gabriela Tello D´Elia. Diseño y realización de vestuario: Lis Cardenas. Producción musical: Bruno Santarone. Ilustración y diseño gráfico: Leandro Martínez. Comunicación y prensa: Emma Saccavino. Sala: Centro Cultural Teatro El Taller. Función del 25-09-16.

 

Por Fausto J. Alfonso

 

Como todo debut, el teatral suele ser una prueba de fuego. Si ese debut es en doble condición, igualmente doble será la prueba. A ese riesgo acaba de someterse la dramaturga y directora Carolina Duarte con el estreno de Arnaldo toma 3. Una aventura de la que sale totalmente airosa al plantear ciertas complejidades humanas de una manera engañosamente simple.

Y es que la dramaturgia de Duarte falsea el realismo y la lógica de manera muy sutil, de modo de no abandonarnos a nuestra propia suerte y al mismo tiempo ofrecernos algo distinto, que nos intrigue a partir de la cotidianeidad más visible. Maneja con claridad los componentes de la estuctura dramática y, al menos por ahora, no se involucra con planteos intrincados ni formas pretenciosas. Tampoco se advierten intenciones abstrusas, sino la voluntad de contar algo puntual de un modo creativo, pero evitando toda grandilocuencia.

De una, la anécdota es remanida. Dos hijos –mellizos en este caso, un varón y una mujer- se enteran que el padre que nunca conocieron está vivo. Idearán entonces una estrategia para contactarlo. Este material de base le sirve a Duarte para -más allá de moverse correctamente en términos de lugar, tiempo y acción- relacionarnos hábilmente con tres personajes con los que rápidamente empatizamos. Tanto los textos que a cada uno le toca en suerte como la psicología que los trasciende son entretenidos e inquietantes sin necesidad de ningún artificio.

Por supuesto que esto no hubiese sido del todo posible sin los buenos actores escogidos, quienes manejan recursos varios, entre los que cabe una probada afinidad con lo clownesco. Victoria Favier, Juan Pablo Torrecilla y el gran Víctor Di Nasso asumen tres criaturas que son mucho más que su simple apariencia (en sintonía con la obra toda). De manos del trío, desandamos los vericuetos de “la identidad”, en la ocasión multiplicados por el lugar que le cabe a Di Nasso: hace de sí mismo en la ficción que presenciamos, mientras lucha existencialmente con su alter ego, el famoso payaso Chapote, quien pareciera tener más entidad y realidad que su propio creador.

A la excelente labor de Di Nasso, plena de mediotonos y dobleces, se suma un Torrecilla entrañable. Arnaldo es ansiedad e ingenuidad. Por momentos, sus luces se encienden a medias, pero avanza en la penumbra ayudado por su pasión. Como Valentina, la eficaz Favier aporta el ingenio, la paciencia y la persistencia que necesita el dúo de hermanos ante la empresa que se han propuesto. Juntos generan bonitos momentos de complicidad y cómicos desencuentros de opiniones.

El trabajo intertextual/metateatral es, por otra parte, lo que hace la gran diferencia en términos argumentales, pero también en términos visuales y de puesta. El universo íntimo del artista, con toda su iconografía, provoca repetidos juegos entre realidad y ficción. Y el vestuario -gran labor de Lis Cardenas- se pliega a ese planteo.

En tono de comedia dramática detectivesca, la trama avanza hacia una resolución, pero no cierra la puerta del todo, ya que deja entreabierta la posibilidad para que el espectador se emocione, reflexione y especule. No son pocos los temas que se siembran en el camino: la soledad, el fanatismo, el éxito, la compatibilidad, el amor fugaz…

Por todo esto y seguramente algo más, lo que comenzó siendo una más de hijos que buscan padre termina por ser una cálida reflexión sobre los distintos yo que conviven en uno y cómo cada cual repercute  a la vista y al corazón de los demás. Lejos de todo sentimentalismo.