Bu y Bu: varias de cal y varias de arena

15.09.2019 23:58

Por Fausto J. Alfonso

Por muchos motivos, el estreno de Bu y Bu, una aventura interdimensional, es un acontecimiento extraordinario, algo fuera de lo común. Sienta precedentes en muchos sentidos. El film no es la primera producción local en estrenarse comercialmente, pero sí la que lo hace simultáneamente en todas las cadenas de cines comerciales (y no tan comerciales). No es el único en reunir un staff artístico-técnico totalmente mendocino, pero sí el que nuclea a un número récord en todos los rubros, desde los estrictamente artísticos hasta los técnicos y de producción más específicos (lo más granado de cada uno de ellos). Llega precedido de una campaña publicitaria importante y forma parte de un paquete transmedia que incluye una serie de tv, una historieta y un juego interactivo con fines pedagógicos. Y además, se involucra con un género -el fantástico- prácticamente inexplorado en el terreno del largometraje mendocino. Sus responsables han hecho un esfuerzo enorme en términos de tiempo, energía y dinero y, desde su inspiración independiente, han logrado simpatizar con el poder político (algo que quedó en claro en la función de estreno, con la presencia del secretario de Ambiente y Ordenamiento Territorial, Humberto Mingorance) y con el apoyo de la actividad privada y de los medios de comunicación masivos. Lo que sumado a un estratégico manejo del marketing y la prensa, coloca al film en una situación envidiable. Es decir que, tomando todo esto como referencia, se deduce que estamos frente a un producto cinematográfico asumido con seriedad. Una película hecha y derecha y que, como tal, hay que analizarla y juzgarla.

Es aquí, a la hora de emitir un juicio, donde no debemos caer en la trampa de la parafernalia. Es aquí, también, donde los primos Bu y Bu nos la hacen un tanto difícil. Nos piden que nos expongamos, con lo que eso conlleva históricamente en Mendoza a la hora de las opiniones. Algo que hoy, créase o no, es mucho más difícil que hace 20 o 30 años. La sensibilidad está más sensible. Pero allá vamos, con las mejores intenciones.

Bu y Bu, una aventura interdimensional tiene logros irrefutables. Uno es el diseño, la construcción y la manipulación de todos los muñecos que aparecen en la historia. Para sacarse el sombrero. Dos, el diseño de vestuario (y su alcance a seres vivos y no). Tres, la actuación de Aluhé Dumé, a quien, de seguir por la senda del cine, le auguramos una carrera exitosa. Cuatro, la atmósfera que se genera durante una escena de fogata (que permite que la fotografía, bastante convencional durante el resto del film, se luzca un poco). Y hasta aquí, lo positivo. Que no es poco.

Pero, como contrapartida, hay cuestiones importantes que no cierran. La más importante, clave, fundamental (perdón por tanto adjetivo, pero hace a la esencia del asunto) es lo notorio de la presencia absoluta de la cámara. En todo momento, la cámara se nota, lo cual impide el ilusionismo necesario para que esta historia fantástica convenza al espectador de su propio verosímil. Es como si se notase la llegada de la cámara a cada espacio dando el visto bueno para que el personaje entre en cuadro y diga lo suyo. Desde este aspecto técnico, la película carece de espontaneidad.

El otro problema tiene que ver con el sonido. No se trata de un problema de sincronización y/o doblaje (aunque un poquitito de eso también hay por ahí) sino de una falta de correspondencia entre el plano visual y el plano sonoro. Estando juntos, se aprecian por separado. A veces se nota más, a veces menos. Uno y otro problemas quizás -insistimos, quizás- tengan que ver con lo dilatada que ha sido la confección de esta película. Que arrancó por el 2016 y en la cual la falta de continuidad puede haber metido la cola.

Respecto de la historia en sí, navega entre lo pueril y lo retorcido. Hay escenas más, menos y medianamente interesantes, pero las vinculaciones entre unas y otras suelen ser bastante arbitrarias, hasta derivar, finalmente, en una resolución entre precipitada y caprichosa, luego de generar una expectativa por demás exagerada en torno de una bitácora que dos niños de otra dimensión intentan encontrar y que perteneció a su abuelo.

El motivo de esta especie de collage de situaciones tal vez tenga que ver con la gran variedad de temas que se intenta abarcar y justificar: el cuidado del medio ambiente, los peligros de internet, la solidaridad, la importancia del ser interior por sobre la imagen exterior, las inseguridades, el resentimiento, la libertad y su pérdida, la venganza, la discriminación, las raíces, la amistad… Una vieja publicidad decía “demasiado calefón para un solo aviso”. Bueno, más o menos así.

Los niños protagonistas interactúan con duendes, monstruos, fantasmas, personajes excéntricos y, hasta donde se sabe, nadie más o menos cuerdo. Hay un perverso bastante desagradable, una cultora del new age, un cafetero que con sus torpezas rinde homenaje al slapstick, etcétera. Claro, varios de ellos son así porque suelen ser poseídos por el Tortugo (que tiene su referencia en aquel recordado Jorge de nuestro acuario; el mismo del episodio con el tiburón). En este ida y vuelta entre personajes, se filtran los efectos especiales, no siempre para lucirse. También canciones, discretas. Y, como contexto, muchas postales típicas de Mendoza, algunas que nos apuran a valorar lo que tenemos; y otras que muestran la desidia que siempre hubo a la hora de cuidar el patrimonio arquitectónico. Desde este último aspecto, el film es un documento bastante útil.

Bu y Bu… es nuestro propio Laberinto. Un paso importante para el universo audiovisual vernáculo. Eso queda claro y nadie nos lo va a arrebatar. Es un laberinto que propicia el encuentro de dos mundos con el objetivo de llegar a otro mejor. Es un film bienintencionado y desbordado por la propia pasión que se le ha metido. Es ambicioso. E imperfecto, como casi todo lo ambicioso.

Ficha:

Bu y Bu, una aventura interdimensional (Argentina, 2019, 104’). Guión y dirección: Eduardo Rodríguez Bossut. Con: Aluhé Dumé, Caetano Castellani Psenda, Ernesto Suárez, Carlos Eugenio Romero, Valentín Benegas, Sandra Viggiani, Víctor Arrojo, Daniel Díaz, Alicia Casares y Ezequiel Yasar. Producción: Uncaracol, Alucine y Fideicomiso Cuyo Hace Cine. Producción ejecutiva: Anahí Barrera Angelelli, Francisco Gabrielli y E. Rodríguez Bossut. Muñecos animatrónicos: Daniel Díaz y Lautaro Rodríguez. Director de Fotografía y supervisión VFX: Mariano Moyano. Director de Sonido: Mario Yarke. Dirección de arte: Diego De Souza. Diseño conceptual de Arte: Graciela D´Alessandro. Vestuario: Victoria Fornoni. Maquillajes FX: Laura Mendoza. Producción Técnica: Matías Russo. Ayudante de Dirección: Belén Faiozzo. Prensa y gestión: Ulises Naranjo. Música: Mario Mátar, Rodolfo Castagnolo y E. Rodríguez Bossut.