Buena, moza, rigurosa y profesional
Por Fausto J. Alfonso
Se muestra estilizada, vivaz, inteligente e incisiva. Destaca sus mejores rasgos con un apropiado maquillaje a todo color. Se peina loco, como para Cannes. Y se viste con el criterio de una creativa innata. Entonces -abriendo un pequeño margen para piropear- hay que decir que, camino a sus 18 (nació en setiembre del 2000), está más buena y más moza que nunca.
Sin alterar en nada su esencia heredada de la tradición uruguaya, que incluye una absoluta formación masculina, La Buena Moza llegó con todo a favor a la hora de su séptimo alumbramiento: Dementes, La Rebelión de las Neuronas. Que es, ni más ni menos, una astuta radiografía del argentino de hoy, que a su vez es en gran parte el de ayer.
Por supuesto que la obviedad no cuenta y el paisaje escénico, lejos del realismo, discurre por el mundo de las neuronas, un colectivo de señoritas que la emprenden contra el cerebro, un órgano tan imprescindible como autoritario. ¿Es el cerebro la democracia? ¿Es el mal menor y rebelarse contra él implica cuidarlo, como quien se rebela en pos de la democracia? Puede ser, es una acepción.
El caso es que allí están las neuronas tramando una toma del cerebro que, para unas debe ser pacífica -diálogo mediante- y para otras no tanto -si es necesario, la lucha armada-. Esta idea general le permite a La Buena Moza poner en juego todo su oficio y trayectoria para desandar distintos temas que hacen al desquicio nacional: su carácter bipolar, los arquetipos, los roles y mandatos, las diferencias de clase, el machismo hegemónico, las soluciones mágicas y el verso de los políticos, entre otros.
Todo esto adquiere unidad porque la anécdota general (ya señalada) es fuerte y atractiva y porque el concepto estético, que alcanza a lo visual, lo musical y lo actoral es coherente con aquella anécdota. El guión juega todo el tiempo con el vocabulario biológico, generando eficaces asociaciones, chistes y equívocos. Es en ese marco, donde la desinencia “mente” adquiere múltiples resonancias.
El vestuario de presentación y retirada impacta con sus rojo, violeta, blanco, negro y naranja combinados y por el diseño de importantes efectos volumétricos -sobre todo en sombreros y pecheras- que nos recuerdan a las vanguardias de los ’20, mezcla de Expresionismo, con Cubismo y Futurismo. El otro vestuario, el de la historia a desarrollar, se apoya en unos formidables enteritos multicolor que recrean visualmente los cuerpitos neuronales, con su puntiaguda flexibilidad, y los replican en el estampado; unos sombreritos ad-hoc; hermosas zapatillas de líneas clásicas y colores destacados; y eventuales accesorios varios, entre los que se imponen unos descomunales ojos desorbitados, producto de la ingestión de una pizza alucinógena.
Porque la droga, dicho sea no tan de paso, también es de la partida. Como lo es la inseguridad, la tediosa jerga tecnológica (el perverso cerebro tienta a las neuronas con un “chip de la felicidad”), el “Ahora 12” y el consumismo. También, los lugares comunes de los políticos (algunos revisados, como “la digestión anterior”; otros resignificados, como la “sensación de inflación” para aludir a un problema de flatulencias), la discriminación y hasta nuestra vocación por sentirnos extranjeros (aquí liga desde San Valentín a San Patricio y desde Festa in Piazza a Oktoberfest).
Claro que la televisión argentina y varios de sus personajes tampoco dejan de ser blanco de filosos dardos en esta rebelión anti-grieta que además debe vérselas con el FMI (Fuerza Muscular Intestinal), quien no duda en afirmar que pone sus “divisas afuera del cuerpo”. Y, cómo no, también hay mención especial para la pedofilia en su versión religiosa, que depara ácidas y dolorosas humoradas (porque los curas, por ejemplo, “están todos muy formados; tocan órgano y violín”).
Párrafo aparte para el enorme trabajo de intertextualidad musical. Las melodías y arreglos propios se entrecruzan con canciones populares de diversos géneros y ritmos, se enciman o yuxtaponen, logrando elaborados efectos cómicos. La aparición de temas de Calamaro, María Elena Walsh, Miss Bolivia o Piazzolla en un contexto absolutamente ajeno y de un modo totalmente excéntrico refuerza aquel efecto. Los aires de candombe, bolero y tango son de la partida en ese mismo sentido. Por ejemplo, versos como “rara, como encendida” o “tus ojos, con un eléctrico ardor”, pertenecientes a Los Mareados, adquieren un significado delirante. Lo mismo pasa con la archifamosa canción Un mundo ideal, de Aladdin, o el Himno de mi corazón de Los Abuelos.
Si bien todo el espectáculo, planteado en diez cuadros, goza de buena salud y la conectividad con el público es todo el tiempo a full, hay instantes en que ese ida y vuelta se multiplica. Uno de ellos es durante el juego de opuestos que las “neuroniñas” (que además protagonizan su propio “Cuplé de conciencia infantil”) proponen al público. Allí, se instala en la sala un feedback indiscutible.
En tren de achacar algo, se podría decir que el video de apertura no suma demasiado y que aludir de manera explícita a ciertos políticos (cuyos nombres no replicaremos aquí) se transforma en un chiste o salida fácil, al igual que no hace mucho para otros resultaba una salida catártica explicitar otros nombres de la política argentina (en realidad es una estrategia que da más para monólogos al estilo Tato o Pinti). Son los hechos (y consecuencias) de esa gente lo que da sustento al espectáculo. Y por lo visto, mucho sustento. Ya todos sabemos de quienes se habla.
El perfecto ensamble de las voces en los momentos corales alternados con los sucesivos instantes protagónicos (cantados o actuados, algunos desde graciosos estereotipos) le dan dinamismo al relato. El ritmo no decae a lo largo de todo el espectáculo y entre tanto disparate las reflexiones se van decantando, motivando al espectador a que no abandone sus utopías (para eso, entre otras cosas, está el arte, ¿no?). Utopías entre las que bien cabe un mundo en que no gobierne ni la razón ni la mente.
Por si a esta altura caben dudas: Dementes, La Rebelión de las Neuronas es un espectáculo riguroso y muy profesional.
FICHA:
Dementes, La Rebelión de las Neuronas. Elenco: Murga La Buena Moza. Producción y dirección general: Murga La Buena Moza. Cantantes: Joaquín Viera, Hernán Gallardo, Julián Cardozo, Franco Berdini, Sebastián Caballero, Diego Villalobos, Fernando Colucci, Walter Gómez (primos); Rubén Inzaurralde (tercia); Salvador Romano, Simón Abecasis, Julián Borromei, Lautaro Ocaña, Eduardo Muñoz, Martín Berón (segundos); Rubén Berón, Marcelo Sosa (bajos). Batería: Iván Montenegro (platillos), Mauricio Boromei (bombo), Gonzalo Andrade (redoblante). Dirección escénica y musical: Daniel Bernal. Dirección de actores y puesta en escena: Lautaro Ocaña. Diseño de vestuario y coordinación estética general: Eduardo Muñoz. Arreglos vocales: Daniel Bernal, Simón Abecasis. Maquillaje: Laura Mendoza, Makeup Fx. Asistentes: David Rosales, Sergio Dávila, Fabián Cardoso. Técnico de sonido: Matías Jodar. Idea original Dementes: Eduardo Muñoz. Guión Dementes: S. Abecasis, D. Bernal, J. Borromei, E. Muñoz, L. Ocaña y Murga La Buena Moza. Diseño gráfico y merchandising: Alejandro Marnetti, Eduardo Muñoz, Hernán Hidalgo. Confección de zapatillas: Valentinah Calzados. Confección de vestuarios: Susana Rivarola, Adriana Lois. Confección de utilería: Rodolfo Carmona, Colo Rojas y Murga La Buena Moza. Sala: Vilma Rupolo, Espacio Cultural Le Parc. Función del 19-05-18.