Ciertamente, en la variedad está el gusto
Por Fausto J.Alfonso
37° FIESTA NACIONAL DEL TEATRO - LA RIOJA / CATAMARCA 2023. Sede La Rioja, 16-09. Si algo no se le puede reprochar a la tercera jornada de la 37° Fiesta Nacional del Teatro es que le faltó diversidad técnica/estética/temática. Del clown a la danza-teatro, con estaciones intermedias en el teatro de sombras y el grotesco, la jornada colmó de público las salas Espacio 73, Víctor Cáceres, Teatrino y Kanoa de Papel, de la capital riojana. La gente acompañó con mucho entusiasmo las propuestas y los críticos se mostraron satisfechos, aunque como siempre, algo objetaron. Poco, eso sí.
El periplo arrancó con Como el caracol, de la Compañía Analógica (Bs.As.), un intenso unipersonal para todo público, que muestra las rutinas de un clown que trashuma con sus bártulos de plaza en plaza. Ni bien se asoma a la escena, el actor Hilario Vidal establece un exitoso diálogo con los espectadores, quienes lo siguen sin previsiones en cada una de sus ocurrencias. Ojo, no se trata de un espectáculo que dependa de la participación del público, pero cierta comunicación espontánea resulta ser determinante. Vidal no solo demuestra su ductilidad física, propia de los mejores exponentes del slapstick, sino que manipula todo objeto con precisión y múltiples variaciones creativas, metiéndose y saliéndose todo el tiempo en y de problemas que se autogenera por obra y gracia de su… obra y gracia, justamente. Lo absurdo copa las situaciones cómicas, pero también por esa vía se llega a algunos momentos oníricos y de pausa que grafican el costado más sensible del personaje. Vidal y Renata Diulio son los responsables absolutos de esta redonda gema de imperdibles 45 minutos.
Fuera de este mundo, de la Compañía Pájaro Negro de Luces y Sombras (Mendoza), es una adaptación de El extranjero, de Albert Camus. Se estrenó en 2018 en su provincia y recibió un premio por su diseño lumínico en el Festival de Estrenos. Desde entonces, y por lo visto ahora, ha ido sumando pulcritud técnica hasta llegar a un nivel de montaje/edición/puesta nada desdeñable. Quizás lo que no pueda superar es esa competencia que se advierte entre las ambiciones de la historia (esencialmente, El extranjero es una trama compleja, aunque aquí simplificada) y lo arriesgado de la estética. Sostener ambas cosas a un alto nivel todo el tiempo, sin depurar o suprimir recursos, puede generar en el espectador dos cosas: que su atención por la historia se agote o que encuentre en lo visual un buen catálogo de efectos (no siempre justificados). El teatro de sombras refuerza su atractivo con encuadres propios del comic y pinceladas expresionistas, pero las imágenes color (entre ellas algunas breves del film de Visconti) sacan innecesariamente de tono a la propuesta. Y el humor –verbal y físico- aunque muy bien plasmado por el elenco, se decanta solo por el lado del absurdo y de un personaje caprichoso, descuidando el carácter subversivo de éste, que con su escepticismo invierte todos los valores y expectativas de una sociedad que antes hizo lo mismo con él.
Por su parte, el grupo La Zaraza Teatro (Río Negro) se despachó con la comedia grotesca Banquete de gusanos. El humor, en un arco que va de lo sociológico a lo escatológico, se corporifica en Lucrecia Alzueta. Aunque por momentos se desdobla, básicamente interpreta a un sepulturero, cuyos desbordes emocionales revelan las grandes aptitudes de la actriz, como comediante y payasa. En una afilada interacción entre su performance y la música, la acompaña Sabrina Fuselli en la batería y los teclados. Un poco de tierra y algunas hojas secas alcanzan para sugerir un cementerio. Y el diseño lumínico hace lo suyo. Pero es en la dramaturgia, de la misma Alzueta y la directora Helena Benito, donde el espectáculo se vuelve reiterativo por momentos y desorientado por otros, a punto tal que ciertas interacciones con el público parecieran provocadas como para reencaminar el asunto o recuperar la atención. El mundo está podrido. Eso queda claro. Y más que del polvo al polvo, vamos de la podredumbre a la podredumbre.
Como atinado cierre a un día ajetreado (como todos aquí en La Rioja) se pudo ver Nada en particular, del grupo El Borde (Santiago del Estero), con dirección de Nicolás Azar y Daniel Payero Zaragoza. Una atractiva aproximación, desde la danza-teatro, de la desorientación de los jóvenes y su necesidad de expresarse. Como su nombre lo sugiere, es el estallido del movimiento lo que vale y no algo en particular. Un estallido que mantiene al espectador media hora atento, estimulado por los cuerpos en escena, un tríptico de proyecciones (donde los artistas interactúan en y con distintos espacios abiertos) y un componente plástico (en el sentido pictórico) que balancea, sopesa, con un colorido optimista cierta angustia de ser e ir creciendo.