Cortopassi: aplausos para su voz, cuerpo y experiencia
Por Fausto J. Alfonso
“La Claudia me regaló un cuadrito. Cuando se le había dado por pintar. Yo se lo agradecí. Le dije gracias, qué lindo. No sabía el desastre que traía detrás. No lo sabía ese día, lo presentía pero no lo sabía. O sea: una presiente antes de sentir. Con el cuerpo antes de la cabeza”.
De este modo se nos presenta la protagonista de Todo verde, uno de los tantos sustanciosos textos de Santiago Loza (Nada del amor me produce envidia, Matar cansa, Asco, He nacido para verte sonreír, etc.) que poponen, desde lo más cotidiano, un viaje abismal hacia lo insospechado de un ser corriente.
Como en Nada del amor… hay, entre la protagonista y nosotros, un oficio de por medio. En aquélla, la costura; en ésta, la repostería. Oficios por los cuales entrar a conocerlas. Aquí, allanando el camino, amigando la relación, para poder luego abundar en un arco emocional que va de la represión a la liberación y de ésta al resentimiento, el despecho y la furia.
Todo verde es un texto confesional de una mujer sin nombre y en estado de marginalidad social, que nos lleva de una situación inicial de testigos-escuchas hasta un lugar que es algo así como el de semi cómplices. Nos dejamos embaucar seducidos por el crescendo del texto. Aunque, inevitablemente, si no hubiese una buena actuación de por medio nada de lo que pasa nos produciría asombro, parafraseando a Loza.
Para esta versión, a Mendoza, pródiga en buenas actrices, le tocó en suerte toda una referente: Elsa Cortopassi. Es ella quien nos confiesa cómo su rutinaria y solitaria vida (con la que no obstante estaba satisfecha) fue atravesada por un vendaval llamado Claudia. Una representante de lo extraordinario. Una mujer de mundo, habilitada para un montón de cosas. Incluso para servirle el mundo a los demás, para abrirle los ojos mucho más allá de una torta de casamiento.
El aislamiento pueblerino de la repostera, su vida insulsa e intrascendente, cobrará un sentido impensado, pleno de nutrientes. Pero también cambiará la mirada que sobre ella tienen los demás. O la que ella tiene sobre el resto y que le hace pensar que la miran distinto. Y por ahí va la esencia de Todo verde, por las miradas y las expectativas. Algo bastante abstracto que va a volverse más corpóreo al asociarse a otro asunto: la idea de la posesión. El hacer propio al otro, más allá de las miradas propias y ajenas. Y es que a veces, además, los vínculos parecen maduros cuando están apenas verdes.
Elsa Cortopassi se carga al hombro un personaje complejo. Y sus méritos no son para nada pequeños. Sobre el escenario, solo la acompañan una jaula con un presunto loro que le ha regalado Claudia y que representa todo un paliativo para la soledad (o un pasaje al infierno) y una silla. La actriz, con su decir experimentado, se las ingenia para transmitirnos las imágenes de ese pueblo marchito y su vecindario, de esa Claudia tan potente, de esas tortas a pedido y de ese pajarraco fantasma. La mujer nos confiesa desde sus pacaterías históricas hasta el éxtasis de admirar un cuerpo que ni siquiera pensó alguna vez que existiese.
Hay intensidad y escamoteo en la actuación de Cortopassi, regula los estallidos, los silencios. Los buenos recuerdos y también la indignación y la bronca llevan los tiempos de una mujer mayor (esto es importante, ya que la obra no precisa una edad para el personaje, y en función de la actriz elegida lo que dice y hace puede resonar distinto). De entrada, nos mete en tema. Y no nos suelta.
Ahora, hay otro asunto. Da la sensación, por momentos, que la intérprete está librada a su vastísima experiencia de seis décadas sobre las tablas. Y que prácticamente va resolviendo todo sola, al paso, desde su probada habilidad, como si se tratase de un monólogo autodirigido más que de un conjunto de decisiones adoptadas por Andrelo Martínez.
Es cierta aquella apreciación acerca de que un buen director es aquel que no se ve. Pero es cierta para casos específicos y no como norma. En Todo verde, la gestación de climas depende solo de la actriz, cuando la propuesta da para un trabajo lumínico y sonoro (que al principio pareciera insinuarse) más intenso y potenciador de la palabra o de los silencios. Igual pasa con la marcación de algunos movimientos escénicos. Es decir, hace falta vestir un poco más la imagen, independientemente de los notables esfuerzo y logros de la actriz.
Hay otro tema muy importante y se explicita desde los comienzos: las coloraturas, el cristal con que se mira. Cómo un árbol puede ser para alguien naranja, cuando todos lo ven de otro color. Esto, sumado al título mismo de la propuesta, y a ciertas emociones por las que se va pasando a lo largo de una hora y que sugieren otros tantos colores, podría impulsar una paleta visual más rica. A veces, la imaginación del espectador también necesita algo más de ayuda.
FICHA:
Todo verde, de Santiago Loza. Intérprete: Elsa Cortopassi. Dirección: Andrelo Martínez. Arte y diseño: Pablo Pinedo. Sala: El Círculo, Olegario V. Andrade 510, Mendoza. Función del 05-10-2024.