Dos libros, un homenaje y un Vania a cielo abierto

04.10.2022 12:34

Por Fausto J. Alfonso

 

RESISTENCIA, Chaco. 36° Fiesta Nacional del Teatro. Algo distintivo de esta edición de la fiesta es que coincide con los 20 años de la creación de la editorial del INT. No podía faltar la referencia y menos el hecho de celebrar presentando libros. En este caso, dos volúmenes muy diferentes e igualmente interesantes: Sembrar aconteceres. Ideas, eficacias, bellezas, de Fabián Castellani; y Éxodo. Ensayo sobre la masculinidad, de Federico Polleri. El primero, parte de la colección Estudios Teatrales, y el segundo sumándose a El País Teatral.

Pero, además, en ese contexto (la cita fue en el auditorio de la Casa de las Culturas) se homenajeó a quien durante todos estos años ha sido el cerebro detrás de las páginas de Editorial INTeatro: Carlos Pacheco, un querido y respetado comunicador especializado en teatro, que no gratuitamente se mereció una ovación. Fue él quien arrancó con la presentación de estos nuevos libros, destacando la importancia de que los creadores bajen su praxis a un escrito y la compartan, algo que para él es “de verdadero interés”, ya que “comienzo a descubrir cómo funciona la cabeza de ese director, docente, creador…”, precisó.

Más adelante, Pacheco pasaría la posta a Gisella Ogás Puga, representante del Quehacer Teatral del INT, quien fue nexando las distintas instancias. Polleri se explayó acerca de cómo fue el proceso de creación de Éxodo (primero obra, luego libro), que supuso una readecuación de una idea original que tenía. De pensar en montar una versión de Fuenteovejuna y de allí reflexionar sobre el rol de la mujer en la sociedad patriarcal, viró hacia la elaboración de una creación colectiva para terminar revisando la condición del hombre. Polleri confesó que fue a partir de una sugerencia de su ex pareja: hacer un trabajo de introspección masculina supondría un aporte mayor. Y así fue. El libro, además de contener el texto de la obra, reflexiona sobre su carácter “documental” y cuenta entretelones.

Por su parte, el mendocino Castellani se refirió al impulso que la profesora Graciela González de Díaz Araujo (Cheli) le dio para concretar el escrito. Y mencionó a distintos maestros, de diversas tendencias y latitudes, que contribuyeron y definieron su formación: desde Ernesto Suárez a Eugenio Barba. Sin olvidarse, por supuesto, de José Luis Valenzuela, tutor de la beca con que Castellani realizó esta experiencia escrita y creador clave en su aprendizaje. En Sembrar aconteceres… Castellani referencia sus trabajos (y los documenta fotográficamente), confiesa sus estrategias y métodos, descubre ejercicios, demuestra su admiración por Italo Calvino y agradece los beneficios de trabajar en “tribu” y a los integrantes de la misma, sus principales cómplices y críticos.

Por otro lado, la quinta jornada de la fiesta sumó como espectáculos de la grilla oficial a Las casas que integran el viento (Tucumán), Espía a una mujer que se mata (La Pampa), Ojo de Pombero (C.A.B.A.), Cuenca. Todo debajo (Entre Ríos) y Ese día en el que nos encontramos todos (Chaco). Como siempre, hubo propuestas invitadas, foros, talleres y desmontajes.

Una de las puestas más atractivas se concretó en el espacio abierto de la Sala 88. En una noche fresca, muy agradable, seis personajes desnudan sus irrealidades, los sinsabores de una vida engañosa. Sueños, ilusiones, ficciones… Nadie está en su eje (porque nunca lo estuvo) y la frustración flota en el ambiente. La historia no es otra que la de Tío Vanya, de Chéjov, en la versión que Daniel Veronese bautizó Espía a una mujer que se mata.

Con dirección del porteño Adrián Canale, los actores pampeanos Carina Patthauer, Edith Gazzaniga, Mariana Roseró, Sebastián Buttafuoco, Marcelo González y Chiche Astigarraga, desandan el ambiente campero con tanta naturalidad como ambigüedad, haciendo equilibrio entre la ficción y la realidad, con momentos sobrecogedores y estallidos de humor doloroso, cuando lo pasado se despliega como una sucesión de mentiras.

Toda una curiosidad, ya no de la adaptación de Veronese, sino específicamente de esta puesta, es el hecho de que el personaje del médico rural, muy preocupado por los fenómenos de la naturaleza, despliegue en un momento un mapa para demostrar el carácter egoísta de la provincia de Mendoza al arrebatarle a La Pampa el agua del río Atuel y dejarle en seco buena parte de su territorio. Una histórica disputa que, con el tiempo, se ha convertido en una obra de teatro político.

Curiosidad al margen, Espía a una mujer que se mata sostiene su interés todo el tiempo. Hay un muy buen aprovechamiento del espacio, las situaciones domésticas -beber, comer- surgen con espontaneidad y se ilustran de modo concreto, sin tomar previsiones ni proponer sugerencias. Todos los humores -y sus abruptos cambios- se palpan en la atmósfera y la sensación de hastío y decadencia nos convence. Los trabajos femeninos -tan distintos, dado el perfil de cada personaje- son muy interesantes y, entre los varones, despunta Marcelo González, como el profesor Serebriakov.

 

Fotos (de arriba hacia abajo): Sembrar aconteceres..., Éxodo... y Espía a una mujer que se mata.