El cine mendocino en 20 momentos (Nota 2)

31.03.2020 22:40

Por Fausto J. Alfonso

 

Tal como se señaló en la Nota 1, en Mendoza -créase o no- se han filmado cientos de películas, casi desde los inicios del cine mismo. Desde El camino del gaucho a Siete años en el Tibet. Desde El romance del Aniceto y la Francisca a Vino para robar. Desde El último cowboy a Río escondido. Todo lo que se documentó en el período mudo y todo lo que se rodó en nombre de la productora Film Andes. Sin embargo, son muy pocos los títulos que pueden autenticarse como mendocinos, si consideramos la cadena que va desde la ideación hasta la realización, más la intervención de la mano de obra (técnica, artística, logística). Lo que sigue es un recuento de títulos en cronología inversa (2019-1995) que aspiran a la categoría de film mendocino, aunque el grado de pureza entre ellos difiere, en tanto alguno tiene ayuda económica externa, actores de otros sitios o algunos técnicos invitados. Aunque en esta segunda nota, esa participación disminuye casi a cero. Hay cortos, medios, colectivos, tesis y ejercicios, pero sobre todo largos. Lo que sí tienen en común son nuestros paisajes y el hecho de que, a su modo, cada uno ha marcado un momento o un pequeño hito en la historia de la cinematografía local. Ya sea por su temática o su género como por su estética, su enfoque técnico o su inclasificable bizarrez. Veamos.

 

  1. A sangre fría (2019). Textura, planos e interpretaciones remiten a los telefilms que se hacían en vhs hacia fines de los ’80, tipo Charly, días de sangre. El guión es ingenuo, los diálogos convencionales y es evidente que falta una dirección de actores. La trama: en una familia hay una herencia de por medio, un loco empieza a liquidar a sus integrantes; después, una pequeña vuelta de tuerca. Y chau. Son 26 minutos con más suspenso que gore. Aspira al top five de cortos bizarros mendocinos y con el tiempo posiblemente siga el recorrido de Charly… y se convierta, como aquélla, en obra de culto (local). Hay que reconocer que los créditos finales son atractivos. Guión y dirección: Martín de la Cruz. Aclaración: pese al título, Truman Capote nada tiene que ver.
 
  1. Inefable (2019). Suerte de clip de nueve minutos, en la línea de las campañas de concientización y bien público. La idea fue de la actriz Gisela Lorca y en la dirección se colocó Pablo Abarca. Filmado en blanco y negro, muestra alternadamente tres situaciones de captación de mujeres jóvenes para su trata. Se puede ver puntualmente cuáles son las distintas técnicas que utilizan los secuestradores, quienes no discriminan contextos ni espacios para lograr su cometido. A esas imágenes se suma una coreografía (y una música efectista) a cargo de Sofía Manzano y Yamil Rezk, que estiliza esos modus operandi. Actores jóvenes y veteranos se sumaron a este trabajo que se deja ver como una pieza prolija, sin mayores pretensiones y sí muy buenas intenciones.

 

  1. Buenos Aires al Pacífico (2018). Ni bien nació, el cine se puso a coquetear con el tren. En 1896, la Llegada del tren a la estación de la ciudad, de los Lumiére, lo dejó claro. Tres años después, la pareja se formalizó con El beso en el túnel, de George Smith. De allí en más y hasta hoy, la dupla comparte las alegrías y desavenencias propias de todo romance, motorizada (o paralizada) por la esencia de uno y otro: el movimiento. De esto, pero también de muchísimo más, habla el sólido film de Mariano Donoso Makowski (Opus, Tekton, Radiografía del desierto), partiendo de dos pretextos: un sueño personal y una realidad trunca. De una, la comodidad y la ignorancia nos conducen al término documental. Pero Buenos Aires al Pacífico, tiene un trazado muy complejo, donde los ramales conforman un laberinto con postales propias del film-ensayo, la ficción, el cuaderno de notas, la poesía visual y, final e inevitablemente, lo documental. Erudito a menudo, estremecedor por momentos, el film (cuyo título alude al tren que unía Buenos Aires con Valparaíso), no abandona nunca el lirismo. La relación que se establece entre imagen y texto recuerda a algunos trabajos de Joris Ivens. Cierto fatalismo confirma una frase de Pavese que abre la película. Y la belleza, constante en todo el recorrido, impregna conceptos de por sí arduos y sucios: las maquinarias, el trabajo forzado, las inclemencias de la naturaleza, la ambición de los poderosos, el progreso y su doble filo. Ganó como Mejor Película Argentina en el Graba 02. A Roger Koza le voló la peluca y la definió como “un duelo del siglo XX”. Buenos Aires al Pacífico produce nostalgia, asombro e indignación. El sueño embellece las ruinas. La realidad afea el paisaje. Las vías muertas. Los durmientes durmiendo. “El centro que se convirtió en arrabal…” Rodeado de un equipo pequeño y talentoso (Mariana Guzzante, Manuel Alonso, Marcelo Zogbi, Lucas Kalik, Emma Saccavino Ganem), Donoso Makowski nos lleva a muchos lugares, como queriendo compensar tantos trayectos que hoy son solo historias, recuerdos, fotos. Lo consigue sobradamente. Disponible en Vimeo.

 

  1. Reflejos (2018). Alcides Juan Carlos Araya lleva años incursionando por distintas estéticas, formatos y temas, tanto en cine como en tv. Para esta ocasión optó por la variante lírica-experimental. Partiendo de su título, quienes pretendan encontrar imágenes espejadas, distorsiones, desenfoques, sobreimpresiones, transparencias, superposiciones, múltiples juegos de texturas y, lógicamente, reflejos… ¡los encontrarán! Pero también, cuando las imágenes lo pidan, recuperarán sus colores plenos, contundentes, y la nitidez de sus contornos. Lo que no van a encontrar, y está bien que así sea dado el registro de la propuesta, es una historia convencional, sino insinuaciones, sugerencias de algo que pasa. Que el guionista sea el célebre Luis Alfredo Villalba es coherente con el resultado. Devoto de lo no-narrativo, de Godard, de Figgis y otros trozadores cinematográficos, Villalba ama la dispersión, la abstracción, pero también los interrogantes directos (a veces irónicos, a veces no) que aquí se traducen en rótulos dispersos. Así, no podría haberse transformado en mejor socio para Araya. Los dos, además, suman fuerzas a la hora del montaje. Discontinuar abruptamente el sonido o aprovechar parcialmente el cuadro, llevan al espectador a reflexionar sobre el silencio y la mirada. Claro, al espectador desprejuiciado (que incluye a algunos cinéfilos, no a todos). Con una belleza elaborada -que seguramente es el destilado de unas cuantas horas frente al paisaje- el film exige desde el segundo uno dejarse llevar por su poesía, guiados por la intermitente presencia de una niña que atraviesa parajes tan disímiles como las músicas que los acompañan (muy buena selección de artistas y temas). Reflejos conlleva una mirada ecológica no convencional y reflexiones que se disparan hacia varias partes, atravesadas por el vínculo hombre-naturaleza. La idiosincrasia y la búsqueda personal son de la partida. Los primeros planos de los rostros son tan potentes como las panorámicas de los lugares. Y cuando el veteado de la anciana y el cielo se entrecruzan, todo se aclara y oscurece a la vez. Una de las gráficas reza: “El deseo me hace libre”. Que ésta es una película libre, no quedan dudas. Y, se deduce, también es deseada. Tuvo una primera versión en 2012.

 

  1. El gato ese chino que saluda (2018). Los films colectivos-episódicos (es decir, no solo colectivos ni solo episódicos) surgieron en los ’40 y tuvieron un gran impulso en los ’60, con Italia a la cabeza. Desde entonces, los hay por todos lados, pero en Mendoza no son frecuentes. La idea es trabajar partiendo de una misma consigna, tema, objeto, etcétera. En este caso, el Maneki-Neko. La mayoría de este tipo de films son irregulares. Y éste también. Manuel Alonso, Tito de la Vega, Joel y Natanael Navas, Leandro Suliá Leiton y Andrés Llugany, con la coordinación general de este último, son los directores responsables de estas mini historias que juntas suman dos horas. Las propuestas navegan entre el disparate y la pretensión, con un alto uso del absurdo y la fantasía. Varían en técnicas, estéticas y registros, sin temerle al kitsch y al qué dirán. Las más atractivas son: la animada Los emigrantes (Llugany), donde el humor y los sentimientos responden a una idea clara, y donde las tiernas imágenes se complementan con un buen trabajo de sonido de Manuel Alonso; El intruso (Llugany), con correcta actuación de Tito de la Vega y un suspenso clase B; y Manekiss (Suliá Leiton), donde Rodrigo Casavalle realiza una buena performance, aunque uno se pregunta si no se podría haber hecho lo mismo sin el Maneki-Neko. El resto tiene aspectos y/o cositas: la música (a veces “rotiana”) en La gata bajo la lluvia (Alonso); el canto de Lucía Miremont en Eva y él (Navas); el dron (y la barba de Mario Raholín, claro) en Marimira (De la Vega); el uso del murmullo en Rápidos, furiosos y abollados (Llugany); o la escena final en Última guardia (Llugany). Mención aparte para Dr. Fornestein (Llugany), que abre el conjunto y se desarrolla discontinuamente. Parece (o es) una parodia del terror de los ’30, mezclada con un sketch estilo Calabromas, donde Jorge Fornés (Fornestein) y Hugo Vargas (Ugor) resultan bizarros émulos de Juan Carlos Calabró y Jaimito Cohen. ¡¡¡Ver para creer!!! Accesible en Youtube.

 

  1. Matar a Lencinas (2018). El grupo Tanta traición arrancó en el teatro con su visión sobre el asesinato de Carlos W. Lencinas, y luego se animó a una serie web y a la versión largometraje. De ésta, lo más fuerte está en escaparle a la pretensión documental y en ensayar su propia mirada ficcional sobre los hechos. Lo más flojo es su incoherencia técnica-estética, producto de la alternancia de gente en casi todos los rubros. Muchas manos en un plato. Luces (sobre todo), actuación, atmósfera, carecen de una congruencia de estilo. La música anticipa un suspenso que no siempre las imágenes confirman, mientras los planos cortos y la cámara negra ayudan a resolver/disimular las limitaciones presupuestarias. La trama anuda traición, entuertos, corrupción, internas, machismo, amor y diversidad sexual. Todo eso a lo que nuestra fraudulenta política, de ayer, hoy y siempre, nos ha acostumbrado. Aderezado aquí con toques de superstición y fantasmagoría, que hacia el final derivan en una insólita escena “bergmaniana”. Línea aparte para los efectos especiales: sin palabras. No se puede negar que la historia -y ésta hecha guión- tiene su atractivo, pero la realización y varias actuaciones son las que terminan por Matar a Lencinas. Tristán Casnati y Mariano Martínez fueron los ideólogos de todo este asunto, pero es muy difícil adjudicarle a alguien la hechura concreta del film.

 

  1. Cortos en el túnel (2017). A modo de manifiesto contra las políticas de Macri, ocho realizadoras/es crearon sendos cortos de entre 3 y 4 minutos. Unos, más cerca del cine militante puro, otros más cerca de un cine urgente. Del conjunto, que no es un derroche de ingenio, se destacan La cacería de Herodes (Milagros García Mansilla) y su mirada sobre una discriminación apocalíptica; Estanciero (Andrés Llugany), retrato a puro sarcasmo de un presidente que ya no tiene qué vender; y El discurso (Darío Exequiel), una fábula de gato y gorriones. Se pueden ver dispersos por Youtube o todos reunidos en: https://cortos-en-el-tunel.tumblr.com/

 

  1. Héroe local (2016). Otro de los tantos cortos interesantes de Andrés Llugany. En el ignoto paraje de Ríoseco (así, todo junto), nada pasa. Sin embargo, la inteligencia artificial está más que desarrollada. Por eso hasta allí llega el campeón mundial de ajedrez, ruso él, para enfrentarse a una máquina. Como conocemos la trampa de entrada, el mérito del director está en sostener el suspenso. Lo hace con tomas y planos cortos, que van a los detalles, buscando la tensión en medio del absurdo. Nada de diálogos. Un poco de sonido ambiente. Dos o tres cosas le alcanzan para hurgar en el sueño colectivo de un pueblo marginado, en su minuto de gloria. Para contrastar el asunto con el honor herido. Para hablar de la picardía liberadora. Con calidez, capta imágenes pueblerinas y acierta en el retrato de un evento de envergadura con aires de acto escolar. Un humor seco, tipo deadpan, está siempre presente. Y los registros de la comunicación, claves en el relato: un noticiero onda Sucesos Argentinos, con la llegada del ruso; el exitismo desde la tv; los orgullosos testimonios gráficos en las paredes del bar. Película cortita y al pie, muy entretenida y original. Con Fabricio Centorbi y Hugo Vargas. Está en Youtube.

 

  1. Madam baterflai (2013). El largometraje documental producido y dirigido por Carina Sama lleva como atinado subtítulo “La diversidad dentro de la diversidad”. Sujeto a esta especie de lema, su trabajo aquieta dudas, genera reflexión y despierta nuevas inquietudes en el espectador atento. Siempre desde una perspectiva que esquiva el sensacionalismo y la condescendencia oportunistas. Sama interviene en la cotidianidad y la sensibilidad de cuatro chicas travestis y una transexual, para abordar tópicos que no por conocidos han sido del todo comprendidos: la familia como fuerza gravitante, la decisión de ser mujer en un mundo donde eso es justamente lo más difícil, la realización a través de un trabajo (cualquiera sea éste que fuera); la amistad genuina, que trasciende todo tipo de diferencias; la religión, entendida más allá de sus convenciones y el concepto de Dios visto desde otra perspectiva; la relativización de la genitalidad como factor definitorio de la condición. Y más. La directora consigue testimonios auténticos, cargados de verdad, de esa verdad en la que cada una cree. Tanto ella como sus entrevistadas eluden plantear las cosas en blanco y negro, como una obvia batalla contra la sociedad (pero se sobreentiende que esa batalla aún existe). Buscan en detalles, matices y anécdotas todo aquello que enriquezca el tema y el debate. Del “trucaje” para parecer a la hormonización y la cirugía. De los juegos infantiles (y su inversión) a los escenarios plagados de lentejuelas. De la marginalidad al comercio y la empresa. Recorridos de todo tipo que confirman lo personal y único que, en definitiva, somos todos. A Marcela Casanova, Joseph, Carolina de la Cruz, Mariana Arancibia y Paloma León, las protagonistas, se suman la palabra del urólogo César Fidalgo y de quien fuera una importante referente trans: Lohana Berkins (1965-2016), protagonista de Furia Trava y fana del Che. Formalmente sobrio en sus tres cuartas partes, el film se juega hacia el final por muy bonitos juegos estéticos, con proyecciones sobre los cuerpos, que descubren distintas facetas y coloraturas de cada una. Hay un hermoso trabajo de mapping y animación (Carolina Travi) y también de títulos (Zarzavilla Imagen). Madam baterflai va revelando de a poco qué las llevó hasta donde llegaron; las confesiones surgen sin hipocresías y, en algunos casos, sin ocultar el miedo al futuro. Algunos datos duros no convienen ser revelados en esta nota. Vale la pena meterse en la propuesta.

 

  1. La casa inundada (2013). Este corto experimental de Joel y Natanael Navas sugiere varias lecturas de tipo existencial en torno de los vínculos, los recuerdos y las pérdidas. En un paraje solitario, una mujer (interpretada por la buena de Valeria Rivas) cuelga amorosamente sábanas y otras cuestiones. Y juega como si lo hiciese con fantasmas. Es como una rutina. Su vestimenta sugiere distintos tiempos, distintos días. Parece un alma desesperada, atormentada, cuya cabeza alberga tantos pensamientos como murmullos. En la propuesta hay búsqueda y poesía. Y mucha naturaleza con sus propias leyes de las compensaciones. Y en un momento, el agua sube. Y la montaña mira, de lejos. Atendible. Está en Youtube.

 

  1. El último sodero (2013). En su corto debut, desde un tema que le resulta literalmente familiar (su padre es el protagonista), Carlos “Charly” Farina pisa sobre seguro, sin dejarse tentar por las sirenas de la experimentación ni un falso lenguaje innovador. Su búsqueda consiste en ir al encuentro de aquellos recursos que no por tradicionales dejan de ser eficaces. Es decir, una estructura que empuja siempre hacia delante, con tomas breves y escenas semánticamente transparentes, en correspondencia directa con las rutinas, la claridad y la simpleza del personaje a documentar: el sodero del pueblo. Un hombre que representa a otros tantos que por los gajes de su oficio terminan siendo intérpretes o portavoces de una comunidad. No es raro entonces que, a la hora de la jubilación, la nostalgia redimensione su valía. Su lugar, el del sodero, bien lo podría ocupar un cartero de la vieja guardia o uno de esos agentes de policía que ya no quedan. Fotografiar a un personaje (a una persona) de este perfil es, en buena medida, tomar registro del espíritu de una sociedad. Farina atiende a los detalles del pequeño pueblo, al colocar en igual protagonismo sonoro/visual el picoteo de las gallinas y el rumor del escaso tránsito, al respetar el habla de compadres y comadres, la cargada amigable, el humor inocente, el chiste pícaro, aunque nunca hiriente. Pero lo que más cuenta es la sinceridad del recorrido por la vida y el oficio de don Farina, al ritmo de su camión de reparto. Trayecto alimentado por varios testimonios y algunos cruces verbales que, entre otras cosas, reivindican algo en vías de extinción: la palabra empeñada. Tan en extinción como sacar a bailar a alguien con un ligero cabeceo. Esto es, a lo Farina padre. Segundo premio en el MENDOC 2013.

 

  1. El pasaje Hammarskjöld (2009). Está en plena ciudad de Mendoza y sin embargo pareciera que allí, en el pasaje Hammarskjöld, nunca pasa nada. Pero en el corto que Carlos Llorens decidió ambientar allí, sí pasa. En el tramo de unos pocos metros, cuatro parejas se encuentran y desencuentran, discuten y se callan. Distintas facetas de la neurosis del ser urbano; y también distintos modos y niveles de violencia. Un trabajo sencillo con buen manejo de los tiempos y planos cortos, aunque la cámara delira hacia el final. En Youtube.

 

  1. Las ventas (2008). Se trata de un ejercicio cinematográfico, pero mucho más atractivo que varias películas “formales”. En un ambiente, con una única toma que va del plano general largo al plano medio, y en siete minutos, un hombre intenta hacer picar a otro sobre algo que nos enteramos al final. La trama se asienta, por lo tanto, en las técnicas de persuasión y seducción que se usan en el comercio y la publicidad. Es una broma ligera y simpática, con excelente actuación de Gustavo Casanova (quizás el actor con más participaciones en el reino audiovisual mendocino), seguido por un casi silente Pablo Rodríguez Albi. Se realizó en el marco del Seminario de Especialización e Interpretación Cinematográfica que ofrecieron en Mendoza Assumpta Serna y Scott Cleverdon. Dirigió Mario Herrera y se consigue en Youtube. La tipografía de los créditos incluye letras con coronavirus.

 

  1. Mendoza territorio punk (2007). Su fachada de crudo y su estructura convencional no impiden que este mediometraje sobrelleve con mérito la didáctica de todo documental que se precie. Miguel Luna y su colega belga-argentino Andrés Lübbert se propusieron demostrar que el punk en Mendoza es más que una cuestión musical o un manojo de crestas, aunque apelando a las tres bandas más emblemáticas: Kinder Videla Mengele, Embate y Fuera de tiempo. Así, vemos cómo sus integrantes explican un fenómeno, pequeño pero potente y creciente, que siempre se intentó asociar a la violencia. Seguimos a los músicos hasta sus hogares, ya en éstos, a la salida del trabajo, comprando, tomando, pero sobre todo reflexionando sobre la inevitable autogestión, la censura en democracia (“filtros de información” y otros atropellos oficiales), el compromiso social que les ha tocado en suerte y cierta vida “en contradicción” al cantar lo que cantan sin poder dejar de acatar los “métodos maquiavélicos de la patronal”. El argentino medio no se salva y es blanco de filosos e indiscutibles comentarios, al estilo “la gente de Mendoza es así; sacás un cd y te dice regalámelo”. Periodistas de rock como Gabriela Góngora y Matías Aguilar acercan su análisis, pero no suman demasiado. Al trabajo le faltan detalles formales, pero logra su cometido y compromiso. “Sueño sólo en siestas/ precaria solución/ en la ciudad del sol/ una mente desierta/ hoy no tiene dirección”, dicen los Fuera de Tiempo. Y vaya si no tienen razón. Nos guste o no.

 

  1. Eliana Molinelli, vida nada te debo (2007). La artista plástica Eliana Molinelli (1943-2004) fue una ola feminista en sí misma. Sin pancartas; nada más ni nada menos que con la fuerza arrolladora que la caracterizaba como persona y como creadora. Quienes la conocieron pueden dar fe de ello. Quienes no, les bastará con ver esta propuesta de Máximo Becci, donde una serie de testimonios de amigas/os, discípulos/as y familiares subrayan la tenacidad y personalidad con que se impuso en el campo del arte, dando batalla a herramientas y materiales difíciles. Sin salirse de las convenciones del formato documental, el director construye a fuerza de entrevistas el retrato de alguien que trascendió Mendoza y que con su accionar demostraba a las mujeres -como lo precisa Laura Valdivieso- “la posibilidad cierta de hacer cosas”. Según su hermana, Eliana nació muy frágil, algo que nadie podría imaginar. De esa fragilidad física inicial solo conservó la delicadeza de su aspecto, que asociada a su energía desbordada (porque era una mujer “desbordada”, recuerda Estela Labiano) terminaba dando una guerrera imbatible. Según Natasha, una de sus hijas, era “un huracán”. La narrativa clásica apenas se interrumpe con fugaces dramatizaciones, algo de pantalla partida o un picadito de tomas rápidas. Lo mínimo necesario para aligerar la sucesión de rostros que la homenajean. En un momento se la puede ver a la mismísima Eliana trabajando en su taller y reflexionando sobre su labor (imperdible cuando habla de las armas). Su compromiso con la realidad era evidente, pero no obvio. Y su destreza como artista, única. Escuchando al técnico Raúl Molina, del Taller de Fundición de la UNCuyo, se deduce que manejaba las chapas como si se trataran de telas. Un documental didáctico y sentido, para recomendar, para hacer ver a las generaciones jóvenes. Con buena música de Maxi Amué y producción de Gaspar Gómez. Cuenta Natasha que en lo cotidiano su madre, cuando terminaba de hacer algo y estaba satisfecha, parafraseaba a Amado Nervo y decía; “Vida, nada te debo”. De allí, el título de este trabajo. Disponible en Youtube.

 

  1. El 45 (2007). Una pieza rara -y pionera- en un formato nunca desarrollado del todo en Mendoza: la video-danza. El 45 es un trabajo de Sol Gorosterrazú Vera -foto- (idea, producción, coreografía, interpretación y co-dirección) y Alberto Ábrego (cámara, edición y co-dirección). En 4’35”, el dúo propone un viaje mecido por un triple movimiento: el de la cámara, el de un cuerpo y el de un colectivo. En este último, una mujer procura ganar una posición. Quizás se trate de un ser fantasmal, en tanto el resto de los pasajeros permanecen indiferentes a su exploración (tal vez involuntaria metáfora de lo que suele ser un mendocino). La chica va desde deslizamientos sutiles que acarician el sitio a una búsqueda frenética en procura de aquel espacio adecuado. La libertad inicial se vuelve trampa y claustrofobia, hasta la llegada de una liberación -un final de viaje- que quizás no sea tal. El escenario en el que se convierte el colectivo ofrece en los detalles de su estructura (asientos, pasamanos, ventanillas, etcétera), los vericuetos y apoyos apropiados para una lucha tenaz con el espacio. Coreográficamente aprovechados, la cámara en mano se encarga de registrarlos de manera yuxtapuesta y fragmentada sin perder la idea del todo. Los efectos propios del video asoman con discreción; al igual que las analogías (ese ser humano brindado en sacrificio, como una res), que aún en su brevedad pueden disparar otras connotaciones poco favorables a un viaje en colectivo. Más allá de su confección correcta, atractiva, la fortaleza de El 45 tiene que ver con su punto de partida. Con una idea que encierra en sí el potencial de lo que se entiende por video-danza. Esa voluntad de cruce, de disciplinas y artistas solidarios, que permite esquivar la obviedad de una danza filmada. Lógicamente, la banda de sonido termina por sellar esa nueva identidad espectacular que se le pide a la video-danza. En este caso, de la mano del tema Neila, creado y producido por GUM y 203 (Yuxtapose).

 

  1. Bar argentino-Antes del después (2002). Alfredo está copeteando en el bar. Espera a Elena, que no es justamente una dama; es su guitarrista varón. Pero sí piensa en una dama; en aquélla a la que homenajeará con una serenata, a la luz de la luna y a las chispas de una lluvia, con la lógica intención de conquistarla. Y hacia esa misión va, seguido por Elena y otros dos músicos de esos que gastan las noches en un intenso periplo de fiestas en clubes y otras instituciones barriales. El resultado del canto de Alfredo es Nuestro juramento (de Julio Jaramillo) y el film en cuestión, Bar argentino-Antes del después, está dirigido por Rodolfo P. Alcaraz. El corto (rodado en 16mm y color), como su título lo indica, juega con el tiempo desde una perspectiva muy subjetiva, que tiene que ver con las expectativas, la imaginación y la esperanza del protagonista. Es decir -desde lo escenográfico- con las ventanas abiertas de un bar o de otro sitio codiciado para acodarse a proyectar. A lo largo de sus 17 minutos, se alternan en lo musical Gismonti, Zitarrosa y Los Wawancó, además del citado tema. Sensibilidad y apuntes mágicos se cruzan en este producto mendocino cuyo travelling final, deliberadamente o no (y con otras connotaciones) está hecho muy a lo Favio de El dependiente. Que el personaje de Hugo Vargas se llame Elena es también una referencia-homenaje al Carmen (el enano Polvorita) de Soñar soñar, también de Favio. Como un angelito aparece por ahí el hoy conocido actor teatral David Laguna. Se puede ver en Youtube.

 

  1. Cimarrones (2002). “La cosa es simple”, descarga de entrada un personaje refiriéndose a “un trabajito” que está encargando. Pero sabemos que, en el cine, los trabajitos sencillos deben transformarse en callejones sin salida. Es lo que pasa entonces en Cimarrones, donde Sergio Sánchez (el mismo del enorme Proyecto Celuloide), traza una red de violencia y traición, mientras sostiene una analogía sobre la naturaleza de los perros callejeros y el sistema mafioso. Sin recursos vanos, con un montaje y puesta en escena limpios, y con los tiempos aceitados, el director redondea una historia simple, aunque efectiva, no exenta de chispazos de humor sardónico, algunos puestos deliberadamente por el director y otros alimentados por la imaginación popular. “A vos te conozco. Vos trabajás para un político”, le espetan al capomafia interpretado por el recordado Oscar López Pájaro, mientras el espectador atento no puede dejar de esbozar una sonrisa. Junto a Pajarito, actúan Pablo Flores, Carlos Lagos, Miguel Mendoza y Bachi Buttini. El guión es del mismo Sánchez, la producción ejecutiva de Alejandro Moyano, la fotografía de Mario Lázaro, la dirección de arte de Evangelina Battagión y la música original de Rodolfo Castagnolo. Se puede ver en Youtube.

 

  1. Primera sangre (1998). Rodado en 16mm y en blanco y negro, este corto de 8’ propone una mirada delicada sobre el afecto y la (in) comunicación entre madre e hija. Tiene el tono de un cuento (y de hecho arranca citando a La bella durmiente) dicho con sinceridad y calidez. Se vale de recursos clásicos (el diario personal como confesión, el flashback para el recuerdo) para hablar sobre el pudor que genera lo inevitable: el pasaje “de niña a mujer”, como recitan los cantantes románticos. Su directora, Cristina Raschia, lo presentó como trabajo final de un workshop realizado en la New York Film Academy en 1996. Luego anduvo por festivales en Montevideo y Bahía. El trabajo de cámara fue del colombiano Andy Baiz (el de la más que interesante La cara oculta y otros largos). Buena recreación de las tomas sesentistas y aprovechamiento del blanco y negro. En Vimeo.

 

  1. Encuentro sospechoso (1995). Una de las tantas curiosidades que la era digital rescata de los albores de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video. En este caso, el trabajo final del primer egresado de la institución, allá por el ‘95: Mario Herrera (Caso cerrado, Puerta a puerta, Los que llegan a las cuatro, etc.). Un corto de 10’ donde lo que importa es más la atmósfera de cine noir que el relato en sí. Música de jazz, luces tenues, clima de intimidad… Todo propicio para un romántico encuentro (tramposo o no). En ese marco, dos maleantes (sin relación entre sí) espían a una pareja que charla en una de las mesas. El novel director ensaya los distintos planos, movimientos y desenfoques que aprendió para retratar a un elenco de actores hoy consolidados y que por entonces hacían sus primeros pininos en la interpretación audiovisual. Filmada en el recordado Patio Mitre. Con Jorge Fornés, Gustavo Casanova (foto) y Marcelo Lacerna. En Youtube.