El cine mendocino en 20 momentos (Nota 3)

14.04.2020 20:35

Por Fausto J. Alfonso

 

Tal como se señaló en las notas 1 y 2, en Mendoza -créase o no- se han filmado cientos de películas, casi desde los inicios del cine mismo. Desde El camino del gaucho a Siete años en el Tibet. Desde El romance del Aniceto y la Francisca a Vino para robar. Desde El último cowboy a Río escondido. Todo lo que se documentó en el período mudo y todo lo que se rodó en nombre de la productora Film Andes. Sin embargo, son muy pocos los títulos que pueden autenticarse como mendocinos, si consideramos la cadena que va desde la ideación hasta la realización, más la intervención de la mano de obra (técnica, artística, logística). Lo que sigue es un recuento de títulos en cronología inversa (2019-2001) que aspiran a la categoría de film mendocino, aunque el grado de pureza entre ellos difiere, en tanto alguno tiene ayuda económica externa, actores de otros sitios o algunos técnicos invitados. Aunque en esta tercera nota, como en la segunda, esa participación disminuye notablemente y en muchos casos desaparece por completo. Hay films largos, cortos, medios, colectivos, de tesis y ejercicios. Lo que tienen en común son nuestros paisajes y el hecho de que, a su modo, cada uno ha marcado un momento o un pequeño hito en la historia de la cinematografía local. Ya sea por su temática o su género como por su estética, su enfoque técnico o su inclasificable bizarrez. Veamos.
 

  1. Juan Viento (2019). Excelente debut en la animación de Carlos Farina (El último sodero, El mar más allá de las baldosas). Un hombre maduro que trabaja en el parque con una sopladora de hojas debe lidiar con el indomable viento. La pequeña anécdota del pequeño corto (4’22”) es un pretexto para hablar de los ciclos de la vida y de cómo el entorno condiciona o potencia la imaginación y activa los recuerdos. Apelando a colores suaves y otoñales, a figuras de contornos nítidos y a fondos brumosos o transparentes (esto último según se trate del presente o el pasado del relato), Farina concibe un cuento sensible y profundo. En algún punto, el trabajo nos recuerda a Mordillo, en el sentido de la relación del hombre con la naturaleza y en la tremenda oposición de tamaño y fuerza que se establece entre ambos. Algo bien graficado en el uso de los planos y ciertos movimientos (como el zoom out). Pero, a diferencia de aquél creador, el mendocino evita el humor capcioso y busca una salida más positiva y alentadora. Algo así como “si no puedes contra el viento, únete a él, aprovecha su fuerza”. El rostro simple pero expresivo del protagonista nos introduce en su infancia, donde el espacio y la imaginación son ilimitados. Allí hay que hurgar a la hora de encontrar soluciones en la adultez, parece decirnos este señor Juan Viento. Un objeto cotidiano, algo que tenemos a mano, nos puede ayudar en la búsqueda de esas soluciones. La música original y el diseño sonoro de Andrés Grosso y Carlos del Río redondean la delicada hechura de esta propuesta. Accesible en Youtube.

 

  1. Digo la cordillera. Cuadernos de viaje (2018). Los amantes de la montaña tienen disfrute asegurado y los de la plástica también; y el director, Ciro Novelli, con semejantes paisajes y con los protagonistas, tiene media película hecha. El tema es ver cómo le va con el otro cincuenta por ciento. Y le va bien, al contar este tour de force que Carlos Gómez Centurión y Pat Andrea realizan por la Ruta Sanmartiniana hasta dar con La laguna escondida, a 4.000 metros de altura. Allí, mirar hacia el Aconcagua y contemplar, dibujar, pintar… sobre particulares lonas tensadas en no menos particulares bastidores de aluminio. Tratándose de cine y plástica, la luz redobla su importancia y el director y su equipo sacan partido por ese lado, logrando imágenes de hermosa coloratura y texturas varias. Ciertas tomas cenitales y las panorámicas sobre el final demuestran esmero y técnica cuidada. El relato se detiene solo lo necesario en detalles que hacen a toda expedición de este tipo (la caminata en fila india, con las mulas cargadas; los momentos para acampar, comer y pernoctar, etc.). La diferencia la marcan, obviamente, el montaje de los bastidores y los plásticos en acción. Las temperaturas fluctuantes, el viento, la altura, en definitiva, la adversidad, le otorgan al asunto la dimensión de gesta. “Las estrellas no dejan dormir, se te vienen encima”, apunta Carlos, mitad queja mitad deleite. El material fílmico se completa con momentos en París (donde reside el holandés Andrea) y San Juan (de donde es Gómez Centurión, hijo del que fuera dos veces gobernador de esa provincia). Podemos ver sus talleres, cómo trabajan, cómo eligen materiales en un negocio, cómo reflexionan sobre sus obras. El film es también la historia de una amistad que arrancó en el ’89 entre dos artistas que no se parecen ni ahí. Pero, ¿para qué semejante esfuerzo? ¿No basta con una buena foto de la montaña para inspirarse? Para Pat, lo verdadero es “la presencia”, hay que tener un contacto directo. Al paisaje hay que “filtrarlo por el ser humano”. Para el sanjuanino, la travesía es más que una salida a pintar. Es “una performance, donde importan las telas, los bocetos, las fotos, los relatos, el esfuerzo físico…”. La película contiene una digresión hacia Jujuy que, si bien la montaña y el arte siguen presentes, saca innecesariamente de eje al relato central. En una escena de interior, colorida y con, la presencia del curador Fernando Farina (y su discurso) no suma. El bueno de Marcelino Azaguate aporta el suspenso musical, mezclando ritmos, yéndose a veces hacia cierto expresionismo y no cayendo nunca en lo autóctono obvio. Atenti a los buzos de Andrea. Lindos diseños. Se puede ver por cine.ar

 

  1. Oyentes (2018). El título, en su simpleza, dice mucho y a él se le pueden atribuir varias lecturas (¿cuántos tipos de oyentes, quiénes son y qué hacen con lo que escuchan?). Sobre todo, en una sociedad como la de hoy, donde reina la indiferencia. La historia de este corto transcurre en un estudio de radio, mientras se desarrolla un típico programa nocturno, que sobrevuela entre lo cálido y lo sensual. Por sobre eso, la intención intimista, con una voz apropiada, las pausas, los silencios dignos de un segmento que apunta a mitigar la soledad, a hacer compañía. Más aún, en una noche fría. Pero ese remanso se desmorona rotundamente con la llamada de una peculiar oyente (no más datos). De golpe, la violencia de género queda instalada como tema y -he aquí el mérito del guionista y director Fabricio Centorbi- el equipo de trabajo (conductora, productora y operador) se resquebraja en tres posiciones a priori irreconciliables. Quizás en tren de no apartarse de lo políticamente correcto, Centorbi optó por diálogos que apelan a ciertos enunciados y réplicas clisés. Pero el planteo general es muy bueno, y la resolución está a la altura de las circunstancias, con un final que se demora unos segundos, al incluir atinadamente un anticipo de los créditos como recurso retardante. Al frente del programa hay una muy buena actriz, Ivana Catanese (Laura), cuyo personaje parece ser devoto de la revista Inrockuptibles, a juzgar por los varios números que hay en su mesa de trabajo. En pocos minutos, Catanese demuestra su oficio transitando por distintos estados. La labor de cámara es elaborada y discreta. Trata de reforzar desde la imagen ese clima de contención e intimismo ya señalado, alternando la cocina del programa con postales de la ciudad nocturna. Lo mismo se puede decir del sonido y la banda musical que suma temas de Juan Pablo Miranda, Elbi Olalla y Gonzalo de Borbón, en una línea homogénea. Como comunicador que también es, el director escogió una temática que conoce: intenciones, límites y perjuicios del acto comunicacional, planteando una pulseada triple entre el sensacionalismo, la fidelidad estética (o editorial) a una idea y la ayuda social. No es fácil condensar un planteo así en pocos minutos. Pero lo logra. La historia, que ganó el Mendoza Filma 2018, trascendió hasta la India, donde se impuso como el mejor corto en el 6° Noida International Film Festival 2019. Merece más difusión.

 

  1. Patria por dos pesos (2018). Varias ideas conocidas se asocian en este corto dirigido por Diego Quiroga. Hay mucho “inspirado” en Buster Keaton (y específicamente en Sherlock Jr.), un poco menos en films como Splendor o Cinema Paradiso, algo en El artista, etcétera. Bastante para 12 minutos y medio. Es decir, no hay mucho de originalidad en el planteo. Aunque sí en el título, muy bien puesto, que permite una lectura literal relacionada con la trama y una política relacionada con su aspecto metafórico. Formalmente, y hasta un punto, el corto está muy bien. La recreación de la estética muda, su ambientación y la música que acompaña, el humor “blanco” y las actuaciones (a los intérpretes les sienta muy bien la mudez, dicho esto sin ironía) conforman una obra coherente. Pero… basta que salte al color y a un final melancólico y desteñido para echarla a perder (por suerte son dos o tres minutos). Tradicionales recursos del metacine, como el espectador frente a la pantalla o la ficción en segundo grado son de la partida en esta obra que habla de sueños, ambición, autoridades cómplices y, obviamente, cine. Con Matías González, Victoria Favier y elenco. Disponible en Youtube.

 

  1. El acto de mentir (2018). Dirigido por Facundo Romero, este corto también podría llamarse el “arte” de mentir y hace pie en un tema que hasta ahora el cine argentino no ha gastado: los secuestros virtuales. La película muestra el modus operandi de los delincuentes y cómo pilotean la situación vía celular ante las víctimas. Pero, lejos de hacer hincapié en el dolor de los estafados (solo un poquito de soslayo), se dedica a las internas del grupo de maleantes, haciendo de un cuarteto toda una tipología. Tiene algo de suspenso y un puchito de acción, todo desde una puesta modesta. El guión -del mismo director- supera a la dirección, con su planteo de doble mexicaneada. Del elenco se destaca Claudio Martínez. En Youtube.

 

  1. El mar más allá de las baldosas (2017). Segundo corto de Carlos “Charly” Farina y primero de ficción. Su mirada sensible demostrada en El último sodero, la traslada a una historia que cruza a un niño de la calle con un guionista bloqueado (su escrito insinúa algo sobre Malvinas), y con la que el espectador conecta rápido. El director apela -en general- a tomas breves y planos cortos. Hay un atinado aprovechamiento del tiempo, sin escenas prescindibles, definiendo los personajes a partir de actos simples y concretos, y subrayando su mundo con fugaces imágenes de objetos que los identifican. Las necesarias referencias al cine se muestran deliberadamente como al pasar (fotos, libros, datos orales), al igual que las relativas a la infancia desprotegida (como en la radio). En sus 15 minutos, Farina apela a una variedad de recursos de cámara y montaje, sin caer en el muestrario de principiante, y sin perder de vista la intriga y una narrativa equilibrada. La estética realista de la historia, aplicada a la vida de una ciudad (y el murmullo del niño, que se pierde en el ruido urbano), pega un giro hacia el final, a partir de una escena mágica o al menos enigmática. A la que le sigue otra, de vuelta al realismo, que nos obliga a repensar el asunto en términos de ¿qué es lo imaginado, qué lo vivido y qué lo soñado? El tratamiento poético del film lo aleja del discurso moralista obvio. Muy buenas las actuaciones de Iván Tello y Gustavo Casanova. Se consigue en Youtube.

 

  1. Murga Ave Fénix (2017). Mendoza vivió el auge de las murgas en los ’90. Más de medio centenar copó todos los rincones de la provincia. Luego, se estabilizó un puñado, algunas de las cuales llegan hasta hoy. Y a partir de los 2000, espaciadamente, surgieron algunas más. Entre éstas, la Ave Fénix. Murga que su líder, Marcelo, confiesa nació desde “la calentura”, luego de que en una agrupación tuvieran más dos meses a su hija de cinco años sentada en un rincón, para finalmente decirle que no aceptaban niñas tan pequeñas. “Y si no te gusta, hacete una murga”, le dijeron. Por eso, de caliente no más, Marcelo aceptó el desafío y la armó. Fue en el 2001 y la calentura se mantiene intacta hasta hoy. Este corto, muy dinámico e inevitablemente colorido, cuenta esta historia al estilo de un pequeño documental didáctico para tv. Logra su objetivo: informa. Pero también sensibiliza y desalienta el estigma que desde siempre recayó en el Campo Papa. “Primero tiene una función social, y luego artística”, señala Laura, mientras vemos escenas familiares y amistosas, donde se potencian la solidaridad y la unión. “Es una murga mendocina, más circense, a diferencia de la rioplatense”, completa. La Ave Fénix tiene integrantes que van desde los ocho meses (leyó bien) hasta más de 60 años. Y según sus conductores ha sido una muy buena base para los más chicos. Les ha abierto la cabeza y el abanico hacia muchas otras posibilidades artísticas. Dirigieron: Juan Ignacio Blanco, Ignacio Cebreros y Sebastián Casciani. En Youtube.

 

  1. Al silencio (2016). Una pequeña y gran ceremonia a cielo abierto es la que plantea este film de Mariano Cócolo, donde un obrero golondrina se interna en la montaña para concretar aquel acto. Es una lucha entre los sentimientos y la adversidad, encarnada aquí en un clima hostil y una caminata interminable. Una imprevista tormenta de nieve condimentó la filmación y potenció las imágenes captadas por el fotógrafo Tebbe Schöningh, que son el punto fuerte del corto, junto con el travelling inicial en angulación supina que al ritmo de una música arrolladora registra un comienzo estupendo. Un arranque vigoroso que se ofrece como contraste a lo que sigue. Cócolo ganó Mejor Director de Cortometraje (en su primera experiencia de ficción) en Mar del Plata y Mejor Corto (cine.ar) en UNCIPAR.

 

  1. El Chicho (2015). En un tranquilo paraje montañés, la tensión se puede palpar. Tranquilidad y tensión se emparentan. Son frágiles, de un momento a otro se quiebran. Leandro Suliá Leiton trabaja con esa idea en su corto El Chicho, moviendo la cámara solo lo necesario, dejando que lo implícito vaya ganando terreno hasta que, finalmente, se adueñe de todo. Hay un drama personal y otro ecológico. Más una disputa entre vecinos bien interpretada por Jorge Fornés y Manuel García Migani. El fuera de campo, la borrasca que se avecina y lo no dicho crean una atmósfera pertinente en solo 13 minutos. Para ver en Vimeo.

 

  1. El lago (2015). Interesante ejercicio audiovisual, gestado en el contexto de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video y que participó en un Graba (en el segmento Nuevas Narrativas). Su guionista y directora, Fernanda Tablón Assillo, propone una pieza minimalista, con cámara fija, donde el tratamiento sonoro es clave (y en clave) para potenciar el significado de las imágenes. Una mujer va cubriendo con fotos de otra un muro blanco. Una ceremonia que se repite en distintas jornadas. Pero lejos de lo monotemático, la selección de imágenes nos va relatando las distintas instancias de una relación tan amorosa, como perversa y trágica. Con Tania Casciani. Accesible en Youtube.

 

  1. El silencio (2014). Veinte años pasaron desde que se estrenó el primer telefilm por el mendocino Canal 7 hasta el arribo, a la misma pantalla, de esta apuesta dirigida por Andrés Llugany. En aquel entonces, el aire fue para una producción que -desde entonces a hoy- ostenta el primer puesto en cualquier ranking de despropósitos y bizarreces. Su nombre: El elegido de la muerte. Un título dirigido por Marcelo Duval, con la complicidad de Atilio Spinello, que merece una nota aparte (y la va a tener). Con El silencio, la cosa es distinta, ya que el resultado es altamente positivo. Fiel a su estilo, el director parte de una idea insólita, de esas que pueden llevar a buen puerto o al peor de los naufragios. Navega por el realismo, el costumbrismo y la fantasía, logrando una atmósfera intrigante, no exenta de humor seco. Como en otras ocasiones, apela a diálogos mínimos (aquí más justificado que nunca), las referencias a fábulas y al ajedrez (incluída cita bibliográfica a Gerald Abrahams). A lo que suma la conocida leyenda del Futre, desde una mirada disparatada, pero totalmente ajustada a la esencia del film y a su desarrollo. No conviene entrar en detalles. La apocada y misteriosa actuación de Jorge Fornés (José) le pone suspenso a los primeros minutos, para virar luego a otros registros igualmente logrados, con instantes desopilantes. La acción transcurre en ambiente pueblerino, bien caracterizado en su ritmo y viñetas, cuando se avecina el Campeonato Internacional de Ajedrez de Monstruos. En esta historia donde la amistad, la frustración, las diferencias y la libertad tienen su presencia, el tema del silencio dispara hacia varios lados. Llugany propone un mundo extraño, al que el espectador ingresa sin medir las consecuencias, aunque sin arrepentirse. Con Valeria Rivas (en su salsa como narradora oral), el niño Emiliano Garro y reconocidos actores mendocinos en una suerte de tren fantasma que tampoco conviene detallar. La música, una melodía cristalina y sensible, es del mismo director. En Youtube.

 

  1. Más que dos (2013). No es nada extraño que Matías Rojo se declare admirador de La piel dura, de Truffaut. En su largo debut, Algunos días sin música, el realizador se sumergió en el mundo de los niños para desentrañar algunos aspectos de cómo éstos ven a los adultos y el mundo. Pero, algunos años antes, en Más que dos, el interés ya estaba y desde un enfoque atractivo: ¿cómo es ser gemela? Rojo le da la palabra a Milagros y Yanela, dos niñas a las que en principio conocemos por sus similitudes para ir descubriendo de a poco los matices, las diferencias. La conexión afectiva es grande, indisimulable. Pero cada una reconoce en la otra una personalidad y una forma de pensar. A tal punto que una confiesa, en determinado momento, querer ser por un rato la otra, para meterse en su cabeza. Las chicas son compradoras, como se decía antes, y el corto muy agradable. El director retrata las rutinas infantiles (y su merchandising) sin forzar la cámara hacia lo fílmicamente correcto y así logra captar esos gestos pequeños que definen a todo ser humano. También, saca provecho de las contradicciones y las definiciones, que en esa etapa de la vida suelen ser -en su simpleza- muy sustanciosas: “Soy tu reflejo”, “Una es el lado positivo, la otra el negativo”, entre otras. Bonita historia rematada con la no menos bonita Ahí va ella (Franny Glass). Como en los ideogramas japoneses o en el montaje de atracciones, aquí la suma de las gemelas da una idea que excede la simple adición de partes. Así que bien por el título. El film fue disparador para el ciclo teatral Cortodramas 22, en 2016. Disponible en Youtube.

 

  1. El sonidista del lago (2011). Entre las muy interesantes Opus (2005) y Tekton (2009) y Radiografía del desierto (2013) y la excelente Buenos Aires al Pacífico (2018), Mariano Donoso realizó El sonidista del lago. Aquí reflexiona sobre el registro de sonidos, área que le preocupa mucho si estamos atentos a todos sus trabajos. Aborda sus múltiples posibilidades, su on, su off, su over, su presencia aún ausente. El resultado, más allá de algunas imágenes de bella textura (no nos olvidemos que estamos hablando de cine, aunque el tema sea el sonido) es soporífero. Que la obra es personal, no cabe la más mínima duda, pero se hubiese agradecido un poco más de onda y menos apología hacia una tarea evidentemente difícil, casi masoquista, cuyos avatares técnicos no son justamente seductores como para plasmarlos en la pantalla. Lo mismo ganó el Mendoc de ese entonces, así que méritos debe tener.

 

  1. Alonso, canto tercero (2011). No es un biopic ni un estudio sobre su obra. Es una aproximación a la figura -trascendente, internacional- de uno de los pintores mendocinos más importantes: Carlos Alonso (Tunuyán, 1929). Un maestro cuyos méritos están sobradamente demostrados y reconocidos. Para quienes no lo conozcan, este film breve y de muy buen gusto, es una entrada para iniciarse en su arte y dimensionar su envergadura. El director Ciro Novelli aprovechó el escaso tiempo y el espacio fílmico, para trabajar desde la simultaneidad, parcelando el cuadro, mostrando testimonios, sus obras y la labor de otros cuatro artistas que improvisan (es una forma de decir) un retrato del ya mítico pintor. También, combinando color con blanco y negro. Que todos los que participen sean mendocinos es un acierto, aún cuando la fama mundial pudiese haber denotado otros nombres y convocatorias. Vemos analizando su persona y su obra a Pupi Agüero y Andrés Cáceres; a Altertango poniéndole música al Canto Tercero de la Divina Comedia, mientras se proyectan de fondo creaciones de Alonso; y a Lucía Coria, Marcela Furlani, Andrés Casciani y Osvaldo Chiavazza produciendo en sus talleres. Golpeado por el proceso y la desaparición de su hija Paloma, con una obra enorme y un compromiso genuino con la realidad, Alonso transitó distintas etapas estéticas, sugeridas sintéticamente en el corto. Cuenta Cáceres que “técnicamente, era un expresionista de corazón; pero fue mucho más allá” y reconoce que su estatura solo es comparable a la de un Berni, o un Roux. Agüero destaca, entre otras cosas, su perfil humano, su coherencia en no negociar. “No tuvo precio”, dice. Alguna vez, Adolfo Ruíz Díaz (citado en el corto por Cáceres) aseguró: Alonso es “como cinco pintores juntos”. Como para darse una idea. Disponible en Youtube.

 

  1. Techo, pan y vino (2011). Mauricio Amílcar López (Bahía Blanca, 1919 - Mendoza 1977?) fue un filósofo y líder ecuménico, que adquirió envergadura internacional a partir de su adecuación de la doctrina cristiana a un accionar humanista de constatación diaria en los actos. A la hora de ayudar, hay que ayudar, y punto. O, como dijo Arturo Roig, “él hacía el bien, porque hay que hacer el bien”. La directora Dámaris Rendón rescata hechos y contextos en los que se forjó esa personalidad, a partir de testimonios varios. Ameniza con algo de dramatización y otro poco de archivo. En 24 minutos uno se lleva una idea más o menos clara de este señor desconocido para muchos, que militó lejos del poder y de la demagogia, y fue protagonista de hitos como el Primer Congreso Internacional de Filosofía o la Conferencia Mundial de Iglesias y Sociedad, además de primer rector de la Universidad Nacional de San Luis, entre mucho más. Vivió para proteger y ayudar a reflexionar a los demás, siempre desde una lucha pacifista. Una figura de esas que no tienen parangón en los tiempos que corren. La cineasta subraya su actuación pública. No se mete con la vida personal (apenas se lanzan algunos datos, aportados por uno de sus hermanos). Entre ella y sus entrevistados (Sara Martín, el citado Roig, Rolando Concatti, Roberto Agüero, Daniel Pizzi, Carlos López y la hermana metodista holandesa Alieda Verhoeven), rescatan su sensibilidad, conexión con el mundo y poder de comunicación, sin ínfulas académicas. Secuestrado y desaparecido por la dictadura argentina, con el paso de muchos años se ha logrado darle una dimensión justa a su persona y labor. Este corto -sujeto al canon documental- contribuye en parte a esa gesta. En Youtube se puede ver.

 

  1. Memoria de un escrito perdido (2010). La mendocina por adopción Cristina Raschia es la directora y co-protagonista de este documental sobre las detenciones ilegales de mujeres en el período que abarcó el último tramo del gobierno de Isabelita y el primero del Proceso. Como ex presa política, a la cineasta podría haberle alcanzado con su propia experiencia, pero abrió el juego a otras cinco mujeres. O, mejor dicho, seis. Ya que el grupo convocado por Raschia no solo recuerda el cruel despropósito por el que pasaron (la arbitrariedad de la detención, los traslados, las prohibiciones, las torturas, las burlas y humillaciones de todo tipo), sino también la personalidad de una de sus compañeras: Graciela Lo Prete. Una mujer clave en sus vidas que, tras su liberación, se instaló en París y desde allí aportó a sostener el afecto y el compañerismo de sus pares a través de cartas. Escritos que anticipaban un escrito mayor, el que da título a la película y que, sin spoilear demasiado, no está tan perdido como se sugiere en principio. Reunidas en Rosario, en un patio, mate y torta de por medio, las mujeres evocan episodios y lugares clave de ese período negro, a la vez que se ven imágenes filmadas para la ocasión y material de archivo vinculado con Rosario (de donde es oriunda la directora), Tucumán y Buenos Aires. Son algo más de 50 minutos, a lo largo de los cuales se resignifican desde los detalles arquitectónicos de aquellos sitios de opresión hasta los conceptos de identidad y solidaridad. Un trabajo concentrado y sobrio, muy lejos de la contrapropaganda o el desaforado grito revanchista. Personajes nefastos como Antonio Bussi o queribles como Osvaldo Soriano surgen en la conversación, al igual que anécdotas simpáticas y de las otras. Que el escrito en cuestión termine en una coma y no en un punto, puede sugerir muchas cosas. Pero eso ya es tarea para el espectador. Disponible en Vimeo.

 

  1. La vida inmóvil (2007). Mini ensayo sobre la práctica de la quietud como aporte a la sociedad. Parece un contrasentido, pero la idea es poner en acción -gracias al movimiento cinematográfico- la expresión de lo inmóvil. Para ello, el director Andrés Llugany aborda tres oficios: el de una modelo artística (Alicia Sosa), el de una estatua viviente (Joshua Tapia) y el de un custodio del escudo provincial (Leonardo Flores). Examina la rutina previa de cada trabajador, a partir de un montaje en paralelo, hasta que se cristalizan, hasta que exentos de todo movimiento comienzan a trabajar. La idea es original y el director muestra los preparativos como pequeños rituales, descomponiendo cuerpos y vestimentas en distintos ángulos y planos, como clave para generar una intriga. Tareas raras, inadvertidas por gran parte de la sociedad, evidencian compromiso y profundidad vistas desde la lente. La Tocata y fuga en Re menor, de Bach, remata el asunto con una adecuada pátina de solemnidad y trascendencia. No hay oficios pequeños, aún siendo inmóviles. En Youtube.

 

  1. La esperanza obstinada (2007). Un documental que releva (y revela) la opinión de gente de la cultura mendocina acerca de los años aciagos: los ’70. Su factura es convencional, hay mucho “busto parlante”, pero las anécdotas y el abanico de personajes, así como los elocuentes titulares de diarios y otras imágenes, permiten hacerse una idea clara de lo que fue transitar esa época en la provincia. “La memoria es constitutiva de la identidad. La podés esquivar, pero fatalmente se vuelve presente”, dice el escritor Rolando Concatti, uno de los entrevistados, y de algún modo también se refiere a la importancia de la película: un compacto que atesora memoria. Al poeta se suman Ernesto Suárez, Andrés Cáceres, Chicho Vargas, Vilma Rúpolo, Evelyn Hunt, la hermana del desaparecido músico y estudiante de periodismo Billy Hunt y Kako Sarli, aquel cineasta al que le “desaparecieron” su film Viña en celo, tildado de sospechoso, subversivo y hasta pornográfico (solo había un beso entre Marcelo Duval e Ibis Lusetti, recuerda con tristeza Kako). Una criteriosa selección de nombres, ya que abarca a diversas disciplinas. Miguel “Patán” Púrpora dirigió este film, donde hay testimonios sustanciosos como cuando Sarli y Rúpolo hablan de “recibos” o cuando Suárez cuenta el escape del actor Jorge Fornes, por citar pocos ejemplos. La banda de sonido es bella y a la altura del compromiso, con música original de Jorge Martín y temas de Canturía, Alma y Vida, Emilio del Guercio, Hernández-Serrat y Piazzolla-Solanas.

 

  1. Crudos (2005). Primer largo de Gaspar Gómez. Con tema atractivo y presupuesto evidentemente módico, el director logra una película con imperfecciones e ingenuidades, pero entretenida, de ágil narrativa. A partir del tópico de la violencia, el film dispara -valga el verbo- hacia varios subtemas: la libertad de expresión, la tv explotation, el empresariado corrupto, los concursos truchos, etcétera. Para despegarse de su propio título, la película opta por un acabado semicrudo, donde lo espontáneo y cotidiano quede registrado sin demasiado maquillaje, pero con algunos cuidados formales. Con un uso de la cámara a mitad de camino entre El Rayo y Policías en Acción, Crudos avanza planteando -de modo implícito- un gran interrogante: ¿cómo debería mostrarse la violencia, ya sea en una foto, en la tele o en el cine mismo? Y, por lo tanto: ¿hasta dónde esa manifestación se retroalimenta a sí misma?, ¿cómo concientizar a la gente?, ¿en qué momento empieza a ser parte de un negocio?, ¿cómo se la combate y se hace justicia? La trama se refiere a un concurso de tv que premia, con una suculenta suma, al video más violento. El auspiciante es Cámaras Importex. Todo está servido para un gran fraude y para que la sociedad adopte la “democratización de las imágenes” como un método práctico de hacer justicia por manos propias. Hay buenas actuaciones (Bachi Buttini, Iñaki Rojas, Cristina Bismach, Mario Raholín), otras no tan buenas, y un apropiado set de canciones de Maxi Amué. La historia romántica que contiene es el punto más débil, por su puerilidad. Le falta locura. Como está es inverosímil. Y hay personajes muy pegados a estereotipos. Co-guionó junto al director, Máximo Becci. Hay guiños a la cultura local (revista Zero, Videla Música Show) y un acertijo (planteado desde estas líneas, en realidad): ¿en qué momento aparece Martín Neglia? Disponible en Youtube.
 
  1. D2 (2001). Documental periodístico -lejos de cualquier propagandismo- imprescindible para meterse en el tema de la detención ilegal, tortura y desaparición de personas en los ’70, haciendo eje en el tristemente célebre D2, el centro clandestino montado en el entrepiso del palacio policial. Los comunicadores Rodrigo Sepúlveda y Fernanda Santos dirigieron este mediometraje como tesina de licenciatura, bajo la supervisión de Ciro Novelli. El enfoque es sobrio, profesional y ágil, bien alimentado por material gráfico y fílmico y los testimonios de periodistas, académicos, sobrevivientes y familiares de desaparecidos. Pero también de personajes polémicos y repudiables. Destacan, por distintos motivos que el espectador descubrirá, las palabras de Silvia Ontivero, Daniel Rabanal y Pedro Lucero, actores dispares de una misma y estremecedora película. La investigación aporta ordenadamente fechas, lugares y situaciones precisas de una debacle social que se inició durante el gobierno de Isabelita y colapsó con el proceso militar; y cómo Mendoza se transformó en blanco de esa desgracia colectiva. ERP, Montoneros, el CAM, el COT, la Triple AAA, el Pío XII… siglas y palabras que agitan pesadillas. Antonio Cafiero, Luis Rodríguez, el citado Lucero, Julio César Santuccione, Pedro Sánchez Camargo, Osvaldo Daniel Calegari… artífices y cómplices del peor período de nuestra historia. Y en medio de tanta oscuridad… “el milagro del no embarazo”. Ver para entender. Se encuentra en Youtube.