El cine mendocino en 20 momentos (Nota 4)

28.04.2020 23:25

Por Fausto J. Alfonso

 

Tal como se señaló en las notas 1, 2 y 3, en Mendoza -créase o no- se han filmado cientos de películas, casi desde los inicios del cine mismo. Desde El camino del gaucho a Siete años en el Tibet. Desde El romance del Aniceto y la Francisca a Vino para robar. Desde El último cowboy a Río escondido. Todo lo que se documentó en el período mudo y todo lo que se rodó en nombre de la productora Film Andes. Sin embargo, son muy pocos los títulos que pueden autenticarse como mendocinos, si consideramos la cadena que va desde la ideación hasta la realización, más la intervención de la mano de obra (técnica, artística, logística). Lo que sigue es un recuento de títulos en cronología inversa (2020-1995) que aspiran a la categoría de film mendocino, aunque el grado de pureza entre ellos difiere, en tanto alguno tiene ayuda económica externa, actores de otros sitios o algunos técnicos invitados. Aunque en esta cuarta nota, tanto como en la segunda y tercera, esa participación disminuye notablemente y en muchos casos desaparece por completo. Hay films largos, cortos, medios, colectivos, de tesis, telefilms y ejercicios. Lo que tienen en común son nuestros paisajes y el hecho de que, a su modo, cada uno ha marcado un momento o un pequeño hito en la historia de la cinematografía local. Ya sea por su temática o su género como por su estética, su enfoque técnico o su inclasificable bizarrez.
 

  1. El fuego y lo que ha dejado (2020). Este mediometraje es uno de los mejores títulos que ha dado el cine mendocino en los últimos tiempos. Literalmente, porque su título evoca a uno de los clásicos más famosos de toda la historia del cine de una manera original. Y artísticamente, porque logra un fino equilibrio entre lo que dice y cómo lo dice. Es una obra metafílmica, a la que el cine le brota por todos los poros. Durante un día en el que se organiza la Quema de San Juan en un pueblo equis, tres personas reviven momentos claves de su vida durante los cuales el cine los atravesó. La película rescata esa llama que se prendió en cada uno y lo que aún pervive de ella: en un hombre que conoció el amor en las butacas de un cine porteño; en una mujer que siendo niña se asombró frente al gesto pavoroso de su madre frente a un film de terror; en otro hombre que se sintió útil a una causa siendo extra en una típica película del cine político italiano de los ‘70. Andrés Llugany, el director de El fuego…, se apunta aquí en casi todos los rubros. Como siempre, logra una obra muy personal, con el plus de ser un sincero homenaje a su oficio. Y aprovecha para ensayar algunos apuntes sobre la realidad pasada y presente de la argentina, sin ánimo de oportunismo. Uno de los puntos fuertes es el contenido de los testimonios de esos tres personajes, líneas cargadas de naturalidad, donde los sentimientos se manifiestan con una espontaneidad inusual para el cine local. Nada suena a falso. Claro, detrás (o delante, según como se mire), hay tres actuaciones estupendas, a cargo de Jorge Fornés, Valeria Rivas y Luis Torres. Un film nostálgico. Eso es cierto. Pero que no anda lloriqueando por los rincones. Porque esa nostalgia está iluminada por fuentes diversas, llámense amor, ardor, pasión, resplandor, juventud, brillos, llamas… O sea, el fuego en sus múltiples metáforas y todo lo que éste ha dejado con el paso del tiempo. Como el buen cine (y éste lo es) moviliza hacia el buen cine, sería todo un gesto del espectador agradecido indagar luego en los títulos que, como si se tratase de las patas de un trípode, apuntalan el argumento del realizador: El diablo en el cuerpo, de Claude Autant-Lara; El resplandor, de Stanley Kubrick; y El caso Mattei, de Francesco Rosi. Completan el buen elenco de El fuego… Elena Schnell, Laura Rodríguez y Sergio Benegas. Disponible en Youtube.

  

  1. Chanchis (2017). Lo macabro y perverso en un espacio compartido por mujeres (en la línea de ¿Qué pasó con Baby Jane?, por poner una referencia) no es un asunto explotado por el cine mendocino. Chanchis es una primera aproximación y como tal, no está mal. El director Lautaro Maldonado crea un ámbito claustrofóbico, sofocando con la cámara a dos mujeres jóvenes que mantienen una relación tan íntima como tóxica. Los falsos encuadres refuerzan lo patológico del vínculo y los primeros planos destacan el grado de alienación que -cada una a su modo- poseen las chicas. El fuera de campo suma intriga (con la tv encendida) y los pequeños detalles de la decoración hablan tanto de inmadurez como de fetichismo. El corto podría ser el punto de partida para un largo que nos cuente cómo estas mujeres llegaron hasta allí. Bien actuado por Estefanía Montenegro y Claudia Racconto. Ésta última ya habituada a los roles que incomodan a su cuerpo. En Youtube.

 

  1. La noche (2016). A veces los festejos familiares, populosos y barulleros, suelen ser una patada al hígado. En un marco de esos se mueve este film de Darío Exequiel. Uno de los varios cortos que integran el “proyecto de deconstrucción audiovisual” bautizado Venid a verme arder. La cámara fija, el efecto de encuadre casual y parcial, el sonido que atormenta, adormila o se esconde por completo, el fuera de campo insistente, los tiempos muertos, recrean muy bien esa típica atmósfera donde las expresiones de cariño y unión se transforman en fastidio y en un pretexto para la glotonería. Es una apuesta parada en la frontera de la ficción y el documento. Un cuadro nocturno que cada uno vive a su manera, o como puede, y en el que una sentida declaración de amor (Quiero más de ti, un clásico de Polo Márquez) puede enterrarse en el fango de los comentarios más triviales. Una curiosidad más de este prolífico cortometrajista, que siempre trabaja en la línea experimental. En Vimeo.

 

  1. El empeño (2015). Hace ya muchos años los cineastas Fabio Junco y Julio Midú impulsaron en su pueblo, Saladillo, la realización de películas a cargo de los vecinos. Al poco tiempo, sus festivales se hicieron famosos. Más adelante, crearon la Fundación Cine con Vecinos y se largaron a recorrer el país guiando a las barriadas para que protagonicen y cuenten sus problemáticas. El empeño es eso, un corto en el que vemos la dura realidad de los trabajadores del ajo de Ugarteche, el incómodo rol de la cuadrillera (algo así como una intermediaria entre los obreros y el patrón) y, de refilón, la alfabetización de esos mismos trabajadores. Instrucción tan necesaria para distintas cosas, entre ellas evitar los abusos de los empleadores. Son 13 minutos, resultantes de siete horas de trabajo corrido. Una creación colectiva, amateur, de gente que quizás ni ha ido al cine. Pero que da en la tecla que corresponde. Disponible en Youtube.

 

  1. Una puerta a la esperanza (2015). Micro relato pensado, actuado y dirigido por el joven mendocino Gonzalo Arenas Norton (de 20 años en ese entonces) acerca de un muchacho atrapado en sí mismo, a punto de tomar una decisión clave. Idea clara y realización a su altura. Con Victoria Favier como la psicoanalista. Ganó el IPA Video Award 2015, un concurso a nivel mundial organizado por la IPA (International Psychoanalytical Association). Se expuso en Boston en el 49° Congreso del IPA. Su presidente, Stefano Bolognini, destacó durante la premiación que el trabajo plasmaba perfectamente la quintaesencia del psicoanálisis.

 

  1. Piel de elefante (2014). Sensible y realista relato corto escrito y dirigido por Ignacio López y Gabriel D’Angelo. Parte de una premisa improbable pero desafiante que un profesor hace a sus estudiantes: encontrar una buena persona y hacer un informe. Lo que parece tan simple no resulta así para el protagonista -y posiblemente para nadie-. La realidad engañosa y la conclusión precipitada se entrometen en la búsqueda de ese ser casi ideal. Y los prejuicios, a favor y en contra, cercan la mente del estudiante. Los espacios públicos de la ciudad de Mendoza están bien aprovechados y el pulso del relato no decae. Con Leonardo Cangialosi, Andrea Cortez y elenco. En Youtube.

 

  1. Arreo (2014). Este largo documental multipremiado en distintos festivales es una suerte de road-movie a campo traviesa protagonizada por un puñado de humanos y cientos y cientos de animales. No es para todos, por su temática y su andar cansino, y más allá del irreprochable trabajo fotográfico, que le saca el jugo al paisaje hasta acumular un verdadero catálogo de imágenes de alta calidad, en el que hasta las tortas fritas parecen obras de arte. ¿Qué cuenta Arreo? La historia del arriero Eliseo Parada (y de su familia), uno de los pocos que mantiene vivo un oficio duro y amenazado desde varios flancos. La acción transcurre en Malargüe, donde el director, Tato Moreno, ya había filmado De idas y vueltas. A lo largo de una hora y media vemos todas las mañas que hay que darse para llevar a cabras, chivos y otras criaturas de la invernada a la veranada y viceversa, en un raid amenazado por inclemencias climáticas, accidentes geográficos y rutas peligrosas. Los citadinos nunca comprenderemos cómo no se dispersan los animales y cómo sus dueños los reconocen cuando se mezclan con otros que no son de ellos. Pero al margen de eso, aprendemos que el zorro es un peligro, que posiblemente no haya recambio generacional (a los jóvenes les tienta la ciudad), que la propiedad de las tierras siempre tambalea y que criar ganado es un trabajo muy desgastante por el que se recibe una paga muy baja. Así y todo, Eliseo y los suyos aman la tarea, la ejecutan con pasión y transmiten al espectador un elogiable optimismo, también llevado al canto, desde composiciones propias del asimismo trovador Parada. Lo bueno de Arreo es que no cae en el didactismo torpe y que no presenta a sus personajes como héroes ni como víctimas. Son lo que son. Eso sí, auténticos. Pero hay otra gran presencia: la de la radio, un medio de comunicación vital en esa zona. La película es para que los amantes de la naturaleza se la devoren. Veganos abstenerse, porque casi todos sus protagonistas, tarde o temprano, van a parar al asador. Se puede ver en la plataforma Contar (cont.ar).

 

  1. Las voces etéreas (2014). Corto de ficción, alarmista y pomposo, sobre realidades diversas que confluyen en un mismo tipo de desgracia. El ostentoso subrayado musical no ayuda para nada. El eclipse como metáfora le queda grande a una historia chica que por momentos parece hecha por SITEA o Luchemos por la vida. Adriano Fiorenza guionó y dirigió. En Youtube.

 

  1. Traidores (2014). Otro corto de ficción, esta vez sobre un ida y vuelta de traiciones entre delincuentes. Algo de tensión, un poco de suspenso y otro poco de juego con el tiempo y actuaciones no muy convincentes. Guión y dirección: Facundo Romero. Disponible en Youtube.

 

 

 

  1. Guevara, un viaje a la justicia (2014). Documental de bustos parlantes -salpicado con uno que otro documento o foto- que exalta la figura del abogado Alfredo “El Gordo” Guevara (1937-2005), ferviente defensor de los derechos humanos e investigador de los abusos policiales. Un hombre que realizó “increíbles hazañas legales”, según el testimonio de su amigo Orlando Manrique. La propuesta realizada por Manzana Negra Tentaciones Cinematográficas, con la producción del Foro Nuevo Cuyo, está hecha desde y para la militancia peronista de izquierda, aunque difícilmente cuente algo que ésta no sepa. Pero debería interesar a cualquiera con inquietudes sobre la historia negra de la provincia. Aparecen Margarita Barrera Oro, Angela Urondo, Horacio Verbitsky, Marcelo Stern, Miriam Medina, Diego Lavado, Pablo Salinas y María Angélica Escayola. Dirigieron Mónica Luna y Francisco Bañados. Está en Youtube.

 

  1. Los desobedientes (2012). Atractivo documento sobre la historia del rock mendocino, desde las primeras insinuaciones a mediados de los ’50 hasta comienzos de los ’90. Dirigido por Ricardo Turesso y Ana Pelichotti, posee un ritmo ágil, no cae en una simple cronología y aborda -de la mano de muchos y muy buenos entrevistados- cuestiones y detalles técnicos, estéticos, ideológicos, de formación de bandas y otros tantos. “Ser rockero es estar en la vereda de enfrente. Es no comérsela. No transar. No aceptar las cosas como vienen impuestas”, dice la socióloga Graciela Cousinet, ni bien comienza el film. Tiene razón al subrayar esta idea esencial, que tiene que ver con el contrapoder y que hoy más que nunca, al menos en Argentina, habría que revisar si se sostiene (debería, claro). Los desobedientes es una película feliz, con hermosas anécdotas (varias del recordado Bebe Pochettino) y muy buen gusto en los títulos, los graphs, los separadores, los temas escogidos y la forma de presentarlos visualmente (como lo hace con las distintas versiones de Lamento boliviano, por ejemplo). Los fondos y ambientaciones tienen onda. Echa mano a material de archivo original, desde una publicidad de The Sportsman del ‘67, pasando por actuaciones en vivo y archivos de tv como Volver rock. Y se mete con cuestiones ligadas a los cambios de look, al rol de las mujeres en la actividad, a la evolución y suma de estilos, y a la proyección de nuestro rock (que según el periodista Walter Gazzo tiene marcadas características propias) fuera de la provincia y del país. De la timidez de los inicios al hippismo, de los covers al sinfónico, del folk al progresivo y luego al punk, todo está contemplado de uno u otro modo. Desde la época en que el pelo largo era “irritativo”, como lo califica Víctor Etepa, hasta el momento de la alegría y el pop, con un rock que salió de la dictadura fortalecido como muy pocas otras expresiones de la realidad argentina. Javier Segura, Natalio Faingold, Dimi Bass, Verónica Araya, la Negra Mechulán, el Zurdo Paz, Andrés Carrión, Carlos Casciani y muchos otros dan letra de la buena en esta reconstrucción que se puede buscar en Youtube.

 

  1. Compadres (2013). Típica biopic documental sobre vida y obra de una figura importante. En este caso, Armando Tejada Gómez (1922-1992), pilar del Nuevo Cancionero Cuyano. Sin duda, un personaje cantado para este tipo de films. Los testimonios sobre su personalidad y sus creaciones se agolpan a lo largo de hora y media y algunos entrevistados terminan hablando más de ellos que del homenajeado, a tal punto que a veces Tejada Gómez parece un descubridor de talentos, más que un talento en sí mismo. ¡Bue!, un riesgo que siempre se corre. Entre los convocados, por lo imprevisible destaca la cantante española Martirio. “De carácter irascible, pero tierno por dentro”, según Víctor Heredia, Tejada Gómez es indisociable de las palabras poesía, militancia, compromiso, exilio, comida, amistad (espejada en el título elegido para la peli) y algunas más. Su relación con ellas es repasada aquí in extenso, con una banda sonora garantizada (la original es de Marcelino Azaguate) y números musicales donde las nuevas generaciones se lucen. El hechizo de su habla y de sus manos queda más que en claro, así como su labor de “adoctrinador cultural” (en palabras de Marian Farías Gómez). Ciro Novelli guionó y dirigió este asunto que encantará a los devotos de la música cuyana y de la “cuyanía” como modus vivendi. El actor Sergio Martínez, en breves apariciones, interpreta al vate. Disponible en cine.ar.

 

  1. La playa (2011). El cine mendocino -hasta acá- no se lleva bien con la comedia. Una prueba es este film. Que tiene un atenuante, ya que alerta que es una obra de estudiantes de cine. Pero abre con una declaración de interés cultural y departamental de la intendencia de Godoy Cruz, lo que prueba que los concejales están en cualquiera, pero al mismo tiempo nos conmina a verla. La playa arranca con una innecesaria introducción que especula con la “mendocinidad” (así termina también) y se mete luego en un absurdo (no en el sentido estético) sobre un muchacho muy ingenuo, que verbaliza todos sus pensamientos, y que cae en un empleo equivocado. Dado que se trata de estudiantes, no es extraño que el guión sea estudiantil, en el sentido menos favorable, y que haga agua sobre todo en los momentos de humor, con pensamientos y diálogos que funcionan en una juntada pletórica de birra pero no en el cine. A partir de la hora, el dislate es total y los últimos diez minutos dignos de una antología del despropósito. Guionó y dirigió Federico Santos. Las actuaciones son pésimas, dicho sea de paso. Está en Youtube.

 

  1. Toda esa rabia (2009). Relato híbrido, parte de un episodio de violencia para luego reflexionar sobre él y sobre la forma de plasmar esa reflexión en un film. Un muchacho (el propio director, Mario Obrador) se siente un fascista tras haberle deseado la muerte a tres jóvenes que apedrearon un micro. La culpa lo lleva a investigar sobre esa furia que lo poseyó. Se pone en modo encuesta y va por la calle como si lo hiciese con un detector de fachos; también le hace entrevistas a un psicoanalista, a un armero, a una víctima de la dictadura militar y a integrantes de la murga barrial Saltó la Patada. El resultado es un film con todos los clisés anticapitalistas y toda la onda progresista bien pero bien impostada. Políticamente correcto al cien por ciento. Una curiosidad: entre los ocasionales opinadores de la calle aparece Johnny Orozco, el líder de la New Orleans Jazz Band, quien pisa el palito y queda como un prototipo del facho que se salió a cazar. En Vimeo.

 

  1. El espectador (2008). No es nada que no se haya hecho antes, sobre todo en el ámbito del teatro. Pero no está mal. A lo largo de casi nueve minutos, en una sola toma, un actor se dirige cara a cara al espectador aburguesado. A ése que se apoltrona en la butaca con la idea de que le hagan olvidar por un rato su lamentable vida. El actor en cuestión propone invertir los roles, mientras escruta, estudia, olfatea, mira, indaga y cuestiona hasta el insulto a quien tiene enfrente. El corto es una reivindicación al ejercicio de pensar y una pancarta contra el espectáculo pasatista. Buena actuación de Pablo Rodríguez Albi, en la línea de un Pablo Echarri sacado, pero con más talento. Dirigió Juan Manuel Sirk Hauser, a partir de un guión escrito junto a Juan Ignacio Sagristá. En Youtube.

 

  1. Reconocernos Godoy Cruz (2008). Como el D2, Las Lajas, la Compañía de Comunicaciones de Campo Los Andes, Colonia Papagayos, el Liceo Espejo y el Casino de Oficiales, la Comisaría Séptima de Godoy Cruz sirvió a las prácticas e intereses más oscuros de la última dictadura militar. Sobre este sitio habla el mediometraje de Cecilia Agüero, siguiendo el esquema tradicional -y convencional- del documental periodístico y esgrimiendo como sus mejores cartas los testimonios de familiares de desaparecidos (incluidas Madres de Plaza de Mayo) y de un sobreviviente. Este es el caso de Pablo Seydell, no solo detenido ilegalmente sino torturado de manera reiterada en ese lugar que, desde hace varios años, aspira a ser reconvertido por la municipalidad en un espacio de Cultura, Memoria y Tolerancia. La palabra de Seydell es uno de los tramos que pegan fuerte. Del lado de los familiares, destaca el recuerdo de Mariana Verd, su entereza y precisión para relatar los últimos minutos en que vio a sus padres y el proceso de resiliencia que la llevó a reencauzar su vida y formar una familia. María del Carmen Gil de Canín, del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos; Liliana Millet; Ana Montenegro, de Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas de Mendoza; Sara y Rosario Gutiérrez Sazhú; Evie Hunt, Isabel de Pérez, Nino Bonoldi, Haydeé de Suárez y el abogado Pablo Salinas suman sus voces a este repaso por lo más triste de la historia de Godoy Cruz. Un departamento con 40 desaparecidos, que tuvo en la Séptima “un centro muy activo”, según Seydell. Porque para Pablo, fue “un lugar paradigmático”, donde pasaba de todo, circulaba mucha gente y era imposible desconocer lo que allí sucedía. Volver a su celda, tal como se ve en el documental, “ayuda a la recuperación de una memoria histórica por más truculenta que sea”, dice. Como contrapartida a esa construcción del terror, los convocados reivindican la capilla Castelmonte. Ubicada sobre calle Perito Moreno, se transformó en un centro de comunión, contención, confesiones, reflexión y acciones conjuntas de todos aquellos a los que el arbitrario accionar policial/militar les arrebató sus afectos más queridos. Se puede ver en la página oficial del departamento.

 

  1. A1, un documental básico (2008). Como su nombre lo indica, se trata de algo sencillo. Lo mismo, al final y por si no le quedó claro al espectador, convendría un rótulo que dijese: “Es lo que hay”. Un grupo de jóvenes antisistema se instala en Las Vegas con la idea de hacer de la sustentabilidad su modo de vida. “Lo orgánico, lo natural, lo vivo” son los conceptos que se instalan durante nueve minutos. Las intenciones de aquel grupo son tan buenas como las del director, Mariano Di Cesare. Pero todo es convencional, aunque por ahí se juegue un poco con la cámara, en un juego sin reglas, arbitrario. No mucho más.

 

  1. El teorema de Martín (2003). Cristina Raschia ya había hecho foco en distintos aspectos de la infancia -El tajo, Primera sangre-, cuando realizó este corto que, a diferencia de aquéllos, apunta más a los aspectos de introspección e introversión de los personajes centrales: una maestra rural (Alicia/Candela Laudecina) y uno de sus alumnos (Martín/Juan Manuel Montbrun). Con sensibilidad, la directora trabaja los temas del aislamiento y la soledad, poetizándolos con bellas tomas nocturnas y la delicada banda sonora compuesta por Elbi Olalla. Lewis Carroll se entromete en la historia de un modo no remanido, ayudando a conectar las carencias de un dúo que siente más de lo que dice. Co-producción entre San Luis y Mendoza. Guión de Emilio González Martínez, sobre una idea de Aldo Tolli. Premio La Mujer y el Cine 2003. En Vimeo.

 

  1. Cacería al final del otoño (2001). Corto de Andrés Llugany, rodado en blanco y negro, en 16mm. En una atmósfera apocalíptica, un estado discriminador y persecutorio sale a cazar a los diferentes. Con aire de cuento desencantado, el director organiza formalmente el relato en tres partes: la reina de los corazones nos pisa los talones; avanzamos al tranco del conejo blanco; y el gato en la rama ve morir a una dama. Cada una de ellas está trabajada con la libertad que da la experimentación de los inicios: búsqueda y capricho sonoro, angulaciones diversas y contrastantes, elipsis extrañas, cortes bruscos. Película que insinúa ciertos temas que se vendrán más adelante y un estilo asomando. Con la música de Claustro y las actuaciones de Alejandra Capozucca y Soledad Carballo en los roles principales.

 

  1. El elegido de la muerte (1995). Lo que se anunciaba como un hito de la producción audiovisual mendocina terminó siendo eso, un hito, pero en el sentido diametralmente opuesto al perseguido. Este telefilm rodado en vhs fue estrenado en Canal 7. Un elenco de notables oriundos del teatro local y otros no tan notables se involucraron en una historia dirigida por Marcelo Duval, quien también protagoniza, metiéndose en la piel -y sobre todo en la barba sujeta con elastiquín- de un falso profeta. El humor involuntario es casi una constante a lo largo de las casi dos horas que dura, a veces por sus defectos de montaje, estructura narrativa y sonido, y otras por los desvaríos del guión y lo desopilante de las actuaciones. Párrafos aparte para el maquillaje (hay una cicatriz en permanente mutación), pelucas y otros postizos, elegidos con criterio de acto escolar; y para la música new age (por decirlo de algún modo) de The Doctor’s (Bob Martin y Lito Sposato). ¡Y el doblaje! Porque no se priva de escenas en inglés con Duval haciendo facha a lo John Forsythe, y también diálogos en otros idiomas. En muchos aspectos, El elegido de la muerte se anticipó a Peter Capusotto. No es de extrañar que el humorista haya encontrado aquí inspiración para algunos de sus sketchs. Entre sus locaciones, hay algunas que ya no existen (como el cine-teatro Luis Sandrini, el viejo aeropuerto, el Café de la Ciudad, el Fader sin remodelar, etc.) y, desde allí, sirve como documento, argumentan los más benévolos. Lo mismo vale la pena pasar por la experiencia. Son de ese tipo que no abundan. Atilio Spinello fue el responsable de la parte técnica. ¡Está en Youtube!