El gen argento, de los ‘80 para acá
Por Fausto J. Alfonso
Como en todas sus ediciones, el Festival de Estrenos se caracteriza por constantes que atraviesan buena parte de sus propuestas artísticas. En ésta, la XXV, vemos dos aspectos recurrentes: por un lado, la buena calidad de las actuaciones; por el otro, las dificultades dramatúrgicas para dar con finales a la altura de la idea original y de la mayor parte de su desarrollo. Fraternal… reúne esas características, a partir de un planteo evocador tanto de situaciones familiares que hacen a los personajes como de una cultura argentina que tiene que ver tanto con ellos como con los espectadores.
Planteada (hasta cierto punto) en un tono realista, esta comedia dramática traza un cuadro de familia –dos hermanos y sus respectivas parejas- que pareciera beber, consciente o inconscientemente, de aquel cine argentino de los ‘80. Está en su espíritu la esencia tragicómica de títulos como Made in Lanus (los viajes, la patria), Plata dulce (los negocios malavenidos, la trampa), Esperando la carroza (los rencores, la hipocresía, una madre de la que hay que hacerse cargo), por citar algunos.
El ámbito es la casa de Abel (Pablo Caperón) y Eleonora (Laura Cortés), una vivienda humilde que fue de los abuelos y se ha quedado tildada en los recuerdos. Solo la aggiornan unos detalles por demás kitsch. Allí, recibirán al hermano de él, Cani (¿por qué no Caín, directamente?), a cargo de Karim Pabst, y su pareja, Tania (Rocío Pereiro). Han pasado treinta años desde la última vez que se vieron y, como es de imaginar, sus vidas han sido lo suficientemente opuestas para que no tarden en aflorar reproches, rencores y otras yerbas.
Abel tiene todo el aspecto de un inventor trasnochado y desaliñado, que se cuelga hablándole a las plantas y tiene una relación telepática con su madre. Cani aparenta ser un estanciero cool, exitoso, que cree que todos los valores positivos se encuentran en el campo. Eleonora es la típica ama de casa con más sufrimientos que alegrías; y Tania, una joven seductora, presunta diseñadora de etiquetas de vino. Ese calificativo, lo presunto, irá ganando espacio durante una tallarinada y una charla donde se revelará que tampoco nadie es del todo como parece.
Los tres primeros cuartos de la obra son súper entretenidos, con el gen argento explotado al máximo a partir de cuatro intérpretes carismáticos y con muy buen timming para la comedia. Que tiene sus desvíos del realismo cuando la acción general se detiene para que cada uno exteriorice sus verdaderas opiniones sobre el otro. Pero, el problema deviene cuando se ingresa al último cuarto, por lo cual no es desatinado pensar que se queda a tres cuartos de camino y no a medio como indica la expresión usual.
Es a esa altura cuando el autor-director Gustavo Álvarez pega un volantazo y, también conscientemente o no, nos remite a otro cine de los ’80, esta vez estadounidense. Nos lleva a aquellas películas como Viceversa, Dos veces yo o Big, en las que por algún artilugio técnico el cuerpo de un personaje pasa a ser de otro y al revés. Desde el momento en que Abel muestra al resto uno de sus inventos, y el discurso trata de explicar precipitadamente cuestiones del pasado que podrían ayudar al presente, el humor genuino que había dominado la escena paga un precio innecesario. La acción se vuelve torpe y lo que quizás podría haber funcionado en un contexto de bizarrez, termina siendo una prótesis caprichosa para algo que se movía cómodamente en su estética inicial.
Aun así, quedan para el recuerdo no pocas situaciones muy de nuestro proceder nacional y no siempre popular: los intentos desesperados de Eleonora por parecer menos pobre de lo que es; la remera de Muy Interesante que Abel ostenta con discreto orgullo; la voz de Susana, madre de los hermanos, en un viejo cassette; los discursos de Sociedad Rural de Cani, hasta con olor a bosta (quienes vieron la obra, sabrán a qué viene la referencia); las peroratas new age y explosiones de cariño de Tania; la coreografía de ésta y Cani bailando Super Trouper, de ABBA; y, englobando el conjunto, algo que nos cabe a todos: “el paso implacable del tiempo”.
Ficha:
Fraternal, un delirio trágico del Géminis argento, escrita y dirigida por Gustavo Álvarez. Intérpretes: Karim Pabst, Rocío Pereiro, Laura Cortés y Pablo Caperón. Asistencia de dirección: Melisa Anconetani. Espacio: Nave Cultural, Sala 1. Función del 06/09/2024 (en el marco del Festival de Estrenos).