El Macbeth de Coen: auténtico placer visual
Por Fausto J. Alfonso
En su debut en solitario, Joel Coen logra una película que, citando uno de sus propios textos, “flota en bruma y aire espeso”. La tragedia de Macbeth resulta así una propuesta donde la rigurosa y creativa estética garantiza un placer visual que se alza por sobre la solemnidad interpretativa y una narrativa siempre creciente en interés, pero que no deja de ser convencional.
El mérito del director no es para nada menor. En principio, arriesga un nuevo rumbo. Poco tiene que ver este film con el pasado en común junto a su hermano y mucho con una búsqueda personal. Una búsqueda que supone riesgos, desafíos varios y también algo de capricho. Muchos atribuyen esto último a su esposa, Frances McDormand, presuntamente obsesionada con ser Lady Macbeth y, para más datos, una de las productoras del film.
El caso es que Coen sucumbió ante el siempre intimidante e igualmente tentador Shakespeare. Porque a los estadounidenses, es así, siempre les gustó chapear con el poeta. Trasladar una de sus obras a la pantalla otorga un barniz adicional a cualquier trayectoria, aunque pocos salen indemnes de la cruzada.
Hay decenas de adaptaciones de Macbeth para la tv y el cine. Las más prestigiosas son las de Polanski y Welles, que llevan el título de la obra, y Trono de sangre, de Akira Kurosawa. Esos antecedentes tampoco amilanaron a Coen. Ni siquiera el documental En busca de Ricardo III, de Al Pacino, donde Corleone Jr. reconoce cierta limitación innata de los yanquis para abordar al vate, sobre todo a la hora de decir los intrincados textos y de encarar cuestiones técnicas como el pentámetro yámbico.
Joel Coen se mandó nomás y logra un espectáculo plástico de gran belleza, sacándole partido a espectros, sombras y nieblas, jugando con una arquitectura despojada que se fusiona todo el tiempo con paisajes misteriosos e impactantes, hermosas sobreimpresiones y una deliberada artificiosidad en los momentos justos. Pasillos, diagonales y haces de luz hacen un entramado semiexpresionista que da cuerpo a un espacio prácticamente vacío, mientras las brisas agitan con ligereza los cortinados y un ambiente vaporoso espera ser partido en dos, bien de golpe, por un certero sablazo. Lo sobrenatural y/o pesadillesco (el fantasma de Banquo, las “hermanas fatídicas”, pájaros augurales) se integra a lo real con una espontaneidad inquietante, terrorífica. Todo esto nos lleva a sacarnos el sombrero ante la fotografía en blanco y negro de Bruno Delbonnel.
La historia de Macbeth, con un argumento por demás atrapante, es muy conocida y su esencia se puede resumir en otra frase: “Lo que el mal emprende con mal se refuerza”. Esto queda claro en la adaptación hecha por el propio Coen. Versión que condensa la obra, pero sin desprenderse del espíritu/estilo literario original, haciendo que a los pocos entrenados en Shakespeare les cueste un tiempo entrar en el juego poético de los diálogos y soliloquios. La solemnidad actoral por la que se ha optado -he aquí el punto débil- no ayuda a que el discurso general llegue con más naturalidad. Aun cuando el casting (con Denzel Washington a la cabeza) no parece nada improvisado y cuando hay aportes ingleses e irlandeses más afines, como dice Pacino, a la sensibilidad shakespeareana.
Pero viendo La tragedia… quedan claros los temas que le preocupaban a Shakespeare y las intenciones con que los abordaba. Y, sobre todo, la actualidad apabullante que posee su obra. Política, social y moralmente. Los personajes hablan muy bellamente, aunque con rodeos (relato, sarasa), pero actúan negativamente sin titubeos ni piedad (crimen, delito, asesinato). La conquista del poder no sabe de límites y el Síndrome de Hubris se transforma en un viaje sin retorno, aunque la duda, la culpa o el remordimiento aparezcan en algún momento (de desesperación, claro, como cuando a Macbeth se le anuda un amén en la garganta). Las criaturas montan farsas trágicas con una frialdad pasmosa (“arman camas”, literal y metafóricamente) y se dejan llevar por vaticinios y supersticiones (brujas, oráculos). Cualquier parecido con la realidad argentina no es mera coincidencia.
Es decir, nada ha cambiado desde aquellos tiempos remotos. El hombre no evolucionó. Y como el cine sí, está para recordárnoslo. En este caso, vía Coen y sus cuidadas imágenes.
Ficha:
La tragedia de Macbeth (The tragedy of Macbeth, EEUU, 2021, 105’). Dirección y guion: Joel Coen (sobre la obra de W. Shakespeare). Música: Carter Burwell. Fotografía: Bruno Delbonnel. Intérpretes: Denzel Washington, Frances McDormand, Alex Hassell, Corey Hawkins, Bertie Carvel, Brendan Gleeson, Miles Anderson y Kathryn Hunter.