El retorno a lo desopilante
Por Fausto J. Alfonso
La fábula es ínfima y sus connotaciones obvias, modestas. Pero el espectáculo exuda tanta teatralidad y tan pura, en tanto ingenua y contingente, que aquellas limitaciones pasan rápido a un segundo plano. Se impone entonces una mirada juguetona y piadosa sobre la decadencia de un grupo de gastados superhéroes que no llegan a fin de mes y fantasean con un “allá” impreciso, una especie de paraíso jubilatorio donde pareciese que hay gente que aún los admira.
Nosotros fuimos, expresión que acepta al menos dos interpretaciones (la ruptura de una relación y la añoranza de un pasado glorioso) genera una inmediata conexión con el espectador. En una vivienda que se cae a pedazos (y, ¡por favor!, entiéndase esto de modo “literalísimo”) un Batman panzón y maltrecho (Mario Ruarte) y un Robin (Hugo Vargas) que solo envejece por dentro, pasan sus días al frente de la agencia Los Justos esperando que les salga una changa y cargando con un Súperman (Jorge Fornés) con ínfulas de tanguero y legajo de vividor. Luego de un tiempo, aparece Acuamán (Santiago Frachetta) –mezcla de gremialista trucho y personaje de Puzo- y su asistente Sirenita (Tefi Montenegro), con supuestas buenas noticias para el hombre murciélago. Lucía (Diana Moyano), una joven pretendida por Robin, completa la galería de personajes.
Nada realmente trascendente pasa entre todos ellos. Sin embargo, cualquier situación ínfima (un teléfono que suena, un sandwich “a compartir”, una anécdota del tiempo de ñaupa) es vital para que sobrevivan a la espera de un milagro. Sin dudas, necesitan mucha ayuda del azar. Y es el azar, justamente, también el que marca el ritmo de esta propuesta a la que Juan Comotti le saca el jugo, partiendo del que debe ser uno de los mejores trabajos de casting de los últimos tiempos en el teatro mendocino.
El director ha aprovechado al máximo los aspectos físico e interpretativo de cada actor (limitaciones, virtudes, background); ha subrayado la relación torpe y arbitraria con los objetos y el “decorado”; y evidentemente ha dejado un generoso margen para la improvisación y para ambiguos (o dudosos) tiempos muertos. En un instante notable, Batman le recrimina a Robin el haberse quedado sin palabras y lo insulta de arriba abajo en un juego que no llegamos a saber si alguna vez estuvo pautado. Situaciones similares se repiten a lo largo de la hora y media, con mucho del Casero de Cha Cha Cha, aunque desde una óptica más humanizada, tierna e íntima.
Comotti logra crear un clima de cercanía con el público y hace de los encapotados tipos comunes, muy próximos a nosotros, más allá de lo absurdo de sus apariencias y de sus delirios (que los hay de todo tipo).
Ante tanta propuesta abstrusa o con discurso trascendente, esta verdadera bizarrez (en todos los sentidos, ya que también conlleva su cuota de valentía, de gallardía) emerge como lo diferente. Nos obliga a rescatar el término “desopilante”. Recupera la idea de hacer teatro porque sí, por el disfrute. Simplemente porque hace bien al actor y al espectador. Y nos regala las actuaciones formidables de Ruarte, Vargas y Fornés, de quienes bien podríamos hacernos amigos, aunque jamás contrataríamos sus servicios.
Ficha:
Nosotros fuimos. Autor: Gustavo Sassi. El Enko Cía Teatral. Dirección y puesta en escena: Juan Comotti. Intérpretes: Mario Ruarte, Hugo Vargas, Jorge Fornés, Santiago Frachetta, Tefi Montenegro y Diana Moyano. Asistencia escenográfica, técnica y diseño: Cristian Bustos. Música: Martín Rodríguez. Fotografía: Indio Leiva. Producción general: Enkosala Gladys Ravalle.