Embellecer el horror, sin trampas

04.08.2018 21:03

Por Fausto J. Alfonso

 

Bajorrelieve apocalíptico está promediando y el Minotauro sentencia: “Llenar el mundo de monstruos para que nadie se desconozca”. A esa altura, el espectador ya no puede sustraerse del interés que le ha generado la última puesta de Daniel Fermani y su grupo Los Toritos. Y es que, como se da a entender, el miedo al espejo es lo peor y nosotros, testigos de un cuerpo que nos espeja, estamos horrorizados ante tanta belleza, valga la paradoja.

La carne, la silueta de Nicolás Perrone (a esta altura un actor clave en el contexto del teatro experimental mendocino) nos guía hacia las catacumbas de nuestra propia mediocridad, hacia la fatalidad de dudar de nuestro cuerpo y del cuerpo del otro, de nuestro amor y del amor del otro. Es un viaje cuya última parada es la deshumanización absoluta, y sus estaciones intermedias son todas aquellas acciones (impuestas o, al menos, no cuestionadas) que van acentuando la pérdida gradual de nuestra espiritualidad. Perrone es el pájaro que se retuerce en su estrecha jaula y también es la jaula misma, el símbolo de la cárcel a la que todo hombre se ha sometido con la complicidad de sus pares.

Bajorrelieve… confronta a dioses y humanos en torno de la eternidad y la muerte: dos sabores que no se intercambian. Perrone es el Minotauro, pero también Prometeo, y mientras las calibradas contorsiones se apoderan de él, de uno y de otro, Fermani optimiza las palabras. Nos entrega lo esencial. Y si en algún pasaje, como al comienzo, juega con la reiteración, no es más -ni menos- que para demostrar el alto grado de alienación de esa criatura que tenemos tan a mano y a quien nos gustaría abrazar. Tal vez solo por piedad a nosotros mismos.

También, siempre en esa línea grotowskiana que tan bien maneja, el director optimiza los recursos visuales, entendiendo por ellos la suma de todo lo corpóreo más la acción de la luz actuando sobre esa suma.  Con lo mínimo obtiene imágenes delicadas y potentes. Apela a sutiles y significativos cambios de vestuario (la preci(o)sa labor en este rubro ha sido responsabilidad de Victoria Fornoni) y accesorios; y envuelve la atmósfera de exótica musicalidad a partir del mismo actor ejecutando instrumentos como la guimbarda (arpa de boca), que con su resonancia pareciera transportarnos muy lejos, tanto en el tiempo y en el espacio, en un intento por recuperar un salvajismo que no sea el propio del consumismo ciego.

Bajorrelieve apocalíptico nos devuelve una figura opaca de la humanidad. El actor, tras una pantalla translúcida no lo desmiente. La puesta, la obra, no deja de decir lo que quiere, sin concesiones. Pero es evidente la intención de echar un poco de luz. Tanto sobre nuestra existencia como sobre el teatro mismo.

 

Ficha:

Bajorrelieve apocalíptico, de Daniel Fermani. Elenco: Compañía Experimental Los Toritos. Dirección: Daniel Fermani. Actuación: Nicolás Perrone. Vestuario: Victoria Fornoni. Técnica: Agustín Morales y Gonzalo Domínguez. Gráfica: Federico Valdivia. Sala: Nave Cultural (3). Función del 28-07-18.