Emotiva y creativa plasmación del vínculo madre-hija

07.12.2021 09:40

Por Fausto J. Alfonso

 

SANTA FE. XVI ARGENTINO DE ARTES ESCÉNICAS. Puto, el intenso acto coreográfico-teatral de Keko Barrios; Luz testigo, una panorámica sobre distintos conflictos que nos dejó el encierro; y la exquisita adaptación de Lengua madre (foto), de María Teresa Andruetto, a cargo de Convención Teatro, desfilaron frente a los espectadores durante la cuarta jornada del Argentino. Dicho de otro modo: las irrefutables decisiones de un cuerpo, un Daulte devaluado pero apreciable y la bella confirmación de la complejidad que encierra el vínculo entre una madre y su hija.

Puto (C.A.B.A.) es una proclama tupida de interpelaciones, imposible de pasar indiferente. En un gesto performático de unos 50 minutos, Barrios desanda la condición (no se puede hablar de historia en términos estrictos) de un cuerpo discriminado, señalado, blanco perfecto para el bullyng. Arranca bien arriba y termina del mismo modo. Sudando bronca y entereza por igual, a partir de coreografías aguerridas y consignas verbales de indisimulable militancia. Su físico -que no es parte de la hegemonía- se ofrenda en representación de otros tantos padecientes, se expone íntegro en un sobrio blanco y negro, mientras suena una selección de canciones que conectan con el espíritu LGBTQ+, incluido un singular remix del clásico Favorite things, algo de Madonna, Beyoncé y otros bocaditos musicales muy apropiados. El intérprete pone en escena una auténtica marcha de orgullo, sin medias tintas. Quien quiera oír que oiga.

Cambiando de tema, frente a obras como Lengua madre (Córdoba) es imprescindible celebrar, una y otra vez, el hecho de que lo testimonial no sacrifique lo lírico. Y viceversa, por supuesto. Un tema siempre difícil, que exige abordajes desde distintas perspectivas, como es el de la relación madre-hija, encuentra aquí buen gusto en la realización y hondura en el planteo. Elude lo lacrimógeno y la lectura política obvia. Apuesta a la poesía para completar una historia llena de huecos: la de una mujer que creció con sus abuelos, lejos de sus padres y que es fruto de un momento histórico violento.

Es por intermedio de cartas que el puzzle se va armando. Cientos de ellas tapizan la escena en una atractiva apuesta visual-escenográfica. El lenguaje escrito recobra su oralidad con la lectura en voz alta y ésta, el pensamiento de una madre que parió en un sótano y la dictadura la cercó hasta alejarla de su hija. El texto pone en discusión varias problemáticas, algunas con características de dilemas, por eso es tan rico como incómodo. Por ejemplo: ¿Cómo pueden soportar unos abuelos que se les arrebate su nieta luego de haberla criado? O, ¿cómo puede entender una hija que sus padres priorizaron una cuestión ideológica por sobre ella?

La puesta consigue un delicado equilibrio entre los cuerpos de las dos actrices (Laura Ortiz y Diana Lerma, excelentes) y los distintos recursos, logrando bellas composiciones. Como un aluvión de cartas en medio de un humo excesivo y las mujeres corriendo (una estampa digna del mejor Pino Solanas). O la inclusión de viejas diapositivas, que exudan melancolía al impregnar el fondo de la escena, pero sobre todo al intervenir el cuerpo de una de las actrices. Un espectáculo donde lo político, lo social y la experiencia individual se amalgaman sin fisuras, gracias a una dirección que tiene objetivos claros y que firma con los nombres de Nicolás Giovanna y Daniela Martín.

Por su parte, Luz testigo (C.A.B.A.) es una apuesta episódica en cuyas historias se deja entrever el tema del encierro y como actúa sobre los vínculos, la soledad y las perversiones latentes. No se refiere de modo obvio al nefasto dúo pandemia-cuarentena, y eso hay que agradecerlo. Pero, el desnivel de los cuentos que cuenta, en tanto al interés de cada anécdota y al ritmo con que se lleva, más el propio desnivel de las actuaciones (incluso de mismos intérpretes en distintos cuadros) vuelve extenso y tedioso el resultado global. Algunas ideas de puesta, de carácter distanciador, aligeran la carga y permiten renovar el interés, que cae y se levanta varias veces a lo largo de la hora y media.

Escrita a diez manos y dirigida por Javier Daulte, Luz testigo es un intento de plasmar con urgencia un estado de incertidumbre impensado dos años atrás. Algunos de sus plantines podrían, tal vez, derivar en árboles generosos, como la curiosa interpretación que sobre Hansel y Gretel se hace en la segunda historia. Sobria y bonita desde lo visual, inquietante en su planteo.

Bonus: Durante la quinta jornada del evento, en un domingo de calles santafesinas desérticas y cielo provocador, se pudo ver dos trabajos hijos de la pandemia. El primero realizado durante ella y el segundo fruto de los cruces aprendidos. Se exhibieron en la sala Saer del Foro Cultural y transmitieron en vivo por YouTube. Fueron: Maciel (C.A.B.A.), una experiencia audiovisual dirigida por Jorge Diez. Y Un día el mar (versión 2021, Bariloche, C.A.B.A., Gualeguay), una experiencia escénica virtual, dirigida por Ariel Farace.