Enorme por donde se la mire

27.01.2020 20:45

Por Fausto J. Alfonso

 

Advirtiendo de entrada que verla por tramos es un sacrilegio, vamos al asunto. Que no es otro que El irlandés, de Scorsese. Esta obra mayúscula compite en breve en los Oscars en el rubro mejor película y es muy probable que pierda. No solo porque hay otros dos o tres films que están a la altura de las circunstancias, sino porque al viejo Martin siempre se le hizo esquiva la estatuilla. A él como director, a sus películas e incluso a sus guiones. Hay cierto encono para con este creador, como si no se quisiese aceptar su notable habilidad para conjugar lo industrial con lo autoral, pericia demostrada a lo largo de una filmografía con más de sesenta títulos, entre ficciones y documentales, cortos, medios y largos.

Mientras en otros sitios fue -y es- muy bien tratado, la Academia le dio la espalda a Taxi driver, Toro salvaje, La última tentación de Cristo, Buenos muchachos, La edad de la inocencia, Pandillas de Nueva York, El aviador y Hugo. Solo atinó frente a Los infiltrados. Quizás porque ya no había forma de disimular. Pero volvió al desaire a la hora de El lobo de Wall Street. Una cadena de desatenciones imperdonables para quien, además, es un rescatista y restaurador de films olvidados, perdidos y también maltratados, tanto por el paso del tiempo como por la miserabilidad humana.

Con El irlandés (cuya trama en torno de Frank Sheeran y Jimmy Hoffa ya es por demás conocida), Scorsese no solo demuestra que está en forma, sino en la mejor. A la altura de Buenos muchachos y Casino, cuando ya han pasado 30 y 25 años de aquéllas, desde un tono más sombrío y un humor negro menos juguetón, vuelve sobre la mafia con la apariencia de querer dar por cerrado definitivamente el tema. Si es así, bien; y si no, también. Porque… ¿qué más se le puede pedir (a él y al tema) a estas alturas?

La película es enorme por donde se la mire. Y por donde primero se la mira es por su duración real: 3.25 hs. Tres horas y veinticinco minutos que se hacen nada en la vida del cinéfilo. Del mismo cinéfilo que siempre reclama a los directores ¡síntesis! como una virtud esencial para su oficio. ¿Dónde está aquí la síntesis? En la imprescindibilidad de todos y cada uno de los recursos narrativos, técnicos y estéticos, con el manejo del tiempo a la cabeza, que nos conmina a no perderle pisada a los personajes ni bien comienza el film. A tal punto que hasta nos quedaríamos un ratito adicional acompañando a algún sobreviviente más allá de los títulos.

Tanto en su magnífica puesta en escena, brava y elegante; como en la fotografía crepuscular, con destellos de frívola brillantez (¡ay, esas esposas de los capos mafia!) y en su banda sonora (con todo lo que ésta supone más allá de la música), El irlandés da en el meollo de un mundo sórdido y paradójicamente de aspecto familiar. Un escenario donde la perversión y la amistad van siempre de la mano; y solo la traición -gran protagonista en todo este asunto- puede inmiscuirse para renovar el juego.

Como en los otros films del maestro, que están en la misma línea, hay un contrapunto permanente entre el exceso y la pequeñez. Los endemoniados personajes, megalómanos, grandilocuentes, gritones y prepotentes, a veces se tildan en el detalle pequeño, en lo intrascendente. Decir que de ese modo se los humaniza es lo común. Pero son monstruos, con alguna debilidad. Monstruos que por ahí flaquean, como para tomar impulso nuevamente. Lo enorme y lo pequeño. El imperio Kane y el trineo Rosebud. El crimen y la familia. El gesto desproporcionado (¡esa paliza al verdulero!) y la indiferencia ante la atrocidad (¡ojo con las máquinas de triturar madera!). Un contraste que Scorsese regula con las elipsis, encuadres y movimientos de cámara propios de un experto.

Hablar de De Niro, Pacino y Pesci es ocioso. Ya sabemos que se las traían y que iban a cumplir. Sin dudas, legan un (enorme, también) catálogo de escenas de colección. Pero ese talento del trío se irradia, se hace expansivo, hacia las decenas de personajes secundarios y cientos de extras, todos y cada uno de los cuales se pueden quedar tranquilos por su aporte al cine, aun cuando no hagan nada más. ¡Chapeau! ante los responsables del casting (Critics’ choice awards al Mejor reparto actoral, dicho sea de paso).

En fin. Ahora hay que esperar al benemérito tío Oscar. Por lo pronto, El irlandés lleva cosechados 46 premios (sobre 192 nominaciones) y Joe Pesci está comprando vitrinas adicionales para exhibir los suyos. La Academia ha nominado al film en nueve categorías: película, director, actor de reparto (Pesci y Pacino), vestuario, fotografía, guión adaptado, efectos visuales (donde hay tres argentinos implicados), edición y diseño de producción. Veremos cómo sale esta tómbola.

Para quienes aún no han tenido el placer, El irlandés los está esperando en Netflix. Volviendo al inicio de estas líneas: no se trata de una serie. Ojo. Se ve de corrido. Quien así no lo haga, tal vez sufra represalias. Con la mafia no se jode.

 

Ficha:

El irlandés (The irishman, EEUU, 2019, 209’). Dirección: Martin Scorsese. Guión: Steven Zaillian (Libro: Charles Brandt). Intérpretes: Robert De Niro, Al Pacino, Joe Pesci, Harvey Keitel, Stephen Graham, Bobby Cannavale y Anna Paquin. Música: Robbie Robertson. Fotografía: Rodrigo Prieto.