Entre orientales, santos, marcianos y gitanos

17.09.2023 13:48

Por Fausto J. Alfonso

 

37° FIESTA NACIONAL DEL TEATRO - LA RIOJA / CATAMARCA 2023. Sede La Rioja, 17-09. En la capital riojana, la fiesta no se detiene. Entre desmontajes (ahora rebautizados mingas*), clases magistrales, talleres y presentaciones de libros, la Argentina teatral (artistas y espectadores) intercambia, se perfecciona, se sorprende y reflexiona. Y, cómo no, asiste a cuanta obra puede mientras sus tiempos y la grilla ideada por la organización se lo permitan.

Durante la cuarta jornada, un grupo de críticos hicimos un periplo que nos obligó -desde nuestra fantasía- a instalarnos en un improbable Japón, en la ruralidad sanjuanina, en el conurbano bonaerense y en el monte cordobés. Fue agotador. Y con los sinsabores y alegrías de cualquier travesía o desafío complejo.

Todo arrancaría bien. O al menos así lo hacía presagiar la escenografía de El bosque de los deseos cumplidos en Kamishibai, la historia con que los catamarqueños Los Tortognomos arribaron a la fiesta. Títeres, actuación y el “teatro de papel” (de origen oriental) que anuncia el título, se alternan en esta propuesta que, efectivamente, convence con su cuidado aspecto visual y uno que otro trucaje o pequeña sorpresa. Pero, su dramaturgia, expuesta desde la narración oral, se muestra fría y estructurada, cuando no previsible, y con un mensaje ambiguo (si es que éste intenta calar en los más pequeños). Como el espectáculo es para toda la familia, los mayores pueden objetar además que su idea de lo oriental hace agua en algunos aspectos (nombres, rasgos de personajes, detalles de vestuario), en una indefinición que tampoco se advierte como buscada. A veces lo bonito carece de carisma. Éste es un caso.

La dueña del santo, de la Comunidad KTK al Cubo (San Juan) es un delirio que no termina por cerrar. Lo que se perfila como una simpática comedia costumbrista deriva en una suerte de drama rural de contenido social e inclusivo, sobrecargado de situaciones y personajes, con escaso poder de síntesis. Juega en los bordes del golpe bajo y, si bien contiene abundantes dosis de humor, éste no siempre resulta agradable. Su doble sentido no goza de sutileza y su aspecto político tiene la liviandad de una broma pasajera. En el marco de la historia de una familia de clase baja, cuyo incierto bienestar dependería de los milagros de una de sus hijas, se engarzan críticas a clases contrapuestas, el tema de la fe, los deseos reprimidos, la explotación del hombre por el hombre y… un recital gitano interminable. Además de actuaciones desparejas de un elenco populoso. Eso sí, creer o reventar, viendo esta propuesta pareciera que todos dependemos de un milagro. O de una casualidad. Un acierto: montarla al aire libre, en los alrededores de la sala Teatrino. Aún pese al calor.

Contrariamente, Tercer cordón del conurbano (Payasos del Matute, de Buenos Aires) es un delirio que sí termina por cerrar. Original y libérrima adaptación de Bodas de sangre, desanda el trayecto que va de la bronca y la impotencia al odio y de éste a la tragedia irreversible. Otra vez aquí, la sangre gitana, de modo diverso, atraviesa la historia con un humor desbocado y la pasión del melodrama barrial y marginal. Las actuaciones son estupendas y abrevan en el lenguaje del clown y en un humor negro muy trabajado. Los textos son certeros e hirientes, radiografiando a un país en descomposición, donde cada uno trata de salvarse a su modo. La música en vivo más los efectos sonoros producidos por los propios actores con su voz o su percusión física refuerzan el dinamismo de la acción. Y se intercalan apuntes bien grotescos que ironizan sobre la percepción que las distintas clases sociales tienen sobre las otras. Se lucen todos. A saber: Mariano Braga, María Robles, Carolna Ghigliazza, Mariela Fernández, Guido Sotomayor y Marcelo Luchetti (intérpretes), Lara Bragan y Franco Napolitano (músicos), Germán Navarro (técnico), bajo la dirección de Paula Sánchez.

El raid teatral (o la fiebre de sábado por la noche, para ajustarnos al día), culminó con (o en) El monte de las maravillas, una propuesta cordobesa que pintaba para desopilante, pero terminó decantando en una gravedad innecesaria –con extensos monólogos, cósmicos o absurdos, pero con pretensión- para intentar retomar, tardíamente, aquella frescura inicial. La historia gira en torno de dos amigas y el autoconocimiento a partir de situaciones extraordinarias. La idea original está buena y da para reflexiones y especulaciones varias. Apropiadamente, la trama se ambienta en un monte de esos que se presumen centro de encuentros del tercer tipo. Y hay un extraterrestre que se las trae. Las actuaciones son muy buenas (Natalia Degenaro, Alicia Vissani y Franco Catanzaro), pero la dramaturgia (del propio director, Maximiliano Gallo), cae a mitad de camino en su propio agujero negro y todo comienza a estirarse como un chicle. Y de hecho, el personaje de Catanzaro usa esa expresión, que termina por volverse en contra del espectáculo.

 

*Término de origen precolombino que remite a un trabajo comunitario con intención de beneficios sociales.