Familia desquiciada nos hace pensar
Por Fausto J. Alfonso
Conocer el pasado para entender el presente y poder proyectar el futuro. Es habitual escuchar “máximas” de este estilo, tanto en conversaciones domésticas como públicas. El discurso político echa mano de ellas, aunque a la hora de la práctica, se sabe, las olvida. Pero, en Ex que revienten los actores, la más reciente puesta de Alejandro Conte, aquella intención de sacar aprendizaje de lo vivido y lo negado (por uno o por otros), se materializa gracias a la física cuántica. A tal punto que vivos y muertos, presente y pasado, se confrontan en un mismo espacio. Y el resultado, para el espectador, es bastante bueno.
Ex que revienten…, texto del uruguayo Gabriel Calderón, nunca abandona del todo la interpretación realista, pero obviamente el conjunto no va por ahí. Mezcla de comedia de enredos, con drama psicológico-existencial y giros fantásticos, la puesta se apoya en las actuaciones y el manejo del tiempo. La complejidad de éste lo hace igualmente entretenido y el público disfruta los vaivenes de la historia sin baches, aun cuando se bajan los cambios a la hora de la reflexión o de abordar sórdidos momentos de la historia argentina.
La trama va de una chica, Ana (Gabriela Contreras), que quiere ejercer su derecho a saber sobre su pasado. Cosas que no se hablaron, cosas que se ocultaron… Otras que se disfrazaron o deformaron. Se trata de un típico caso de búsqueda de identidad, pero que está lejos de caer en los clisés. Su novio, un joven científico, plasma el deseo de ella al reunir -máquina del tiempo mediante- a los vivos y muertos de su familia en una peculiar cena navideña que hará explotar e implotar a los comensales.
Puestos todos a bailar, lo atractivo llega por dos carriles y con mucho humor. Por un lado, emergen las descalificaciones, el odio y el resentimiento. Por otro, se produce el desconcierto propio del choque de tiempos. Vivos y muertos no se reconocen del todo. Mientras unos intentan entender cómo se ha concretizado el pasado ante sus ojos; los otros intentan asimilar un futuro que en vida no conocieron. Para empiojar más el asunto, hay una muerta que ni siquiera está enterada de su condición.
Todo el embrollo está sobreactuado (en un buen sentido) con desparpajo. La familia, ya en esencia disfuncional, se transforma en un cúmulo de estados alterados, para quienes renegar de los parentescos es casi una cuestión de honor. Entre idealistas, olvidadizas, especuladores y cómplices de la dictadura, Ana intenta resolver el puzzle que es su vida, mientras su novio procura “horadarla” con amor.
El director viste la escena con muy pocas cosas. Las indispensables para dar la idea de ámbito doméstico, además de una puerta convencional, en medio del escenario, que en realidad es el pórtico que conecta los tiempos (o la máquina en sí misma). No hay paredes ni ventanas. La acción es la que convoca a la atención y la confusión, como estrategia, la que genera el interés.
Un narrador-testigo (Matías Lucero) nos introduce en la historia, quizás de un modo en exceso didáctico, e interviene enunciando los cambios de tiempo, recurso discutible que quizás podría suplirse por algún truco lumínico creativo o un marcado efecto sonoro que “teletransporte” al espectador de un momento a otro. El mismo narrador luego forma parte de ese clan familiar disparatado, que reúne correctas y parejas actuaciones. No obstante, despunta la tarea de Francisco Roby (Tadeo, novio de Ana), por su dinámica corporal, la claridad y convicción de sus parlamentos y la gracia y el desconcierto con que se expresa ante el descalabro familiar que provoca a partir de un sentido acto de amor. Con justicia, el actor ha sido recientemente distinguido por este trabajo en el marco de XXIII Festival de Teatro de Estrenos en Mendoza.
“El tiempo hace que las dudas se conviertan en certezas”, dice un personaje. “El tiempo y el olvido son cómplices”, suelta otro. En ese marco, de informaciones sesgadas y afectos dudosos, Ana se interpela, y lo hace con los otros y con nosotros. Pero sin caer en solemnidades. Porque Ex que revienten… no deja de ser un complejo ejercicio teatral para que el espectador piense, e incluso se auto-examine, pero sin dejar de divertirse.
Ficha:
Ex que revienten los actores, de Gabriel Calderón. Dirección general: Alejandro Conte. Intérpretes: Susana Rivarola, Mary Dillon, Gabriela Contreras, Enrique Vergara Orellano, Joaquín De Lucia, Matías Lucero, Francisco Roby. Fotografía y diseño gráfico: Bruno Palero. Diseño y realización de escenografía y vestuario: Susana Rivarola. Sala: Teatro Mendoza (San Juan 1427, Ciudad). Función del 09-04-2022 (en el marco del XXIII Festival de Teatro Estrenos en Mendoza).
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