Guillermo Troncoso es Lázaro... y todos los demás

19.09.2017 22:23

Por Fausto J. Alfonso

 

La presencia del polifacético actor Guillermo Troncoso con un nuevo espectáculo siempre genera expectativas. Es que este intérprete que ha desandado caminos tan disímiles como los propuestos por Beckett, Shakespeare, Pavlovsky, Lorenzo, Somigliana, Cossa, Arlt, Moisés o Spregelburd, entre otros, y que juega con técnicas ligadas al clown, la pantomima, los títeres, el canto y la Commedia dell’Arte, también entre otras, siempre parece guardar un as bajo la manga. Ahora, esas expectativas se potencian con la presencia de Charo Francés en la dirección actoral, y de un viejo conocido suyo, el notable Arístides Vargas, en la dramaturgia, la puesta en escena y la dirección general. El título: De cómo moría y resucitaba Lázaro el lazarillo. El estreno es el sábado 23, a las 22, en el Independencia, momento en que el actor asumirá todos los personajes.

 

-          Tu relación con El Lazarillo… viene de lejos. Por el 2004 montaste con Alejandro Pelegrina una versión de este texto picaresco anónimo del siglo XVI. ¿Cómo se les ocurrió?

-          El Lazarillo me encontró a mí, aquí en Mendoza. Son esas casualidades… Hace muchos años pasaba por San Martín y Espejo, en la época en que los chicos limpiavidrios todavía no eran erradicados del centro. Vi a un pibe de unos 14 años, netamente de la calle, cómo era arrastrado de los pelos por un policía cuando intentaba limpiar un auto. El chico gritaba, llamó la atención de todos los que pasábamos por ahí y realmente fue espantoso. Creo que si no hubiese estado la gente, hubiese sido más maltratado. Me conmocionó mucho la escena. Justo tenía que hablar con un compañero de Rosario y lo primero que hice fue contarle lo que acababa de vivir. “Es el Lazarillo de Tormes. Son nuestros lazarillos de hoy en día”, me dice. “Si te interesa el tema, yo tengo una versión”. Los actores nos estamos moviendo siempre por deseos muy intensos nuestros o cosas que queremos decir. Inmediatamente me pasó la obra. Me contacté con el autor, Luis María Fittipaldi. El también me cuenta la realidad de los chicos de Rosario y cómo eso lo llevó a hacer una adaptación de El Lazarillo de Tormes. Finalmente, la montamos. Nos fue muy bien y la dirigió mi amigo de Rosario, Christian Alvarez.

 

Pero la relación de Troncoso con Lazarillo no se agotó en esa puesta. Vendría luego una co-dirigida con Graciela Lopresti, donde el actor compartiría la escena con Matías González. “Una versión más tierna, en la que Matías hacía un personaje más inocente”. Y más adelante, una puesta -también en co-dirección con Lopresti- para ocho actores, estrenada en el Independencia, que hasta hoy se sigue haciendo a pedido para los colegios, y que les permite debatir con los chicos sobre la vigencia de la obra y la presencia de estos lazarillos contemporáneos que rondan tan cerca nuestro.

 

-          Ahora estás frente a un nuevo trabajo, el cuarto, que te vincula con El Lazarillo… ¿Cómo se dio esta vez?

-          Siempre casualidades. Yo no lo busco. Estando en Ecuador, la misma noche del estreno de La república análoga, durante la cena, Charo Francés me mira de frente y me dice: “Tú tienes que hacer El Lazarillo de Tormes, en la versión del Negro”. Le cuento lo que yo había hecho, y me insiste: “Pero tienes que leer ésta”. Después de un tiempo me mandan la obra y yo la pierdo, no sé si por culpa de la computadora o por qué. Más adelante nos reencontramos en Buenos Aires con Arístides, en el marco del plan federal que hizo el Cervantes, que fue magnífico. Resurgió la idea, pero no daban los tiempos. Imaginate que Arístides y Charo están viajando siempre por todo el mundo y no podían juntarse y encerrarse a trabajar durante un mes y medio como lo hemos hecho ahora.

-          ¿Por dónde pasa lo diferente en este Lazarillo?

-          Primero que yo soy Lázaro. En las otras versiones no lo era. Es una versión más humana, más cercana a mí, a nosotros. Ahora Lazarillo es un tipo grande, es Lázaro. Y no es de Tormes, sino de Matamandingas, brazo fluvial del Amazonas. Todo lo que narra, lo que va sucediendo, es lo que nos pasa a nosotros. Aquellos encuentros con un ciego, con un caballero que no es tal, con un falso clérigo… son mostrados con la óptica de ahora. Arístides, de una manera maravillosa, nos muestra en qué se han transformado esos personajes.

-          ¿Algún texto o situación de la obra te remite particularmente a Mendoza?

-          ¡Todo! Por eso hay muchas cosas que he visto y he vivido en Mendoza que me han servido. Se trata de eso: qué le puedo prestar yo al personaje de mi experiencia cotidiana. El mendigo literario -porque hay toda una categorización de mendigos- me remitió directamente a un ciego que estaba acá en una esquina céntrica pidiendo limosna, y mucha gente lo va a reconocer.

-          ¿Los restantes personajes también los hacés vos?

-          Sí, y por eso es bastante difícil. Yo hago todos los personajes. Y propongo cosas como actor. Si el actor no propone es difícil que se pueda llegar a hacer algo interesante como encuentro creativo con el director. Los ensayos están para mostrar, más que para encontrar; y a mí me gusta ir mostrando en los ensayos lo que encuentro por ahí. Esta obra tiene momentos muy particulares. Yo vivo en el centro y siempre veo a los chicos que se ranean, con la bolsita de poxiran. Una situación como ésta, por ejemplo, que habla de la pérdida de la esperanza, está en la obra, pero mostrada de otra manera, trabajada desde los malabares, de un modo más poetizado.

-          A propósito de malabares… Has ido incorporando sucesivamente diversas técnicas provenientes de otras disciplinas, o de otros ámbitos que no son los vinculados estrictamente a métodos de actuación. ¿De qué modo aparecerán aquí, si es que has decidido que aparezcan?

-          Creo que este espectáculo resume un poco de todas esas técnicas. Uno a veces no se lo propone, pero como ya las tiene, como está todo, van saliendo. Recientemente, en el festival organizado por El Rayo Misterioso, en Rosario, un actor joven estaba muy interesado en que yo dijera qué método usaba para actuar. A esta altura, yo no puedo hablar de una técnica específica. Es una mixtura de todo. A través de los años, en mi formación como actor, ha sido importante incorporar todas las estéticas en el cuerpo. Esta obra me posibilita apelar al clown, la pantomima, los malabares, los títeres y la música. El canto. Canto estupideces, pero canto, ja ja ja ja!!!! La obra ha ido mechando todo esto. Por supuesto que tienen mucho que ver Arístides y Charo.

-          ¿Todo esto al servicio de un registro satírico?

-          Sí, sí, sí… Pero la obra tiene de todo. Es terriblemente humorística, por momentos es siniestra, por momentos es muy dramática… Hoy, un par de actrices de Buenos Aires que vinieron a ver al ensayo terminaron llorando. Porque claro, al ser un tipo grande el que cuenta lo que vivió de niño, lo que es hoy y cómo sobrevivió, qué pasó con su dignidad, si la perdió o no, etcétera, conmueve.

 

El vínculo de Troncoso con Vargas comenzó hace varios años cuando Rubén González Mayo lo invitó a compartir los personajes femeninos de La edad de la ciruela, bajo la dirección de Walter Neira. Fue la primera versión interpretada por varones. Vargas, justo de paso por Mendoza, dio un ok contundente. Luego participó como actor en Nuestra señora de las nubes, con la Comedia Municipal. Hizo un personaje pequeño en Pluma y la tempestad (dirigido por G. Mayo y Rosita Yunes). Fue dirigido por el propio Vargas en La república análoga, en Ecuador. Participó en una versión de esa misma obra en el Teatro Cervantes, con actores de todo el país. Dirigió La edad de la ciruela para un elenco neuquino. Y volvió a La república…, como director, a propósito de los 30 años de La Hormiga Circular (Río Negro).

 

“El teatro de Arístides Vargas tiene muchísimo humor -subraya el actor-. El problema es que su historia de exiliado lo pone en un lugar dramático frente a los demás. Es común entonces que la mayoría de las puestas sean demasiado dramáticas y eso las hace perder muchísimo. Las vuelve solemnes. Y hay veces, incluso, en que Arístides incorpora chistes para que se digan e interpreten simplemente como chistes. Me acuerdo cuando hicimos Nuestra señora de las nubes. Se lo comenté a una actriz, preocupada por lo qué habría querido decir el autor con tales y cuales palabras. En realidad se trataba de un chiste, no había que buscarle una lectura retorcida”.

 

De cómo moría y resucitaba Lázaro el lazarillo es una co-producción de los artistas y el Teatro Independencia. Según Troncoso, no podría haber sido de otra manera, por tiempos, costos y demás yerbas. Cuenta con música original de Joaquín Guevara, escenografía y utilería de Rodolfo Carmona, diseño y realización de títeres de Gabriela Céspedes, vestuario de títeres de Susana Rivarola y fotografía de Jonathan Sayago. La técnica es responsabilidad de Dino Cortés; la asistencia de dirección, de Mirta Rodríguez; y la prensa y comunicación estuvo a cargo de Lengua Original Comunicación. El estreno es el sábado 23, a las 22, en el Independencia (Chile y Espejo).