Il dolce ballo en torno de Federico

25.09.2016 10:36

Amore mio. Ballet Contemporáneo Ciudad de Mendoza. Dirección general: Lucía y Valentina Fusari. Coreografía: Lucía Fusari. Música: Nino Rota / Katyna Ranieri. Intérpretes: María Ignacia Conalbi, Ximena Da Costa, Paula Peiretti, Rocío Ailín Rodríguez, Macarena Moyano, Matías Figueroa, Dante Quevedo, Darío Aguilera. Bailarinas invitadas de la Compañía Lucía y Valentina Fusari: Sol Gorosterrazú Vera, Catalina Segura. Diseño gráfico: Quintohache estudio visual. Fotografía: Mauro Gatier. Diseño de vestuario: Lucía Fusari. Confección de vestuario: Matías Figueroa, Dante Quevedo. Diseño de luces: Carlos Chacón. Asistente de dirección: Andrea Racconto. Sonido: Alsina. Prensa: Ramiro Ortiz. Relaciones públicas: Valentina Fusari. Espacio: Estudio de Danza Lucía y Valentina Fusari (Uruguay 722, Ciudad). Función del 23-09-16.

 

Por Fausto J. Alfonso

 

El cine de Fellini fue y es un cine hecho de imágenes populosas y caóticas. De cientos de personajes en tránsito buscando colmar sus vidas de algún modo. De extravagantes payasos y de payasos extravagantes. Federico tenía en claro la poesía del desorden, la nostalgia y un grotesco en permanente coqueteo con el patetismo. Su circo del exceso patentó el adjetivo felliniano (o fellinesco, se vi piace) y de éste se colgaron, bebieron o inspiraron muchos otros que intentaron desde el plagio al homenaje.

En esta última línea –la del recuerdo sensible y creativo- se inscribe Amore mio, el último trabajo del Ballet Contemporáneo Ciudad de Mendoza. Dirigido por Lucía y Valentina Fusari, el elenco promueve un amoroso recorrido por célebres partituras de Nino Rota y la voz de Katina Ranieri, periplo al que diez bailarines le ponen el cuerpo haciendo énfasis en la seducción y la galantería, sin despegar de estas armas una pátina caricaturesca, tan propia del mundo del director de Amarcord.

Es a propósito de ese título, del “yo recuerdo”, que la atmósfera se transforma en un ambiente evocador de la vida disfrutada, celebrada, aún cuando los golpes al corazón hayan calado hondo o sigan allí nomás, acechando. La dramatización de los intérpretes, bailarines devenidos actores por pequeños instantes, expresan el apasionamiento, la espera y la entrega sin límites; y encuentra en el (des) vestirse y (des) calzarse, no sólo una necesidad práctica a la hora de bailar, sino también simbólicos gestos vinculados con el cortejo, la intimidad, el género.

En el acogedor estudio que sirve de escenario, el elenco conforma una verdadera troupe que se mueve formando blandas figuras entrelazadas, círculos evocadores de la pista circense (con la inevitable y esperable referencia al final de 8 ½), momentos semi-valseados, prolijos dúos, simétricos trabajos de piso, rígidos ejercicios de partenaire y otras variantes. Mujeres y varones, fatales y casanovas, todos tienen su momento y espacio para el lucimiento, meciéndose entre el frenesí y la calma, con armonía y rigor técnico. Catalina Segura, además, aporta el plus de un emotivo pasaje de canto a capella (Il tempo passa), provocando, tal vez, el instante más hondo en términos sentimentales.

“Su película es un carnaval que cambia, que muta, que se despereza, trocando las alegrías en tristezas y viceversa –ha escrito Marcela Gamberini a propósito de Amarcord-. Lo cotidiano es un espectáculo ambulante, tal como sugiere Gilles Deleuze en La imagen tiempo y ese espectáculo se nos ofrece con liviandad y a la vez con la típica densidad felliniana”. (1)

Esas palabras pueden aplicarse también a Amore mio, aunque añadiendo que, fieles a su preciosismo y cálculo, y a la fuerte impronta abstracta de su danza, las coreógrafas Fusari (en este caso específico Lucía, para ser rigurosos) estilizan y organizan el caos felliniano para ofrecer un espectáculo con valor propio y no una mera sucesión de estampas que rinden tributo al maestro.

No obstante la italianidad esencial de la propuesta, ésta no esconde un dejo de afrancesamiento en la terminación de algunos gestos y movimientos, cargados de glamour –muchas veces irónico- que se filtran entre collares de perlas, boquillas y pañuelos al cuello.

El cuidado vestuario (diseñado por Lucía Fusari y confeccionado por Matías Figueroa y Dante Quevedo) contribuye en gran medida a completar el perfil de cada personaje, a plantear una época y a abrigar, con todos los colores posibles, la amplia gama que supone ese amore. Que puede ser mio, tuo o suo. Aunque… qué más da ante tan bonito espectáculo.

 

(1) GAMBERINI, Marcela. Recuerdos de provincia. En: Leer cine. Revista de Cine & Cultura. Bs. As., Año 1, N° 6, Abril 2006.