Kamar se impuso con su canción

17.12.2018 19:27

Por Fausto J. Alfonso

 

LA RIOJA. Canción de cuna para refugiades, de Kamar Teatro de la Luna, dirigido por Daniel Acuña Pinto, representará a La Rioja en las próximas fiestas Nacional y Regional del Teatro. Lo decidió un jurado integrado por Ana Lía Martín (La Rioja), Isabel de León (Buenos Aires) y Guadalupe Suárez Jofré (San Juan), quienes además entendieron que como obra suplente los méritos eran para La libélula, del grupo Macondo y dirección de César Torres.

Durante tres días, media docena de salas acogieron a la 34° Fiesta Provincial del Teatro “Manuel Chiesa” La Rioja 2018, en la que compitieron Para dos pianos (El Pasillo Teatro), La libélula (Macondo), Destiempo (Esencia de Vainilla), Canción de cuna… (Kamar), Soul (El Palenque) y Sistema collage (3RROR D3 IMPR3NTA). Por razones de salud del protagonista, no se pudo presenciar una séptima puesta: Cornelia de Loungue, la monstrua (Alma/El Tablado).

Por otra parte, el Instituto Nacional del Teatro entregó el Premio a la Trayectoria Nuevo Cuyo, al Centro Pro Danza, que cerró la programación de la fiesta en su propio espacio y con su creación Dogmas, dirigida por Mario Danna y Adriana Nazareno.

 

A efectos de completar la cantidad de espectáculos para el Encuentro Regional, el jurado precitado eligió, según orden de mérito, a Sistema Collage y, como suplente, a Destiempo. Además, hubo menciones para las actuaciones de Sofía Pelliza Macías (La libélula), Gabriel Rodaro (La libélula), Facundo Aredes (Sistema collage) y Miriam Corzi (Canción de cuna…); y para el Diseño espacial escenográfico de Emmanuel Cabeza (Sistema collage).

Canción de cuna… es un testimonio sobre el azaroso camino que recorren refugiados de distintas latitudes, escapando del horror y las limitaciones y sin saber cuánto de diferente es lo que les espera. La puesta está planteada de manera episódica (cada personaje, a su turno, desnuda su situación), pero funde esos episodios en un potente leit motiv visual: la balsa que, una y otra vez, reagrupa a todas las criaturas. Como ésa, otras tantas imágenes de gran fuerza se encadenan, valiéndose de objetos que se resignifican (cajas, valijas, velas, ataúdes, cañas, barquitos, muñecos, ropas, cadenas…), y jugando con una paleta de colores criteriosa y la apropiada multi-instrumentación musical a cargo del propio director y de Giuliana Acuña Corzi. La seriedad del tema (aún poco explorado por el teatro argentino, lo cual ya en sí juega a favor del grupo) lleva por momentos al espectáculo a un exceso de solemnidad que repercute en el decir de los actores: sus testimonios son muy poéticos, pero pierden espontaneidad. Con esa salvedad, Sergio Altamirano aporta una de las actuaciones más sólidas.

Las propuestas que reunió esta fiesta se caracterizaron, en su gran mayoría, por la fragmentación, la fusión, la hibridez, la experimentación. El tradicional teatro de texto quedó relegado a dos obras (de las cuales una se levantó). La danza y el teatro se invadieron mutuamente. La creación colectiva tomó la palabra. Imperó el discurso no narrativo y también la abstracción literaria. En ese contexto, Destiempo (dirigido por Sofía Pelliza Macías) se erigió como un interesante espectáculo: breve, preciso y contundente. Exploró la relación de pareja en sus variantes, desde una gama de acciones/sensaciones que reflejaron bien el carácter fragmentado de ese teatro que copó las salas. El humor y la energía se asociaron para mostrar los impredecibles vaivenes de la pasión y el deseo, desde sus picos de éxtasis a los bajones más profundos (con globos que explotan como metáfora de nuestro propio desinfle). Respirar a coro, probar la resistencia del corazón, tratar de entrar (o salir) a tiempo del otro… Cuestiones que Esencia de Vainilla demostró con coreografías y escenas eróticas, vibrantes, de choque y de caricia, en un espacio vacío, que solo admite cuerpos palpitantes.

El humor llegó con Soul, creación colectiva que también apostó a una dramática desestructurada, con acento en las canciones y los bailes. Los temas: la discriminación y la identidad. El registro: la comedia. La anécdota: pequeña, pero eficaz. Un grupo de negros muy chéveres, quedan estupefactos cuando una integrante pierde su esencia afroamericana: se vuelve blanquita, su mulatona cola se esfuma y muere por Justin Bieber. La mutación da para situaciones jocosas, pero igualmente para hablar de la reivindicación de nuestros orígenes, siempre con indiscutible swing. Entretenido, Soul hace una buena diferencia a partir del gran carisma de sus cinco intérpretes: Esteban Ismael Domínguez, Génesis Castro Azcurra, Giannina Allegretti, José Osorio Pérez y Juan Pablo Rodríguez.

También desprovisto de una narrativa clásica se pudo ver Sistema collage, dirigido por Emmanuel Cabeza. Espectáculo que, como su nombre lo indica, toma de aquí y de allá, en temas y estéticas, atravesando todo desde la metateatralidad. El público fue recibido en la acogedora sala principal de la Biblioteca Mariano Moreno con todas las sillas dispersas. Casi un preanuncio de la dispersión misma de la propuesta, que navega por la discriminación, el bullyng y otras desgracias, a veces de modo reflexivo y otras de modo paródico y desdramatizado. Todo lo cual, termina derivando en un final de tono terapéutico. Pese a algunas ideas con garra (el zapping frotando un periódico, la suelta de aviones) y la buena actuación de Facundo Aredes, Sistema collage no termina de encontrar su rumbo y se muestra con minutos de más. Es cierto que también es una suerte de ensayo y reflexión sobre la creación. Pero aun así, queda la sensación de que, depurado, daría para más.