La cruel dimensión de lo cotidiano
Por Fausto J. Alfonso
La guerra de Klamm es una radiografía del fracaso del sistema educativo. ¿O acaso de su triunfo? Porque pareciera ser un andamiaje que no se puede modificar de ningún modo y que se instaló para reinar eternamente bajo las mismas condiciones. Alumnos, profesores y directivos están narcotizados por una insana tradición y solo les queda padecer ese sistema. Algunos más, otros menos.
Compacta y potente, triste y entretenida, la creación de Kai Hensel renueva el rito anual del Joven Teatro que dirige Juan Comotti de estrenar autores alemanes contemporáneos, con el aval y apoyo del Goethe-Zentrum Mendoza de la Sociedad Goetheana Argentina. La obra ha sido exitosa en distintas latitudes, lo que nos lleva a pensar que los argentinos no arrastramos solos la problemática que plantea. Parece que estamos bien acompañados.
Pero dejemos al margen ese consuelo de tontos. La guerra de Klamm habla claramente de un presente alarmante y de un futuro aterrador. Y lo hace sin escaparse demasiado de las pautas realistas. O sin escaparse nada, ya que lo absurdo, lo delirante, lo patético de las instancias por las que pasa el protagonista son moneda corriente en las aulas de nuestra vida cotidiana. Si algo nos advierte que se trata de una ficción es el hecho de que el espectáculo se publicita y hay que pagar una entrada.
Una vez en el lugar, el público (que oficia de un alumnado sumido en la mudez, como el alumnado contemporáneo) conoce la historia personal de un profesor en su descenso hacia el infierno. Víctima y victimario, como el resto de los docentes –por acción u omisión-, los directivos y los alumnos mismos. Su discurso es el de un hombre superado por las situaciones, pero también por sus propias limitaciones y obsesiones. Un docente que gravita entre la exigencia extrema y la permisividad absoluta; que demuestra compromiso y vocación, para seguidamente mostrar desidia y resentimiento. Inmerso en un bucle del que no puede salir, está condenado. Y, de hecho, la obra termina como empieza, con una ligera variación. Con una especie de “correctivo” que no soluciona problemas, sino que los aparta un poquito (como cuando el Vaticano manda a otro país a un cura pedófilo).
La propuesta está planteada en un aula real, con luz de sala y como una sucesión de clases breves. Lo interesante es que cada una de ellas permite mostrar al profesor en una faceta distinta, sin dejar de ser él mismo en su esencia. Siempre hay un motivo, excusa, hecho que le permite encarar el día de un modo distinto, con ferocidad, apasionamiento, benevolencia o resignación. Con alegría o depresión. Planteo ideal para poner a prueba la versatilidad de Gustavo Adolfo Ramírez, que sale airoso de esta cruzada en la que su personaje se hunde cada vez más a partir de un hecho previo a lo que vemos y del que nos vamos enterando de a poco.
Suerte de preceptor afincado discretamente en un rincón del aula, como quien vigila que la clase no se desmadre, el director Comotti maneja los apagones entre clase y clase, y los acompaña musicalmente escogiendo de la playlist que tiene en su celular.
Por su parte, el actor se sirve de una ventana para referenciarnos lo que pasa en la escuela más allá del aula, destila su furia hacia algunos colegas y se indigna con los pequeños-grandes dramas del día a día escolar, dando a entender los distintos grados de violencia (latente y real) que encierra ese universo donde pareciera que ya es imposible que tengan cabida José Hernández, Florencio Sánchez u Horacio Quiroga. Se trata de un profesor de Literatura, claro está.
En cierto modo, el espectáculo es frío, aséptico, más allá de sus humoradas (incómodas) y la vehemencia del docente en algunos momentos. Esa cuestión calculada y expositiva de llegar, presenciar a plena luz un drama tan cercano a nuestra realidad, y retirarse (eso sí, con la constancia de alumno regular) agiganta el impacto y la desolación. La guerra de Klamm es una obra dura, pero breve y más que necesaria. A veces es la ficción la que nos ayuda a dimensionar lo cotidiano. Éste es un caso.
FICHA:
La guerra de Klamm, de Kai Hensel. Dirección: Juan Comotti. Intérprete: Gustavo Adolfo Ramírez. Elenco: Joven Teatro. Sala: Rubén Bravo, Casa de la Cultura y la Memoria, Lavalle 88, Godoy Cruz, Mendoza. Función del 27-10-2024.