La destreza devorando su historia

30.08.2016 09:16

Cuerdas. Elenco: Volarte, Compañía Independiente de Circo y Danza Aérea. Intérpretes: Virginia Geroli, Fernanda Trombetta, María Balanza, Romina Fisela, Daniela Sat y Belén Gassull. Texto y asistencia teatral: Rubén Scatareggi. Edición musical: Martín Spano. Proyecciones: Dúo Lumínico. Máscaras: Eugenia Geroli y Analía Martínez. Diseño de Vestuario: Victoria Cucci “Capote”. Dirección general: Daniela Sat y Romina Fisela Fusco. Sala: El Galpón Espacio Cultural. Función del 27-08-16.

 

Por Fausto J. Alfonso

 

El teatro es el territorio de lo impredecible. Sí, vaya novedad. Lo posible, lo imposible, lo incierto y lo azaroso conforman un todo indivisible y mutante afectado por la acción de artistas y espectadores. Un todo donde, en ocasiones, lo aleatorio puede ser un síntoma de algo más profundo.

Cuerdas, la impactante propuesta de teatro-aéreo de VolArte, es un ejemplo irrefutable respecto de este asunto. El público aplaude/interrumpe, una y otra y otra vez, ante la espectacularidad de los desplazamientos, como si estuviese en el circo frente a una sucesión de deslumbrantes números.

Pero lejos de un espectáculo de carpa (en concepción, estética, intención, temática, etc., y aunque se valga de técnicas circenses), lo que parece pretender Cuerdas es crear una atmósfera estrictamente teatral e ir alimentándola con el virtuoso aporte de las bailarinas-actrices, quienes sin dudas demuestran un entrenamiento irreprochable.

Esa atmósfera jamás termina por conformarse y aquellos aplausos (más allá del respetable acto de aprobación que representan) se erigen como el signo explícito de su ausencia, confirmando que la destreza no ha tenido el menor empacho en deglutirse a la historia, a su propia historia.

El comienzo es por demás prometedor. La puerta de entrada nos remite textualmente a Borges. Las proyecciones –en gran formato- nos involucran con el ajetreo de la gran ciudad. Lo laberíntico, los múltiples caminos a tomar, la senda a recorrer, quedan planteados. Y el fin de una jornada la encuentra a ella, joven mujer, tan agotada como reflexiva. Su cuerpo puede expresar lo uno y lo otro, con creatividad y hondura, vaso de vino de mediante (mujer+vino+mesa: imposible no acordarse de una notable escena coreográfica de la toda notable El exilio de Gardel). La intimidad y la plasticidad quedan cercadas por una adecuada iluminación. Se instala el misterio.

De aquí en más, las asociaciones que se puedan hacer con el término cuerdas serán múltiples y el desenfreno físico admirable. Porque esa mujer ascenderá y descenderá literalmente diversos trayectos, sola o acompañada, aunque siempre movida, como si de una marioneta y sus hilos se tratase, por esas otras féminas que habitan en ella, con sus contradicciones y sus buenas y no tan buenas intenciones.

La búsqueda de si misma la llevará a enfrentarse con tópicos clásicos como la máscara y el espejo; y a confrontar ásperamente con sus propias páginas (en definitiva, es una escritora y no es extraño que lidie con sus fantasmas), hasta dar con la cuerda exacta de su propia voz (al tiempo que el relato en off muta de voz masculina a femenina).

Este debut teatral de VolArte (que en rigor viene trabajando desde 2010 en otro tipo de propuestas) es de un inusual despliegue tecnológico y de accesorios para Mendoza, y la cuidadosa y arriesgada técnica con que las intérpretes explotan ese arsenal es -está más que claro a esta altura- lo mejor del espectáculo. La puesta de luces, el vestuario y la selección musical, con acento en lo electrónico, ratifican el cuidadoso nivel de producción y el buen gusto.   

El experimentado Rubén Scatareggi suma sus textos –no carentes de valor literario- a las pinceladas borgeanas y otras tantas de Wilde, pero aquéllos aparecen como emblocados. Nunca terminan por integrarse a lo escénico. Lucen duros, acartonados, frente al devenir espontáneo y grácil de las coreografías aéreas, aún cuando éstas apelen a la violencia o a una áspera velocidad.

Así, en este matrimonio de a tres, el varón (el texto teatral y su potencial dramaticidad) termina siendo un testigo, privilegiado pero testigo al fin, de un romance bien acoplado entre dos mujeres: la danza contemporánea y la danza aérea.