La inquietante vigencia de Tercero incluido

05.05.2024 17:02

Por Fausto J. Alfonso

 

Aderezándola con condimentos varios, el director Fernando Mancuso, al frente del Elenco de Teatro de la UNCuyo, hace de Tercero incluido (un texto que se actualiza por sí solo), una propuesta que entretiene y apunta a la reflexión por igual. Se apoya en el histrionismo de los actores y replantea el final, volviéndolo más inquietante y oscuro que el original.

La historia en torno de esta obra breve de Eduardo Pavlovsky es conocida, pero siempre es útil refrescar. Corría 1981 cuando fue estrenada en el marco del célebre ciclo Teatro abierto en la sala Picadero. La intolerancia no se hizo esperar y una bomba terminó incendiando el lugar. La dictadura estaba débil, pero todavía viva. Y armada.

Desde entonces, la pequeña pieza (en términos estrictamente de duración horaria) se ha representado en incontables versiones y su vigencia se debe, fundamentalmente, a la maestría con que el autor plantea una situación en apariencia simple pero factible de ser interpretada de múltiples modos, aun cuando los tiempos socio-políticos vayan cambiando.

Un matrimonio, Carmela y Anastasio, se siente amenazado por un enemigo impreciso. Atrincherados en el dormitorio, adoptan posiciones antagónicas. Para ella, conviene amenizar “la espera trágica” (ya que estamos con Pavlovsky) haciendo el amor. Para él, es necesario concentrarse y prepararse frente a una inminente guerra. Así pasan los días y los meses, sin que se concrete el deseo de ella ni el pronóstico de él.

Tercero incluido es una historia propicia para ser llevada, desde la puesta, a los extremos. Jugar con el estatismo, la cautela extrema y la represión bajo las sábanas de la cama que monopoliza el espacio o, hacer de los personajes, criaturas de extrema acción que conviertan al lugar en un campo de batalla matrimonial. Por esto último optó Mancuso y planteó una relación dinámica, con forcejeos, escondidas y mucho roce, poniendo a prueba a dos intérpretes (Andrea Cichinelli y Martín Ferreyra) que cumplen con su despliegue físico al igual que con sus máscaras y sus discursos de argumentos contrapuestos. Dotados para la comedia, le sacan provecho al humor espeso de la obra.

Pero el ritmo logrado no es solo el fruto de la interpretación, sino que a ésta se acoplan el carácter lúdico de la propuesta de luces, la música usada en modo irónico y la manipulación de objetos que subrayan las vocaciones que para el amor o la guerra poseen los protagonistas, desde un disfraz erótico de conejita a soldaditos de juguete, pasando por un stock en el que no falta un libro de Clausewitz sobre estrategias de guerra (este sí mencionado por Pavlovsky en su original).

Algunas referencias mendocinas regionalizan el planteo y otras pequeñas actualizaciones de nombres (sale un Castro, entra un Putin) acercan al espectador más joven. Por otra parte, la alusión a la invasión de mosquitos de la que habla el autor y que conlleva un contenido en principio solo metafórico, hoy ha adquirido una lectura involuntariamente literal en nuestro país: la de una nueva guerra. Esta vez contra el dengue, que ha dejado un saldo de muchos muertos.

La idea base, que gira en torno de un enemigo (real, posible, probable, imaginario), se mantiene sólida, mientras a su alrededor sobrevuelan las ambigüedades. Y eso vuelve rico el conjunto, llevándonos a pensar hasta qué punto afectan la vida cotidiana las incertezas y cómo las rivalidades infundadas pueden destruir hasta la vida doméstica. Como así también la psiquis de cada individuo, que no llega a discernir entre sus fantasías y la realidad.

¿Quién es ese tercero que se inmiscuye en nuestras sábanas, ideas, relaciones? ¿Cuánto de real tiene y cuánto de construido por nosotros mismos? ¿Cómo afecta a la familia, a la propiedad, a la patria…? Si no hay enemigo, ¿conviene inventarlo? Los interrogantes pueden seguir por un rato largo.

El final de este Tercero incluido, como se anticipó, es una vuelta de tuerca más al original, y subraya el registro de tragicomedia que se va advirtiendo de a poco, pero sostenidamente.

 

Ficha:

Tercero incluido, de Eduardo Pavlovsky. Elenco de Teatro de la UNCuyo. Dirección: Fernando Mancuso. Intérpretes: Andrea Cichinelli y Martín Ferreyra. Escenografía: Lorena Baldín. Diseño y realización de vestuario: Victoria Fornoni. Iluminación: Gonzalo Lorente. Diseño de sonido: Martín Ferreyra, Producción: Estefanía Montenegro. Sala: Teatrino, Nave de UNCuyo. Función del 04-05-2024.