La locura tiene un límite
Por Fausto J. Alfonso
Los Coleman son un montón, pero también son pocos. Los que vieron la obra saben por qué y los que no, vayan y vean. El tema es que son infantiles y mordaces al mismo tiempo, proclives a las alianzas fugaces y a las traiciones domésticas. A todos les falta cinco pal’ peso, como se decía antes, aunque hoy ésa sea una expresión a condenar y más bien habría que hablar de una familia víctima de su disfuncionalidad.
La omisión de la familia Coleman (estrenada por su autor, Claudio Tolcachir, en 2005 y desde entonces en cartel en su sala TIMBRe4) es una obra que, sin pertenecer al grotesco propiamente dicho, comparte con éste el doble impacto que persigue: generar la carcajada e inmediatamente la angustia. Y los planteos de cada escena, sin dudas, dan para eso. En La omisión…, por ignorancia o conveniencia, nadie toma una decisión sana. Pareciera ser que solo una tragedia puede reacomodar las cosas.
En una casa que se viene a pique y en la que cada vez hay menos cosas que funcionen, el grupo familiar se provoca o ningunea todo el tiempo, violando todo código de convivencia. Las réplicas son desmedidas, las bromas de mal gusto y cualquier fuera de cálculo puede derivar en desgracia. Parece un rejunte de gente que se odia metida a presión bajo un mismo techo. Como parece un rejunte (y un buen reflejo de esa gente) el mobiliario de ese espacio de hacinamiento. Una escenografía tan disfuncional como la familia misma.
En esta versión mendocina, el joven director Álvaro Benavente, tal vez condicionado por la historicidad de la obra (o no), no termina por soltarse del todo. Si bien el espectáculo tiene su ritmo y entretiene, sin perder nunca fluidez, siempre está por debajo de un texto que por sí mismo exige locura, desmadre. ¡Descontrol! Es decir, al conjunto le falta una vuelta de tuerca de ferocidad. Que es lo que, en definitiva, permitirá el paso de aquella carcajada a aquella angustia mencionadas. Sin esa rosca, estos Coleman se quedan en el terreno de la comedia amable, con personajes un poco piantados. La locura tiene un límite.
En esa línea, las actuaciones son buenas, aunque con desniveles, destacándose las de Alicia Casares y Laura Preziosa, ambas muy atentas al juego que todos juegan y explotando la ironía del personaje que les toca en suerte (una abuela y una madre muy peculiares), siendo víctimas y a la vez responsables de esa omisión que sugiere el título y que está muy lejos de ser una sola. Porque la dejadez puede ser inagotable y terminar por alcanzarnos a todos. Y la soledad también, como lo demuestra el último fotograma de esta película, al que el director debería dedicarle más segundos de los que tiene hasta calar hondo en el personaje y el público. Ahí sí, una pausa profunda, que es un punto final y la cristalización de la angustia.
Ficha:
La omisión de la familia Coleman. Autor: Claudio Tolcachir. Puesta en escena y dirección general: Álvaro Benavente. Intérpretes: Denis Arnáez, Alicia Casares, Cristian Castro, Pablo Cazorla, María Emilia Miralles, Florencia Penna Aruta, Laura Preziosa y Gerónimo Scudeletti. Diseño de marca: Ailén Fernández. Diseño gráfico: Violeta Videau. Diseño lumínico: Maymará Bracamonte. Asistencia de producción: Melisa Anconetani y Catalina Malvezzi. Asistencia de dirección: Valentina Fileni. Producción ejecutiva: Willy Olarte. Sala: Tito Francia (Centro Cultural Le Parc, Guaymallén, Mendoza). Función del 08-10-2023.