La persistencia de los brillos

07.08.2018 21:32

Por Fausto J. Alfonso

 

Durante 2016 y 2017 buena parte del elenco de Redes sorprendió y sedujo a no poco público con el espectáculo Cuerdas. Una apuesta interdisciplinaria de riesgo, atípica para la escena mendocina por los recursos utilizados y el nivel de producción. En buena medida, Redes retoma aquella línea del “show visual de impacto”, y lo hace reincidiendo tanto en los aspectos positivos como en los negativos. Hoy como ayer, el texto y la teatralidad quedan supeditados a las proezas coreográficas aéreas y a un marco escenográfico y sonoro muy bien pensado desde lo estético y lo técnico.

Redes nos enfrenta a una constelación de bellas mujeres, víctimas de la tecnología y específicamente del celular. Aunque no esconden pequeñas rivalidades, son amigas y comparten la condición de estos tiempos: la incomunicación. Mediante una sucesión de escenas, que no suman una historia en sentido estricto, se las puede ver sobrepasadas desde el lenguaje e hiperkinéticas desde la acción.

Desde el punto de vista conceptual, todo queda allí, en ese muestreo. Son las pruebas de algo que, en realidad, está a la vista en todas partes, y cuyo resultado, aquí, es la ilustración tibia de una problemática seria y cotidiana. A veces muy subrayada desde la frivolidad o desde un humor poco sutil, poco trabajado, como lo demuestra la escena del bar (una especie de Polémica en el bar invertida: femenina y cool, en lugar de masculina y grasa); y otras buscando algo de reflexión, como en el desenlace de la escena del baño.

Como es obvio, el tema da mucha tela para cortar, pero los aciertos se producirán siempre y cuando a los textos se les añada ironía y crítica, que no es lo mismo que cancherismo y doble sentido ramplón. Es decir, falta poetizar lo que ya se sabe, como para que uno no sienta que se está asomando por la ventana de un bar en plena reunión de amigas. Por otra parte, el delirio al que nos ha sometido la tecnología celular es muy parodiable. Pero acá tampoco hay parodia.

Otro aspecto discutible es la aparición del feminismo en el marco del espectáculo, casi como si no se quisiese quedar fuera de una de las problemáticas del momento. Es una obviedad (también) que, ya sea como charla, debate o discusión, la temática feminista está más que presente en las redes. Pero en este contexto, que es el de una creación artística, el problema surge al introducir semejante motivo cuando el primero (el efecto perturbador de las redes) no se ha abordado en profundidad. La intromisión de otro tema, de modo forzado, como para cumplir, hace que los dos aspectos terminen navegando por la superficie.

A su turno, la dirección general (Virginia Geroli) y la dirección teatral del espectáculo (Rubén Scattareggi) tienen que rever algunos otros aspectos. La primera, evitar el engolosinamiento con la escena de la selfie, que por larga se vuelve reiterativa; y repensar el corte abrupto, anticlimático e innecesario, que se produce en la escena de los mensajes, cuando las intérpretes bajan de la escena en un intento de entablar una relación más fluida con el público y de mostrarse como son. En realidad, nunca están dejando de actuar y aquí, entonces, la objeción se ensambla con lo teatral. Más exactamente con lo actoral, responsabilidad del otro director. La poca experiencia de las actrices y, por ejemplo, su falta de intencionalidad en los textos, se hace más evidente, queda al descubierto sin la cosmética visual de la que vienen en las escenas precedentes.

Como contrapartida a estos puntos flojos, Redes pone en funcionamiento un complejo mecanismo sonoro y visual que en asociación con las coreografías aéreas y de piso producen momentos e imágenes bellas y, éstas sí, poéticas; a la vez que muestran claramente cuerpos entrenados, igualmente sexys y enérgicos, que se entrecruzan en circuitos que desafían el vértigo y el choque.

El uso de pantallas translúcidas a lo largo del espectáculo permite al espectador poner en práctica su rol de voyeur y en ocasiones aporta calidez y seducción a ciertas escenas. Las proyecciones se alternan entre las que contextualizan y las que simbolizan. Las hay más y menos abstractas, algunas más realistas y otras más naïf, como las que asoman hacia el idílico final flower power, hermosos unicornios incluidos. Y hasta hay una que simula un video juego de lucha, momento en que se pueden ver bien integrados los distintos lenguajes del espectáculo.

Una elección de riesgo ha sido la de apostar a una banda de sonido íntegramente local, tendencia que ha ido adoptando el teatro mendocino, aunque no siempre con buenos resultados. En esta ocasión, ha sido un acierto. Bahía, de Luca Bocci (“…nada de lo que me ata es real…”); El poder, de Súper Guachín; La belleza del error, de Mariana Päraway (“…y tuve que dejar todo caer y esperar que el silencio llegara justo a tiempo…”); y Agua marfil, de Usted señálemelo (“Me perdí volándote y encantado del lugar callado…”) vienen muy al caso para los momentos escogidos.

De aquellas Cuerdas, entonces, persisten en Redes los brillos. Eso, sin dudas. Lo otro queda por resolver. Pero el espectáculo cuenta con una gran ventaja. En el programa de mano advierte: “Obra en proceso permanente”. Seguramente, sus responsables sabrán sacar provecho de esto para pulir por aquí y por allá.

 

Ficha:

Redes. Dirección general: Virginia Geroli. Textos y dirección teatral: Rubén Scattareggi. Intérpretes: Ro Iniesta, Fernanda Trombetta, Virginia Kuki Geroli, Romina Fisela, Romina Taverna. Diseño Sonoro: Choiqe Andes Trip. Gráfica: Florencia Santarone. Visuales: Espectra Vj´s. Vestuario: Rica. Iluminación y escenografía: María José Delgado. Fotos y video: Natanael Navas y Nicolás Latorre. Pre producción: Florencia Ríos. Prensa y comunicación: Emiliano Pecorelli. Producción General: Fernanda Trombetta. Sala: Nave Cultural (1). Funciones: 4 y 6-08-18.