Lo marginal y las márgenes
Por Fausto J. Alfonso
El estreno de El río posible, texto de Ósjar Navarro Correa y dirección de Fabián Castellani, supone dos aciertos: el abordaje de un tema como es la trata de mujeres, sin caer en la pancarta ni en lo explícito de los cuerpos; y el uso de un registro realista (al que el director no está acostumbrado y del que sale airoso), pero que igualmente deja ventanas abiertas para la abstracción y la poesía. Con esos soportes, la trama desanda su camino de un modo tan firme como fluido.
La aparente sencillez de la propuesta, tanto desde lo textual como desde lo dramático, se diluye con una segunda lectura de la misma. Con ella, emergen temas colaterales -el enamoramiento, la idealización, la traición, el fracaso- que completan e interactúan con el conflicto central, basado en la cooptación de mujeres para su explotación, la mafia detrás del asunto y el aroma político siempre insinuándose (no por nada se menciona, y no muy al pasar, la figura del “intendente”).
Navarro Correa prolonga en esta obra que ganó el Certamen Literario Vendimia 2020 su estética dramatúrgica naturalista, inspirada en los/as márgenes y los/as desposeídos/as, apelando al verbo directo y a veces brutal, con algunos resquicios por donde se filtre lo metafórico, en este caso a partir de los personajes femeninos y sus sueños/pesadillas.
La historia involucra a cuatro personajes y se sitúa a orillas del Paraná, un territorio que ha resultado muy fértil e inspirador para los escritores rioplatenses, con Horacio Quiroga a la cabeza, pero sin olvidarnos de Alfredo Varela, el autor de la novela El río oscuro, que Hugo del Carril llevó al cine bajo el nombre Las aguas bajan turbias.
En El río posible, la turbiedad también está a la orden del día, y ese paisaje acuoso -presente desde lo sonoro durante toda la obra- tiene mucho para decir. De hecho, los personajes reconocen que el río habla, y no siempre dice lo que uno quiere oír.
Castellani mantuvo en realista la actuación, pero optó por la estilización y el despojamiento de la escena. Algunos pocos elementos de apoyo alcanzan; lo demás, surge de los diálogos, como la presencia de la temible ñacaniná o las menciones a los no menos oscuros “El Tano” y “El Tello” y a todos sus chanchullos.
Desde lo sonoro, hace lo propio con la moto del Pollo (personaje execrable, bien jugado por Diego Martínez) y, no podía ser de otro modo, con los truenos. Que, en comunión con el efecto lumínico de los relámpagos, contribuyen a subrayar el momento de incertidumbre que viven Privitera (Alejandro Manzano) y Luisa (Camila Jardel), a la espera de una lancha que transportará a ella al otro lado del río, donde parece habitar el bienestar. De una margen a la otra margen. ¿O de lo marginal a lo marginal, habría que decir?
Ese peso puesto en lo actoral invita al espectador a participar más activamente, completando el panorama. Ciertamente, el público tiene que abstraerse del inmaculado y lustroso piso del escenario y presionar a su imaginación para que termine de delinear la atmósfera húmeda y agobiante de la zona selvática, y cierta suciedad natural que, aparentemente, no repercute en el físico de los protagonistas.
El río posible llega para coincidir en la cartelera mendocina con La puerta de oro, de Arístides Vargas, otra obra en la que “la tierra prometida” parece estar siempre un poquito más allá, a tal punto que nunca se concreta (“Cuanto más voy pa’ allá, más lejos queda”, canta Serrat en El Horizonte) y finalmente se diluye.
El tándem Navarro Correa-Castellani le saca partido, de un modo casi minimalista, a un tema ríspido, repudiable, y tan viejo como lamentablemente vigente. Y si bien, lo poético es parte, la dupla no le quita el brazo a la jeringa, y deja que la realidad se imponga como un gran cachetazo, dejando al descubierto una sociedad primitiva, inhumana y abusadora en más de un sentido.
Ficha:
El río posible, de Ósjar Navarro Correa. Dirección: Fabián Castellani. Intérpretes: Alejandro Manzano, Camila Jardel, Diego Martínez, Clara Furlán de Paz. Diseño gráfico: Facundo Piedrafita. Fotografía: María José Navarro Sardá. Diseño sonoro: Álvaro Alaniz. Diseño de iluminación: Paloma Rayén Barrera. Diseño de vestuario: Victoria Fornoni. Asistencia de dirección: Mariana Calvera López. Sala: Vilma Rúpolo, Espacio Cultural Le Parc. Función del 27-03-2022.