Luisa Ginevro: volver y hacerse ver

29.10.2017 21:06

Por Fausto J. Alfonso

 

De acuerdo con su DNI, las notas de prensa y los programas de mano es Luisa Ginevro. Pero entre los íntimos, se trata de la Chunchu. De ambos modos, es una de las artistas que en los últimos tiempos viene marcando diferencias en la escena mendocina. Relato en fiel simetría y Anagnórisis son prueba de ello. La primera, una feroz mirada sobre la autodestrucción, fue ideada y dirigida por Luisa, y también interpretada en su tercera versión. La otra, un buceo en la oscuridad y pliegues que toda personalidad conlleva, la protagonizó y dirigió junto a su fiel compañera Sol Gorosterrazú, quien también la acompañó como intérprete en Relato... En las dos puestas intervino además -como asistente de dirección- Santiago Borremans, tercer vértice de lo que ya es un sólido triángulo creativo.

Mientras apura los ensayos de su próxima puesta (de nombre indefinido al momento de esta entrevista) a estrenarse el 26 de noviembre, la Chunchu descuenta días para su participación en el Argentino de Artes Escénicas, en Santa Fe. Allí se podrá ver Relato en fiel simetría, en doble función (20 y 22 del 8 de noviembre) en la Sala Maggi del Foro Cultural. No es la primera vez que desembarcará por allá. En 2010, cuando el VI Argentino de Danza, fue parte del elenco del IUNA (actual UNA) con Cuarto creciente, obra de Roberto Galván, con dirección de Roxana Grinstein.

La Chunchu era chiquita cuando pasó por el Ballet de la UNCuyo. “Estuve tres años, ad honorem, aunque cumpliendo con todas las obligaciones, igual que los demás”, recuerda mientras bate un café colombiano que su padre le trajo desde Bolivia, donde está trabajando. Detiene un segundo el gesto mecánico y, antes de que la taza vuelva a tintinear, completa: “Tenía quince y fue hasta los dieciocho. Después empecé la facultad y tuve que elegir”.

 

-       ¿Qué opinás sobre la necesidad de pasar por lo clásico para poder desempeñarte bien en cualquier danza? ¿Es tan así o puro mito?

-       Para mí es totalmente mentira. No quiero decir que si pasás por el clásico te condiciona. Pero no es necesario. De hecho, hay algunas técnicas modernas que trabajan los mismos principios de rotación, flexibilidad y alineación y no son clásicas. La técnica Graham, por ejemplo. Yo hice mucho tiempo clásico. Me costó un montón. Lo disfrutaba también. Era muy exigente para mí y eso que no tenía grandes dificultades tampoco. Pero para mí es bastante selectivo y te limita. Y si no entrás en ese esquema…

-       ¿Por qué creés entonces que siempre se repite el mismo argumento?

-       Por una cuestión académica. También porque no se conocen otras alternativas. Por el lugar que ocupa la danza clásica, los grandes ballets, el lugar de prestigio importante, su origen en la Corte, en Europa… Es tomado desde ahí. A mí me encanta ver clásico, pero me parece que es una danza más, tan valiosa como otras.

-       ¿A vos te sirvió para conocer sus entretelones y trabajarlo después desde otro lugar?

-       Claro. Pero, creo que tarde o temprano uno se va dando cuenta de las cosas que no le cierran. Algunas compañeras… ¡o yo misma!, teníamos que hacer cosas como… ¡ponernos rellenos en el empeine! Porque si no tenés un pie bien alineado, por ejemplo, tenés que ir zafando de alguna manera para que se vea bien.

 

Luego de esa larga pasantía no rentada, Luisa igualmente insistió con algo de clásico en el estudio de Susan Zalazar, pero se fue abriendo hacia el jazz y hacia “otras formas de bailar, que me hicieron sentir más libre. Me divertía mucho más, encontraba más espacios. Hasta los veinte tomé un par de seminarios de contemporáneo y después me fui a Buenos Aires”. Allá la esperaba la Licenciatura en Composición Coreográfica, con un caudal generoso en materias prácticas y teóricas, y distintas menciones/opciones finales en Danza (la que ella eligió), Danza-Teatro, Comedia Musical y Expresión Corporal.

 

-       ¿Al tiempo que hacías la carrera te ibas vinculando con grupos de algún tipo específico de danza?

-       El cursado fue bastante exigente con los horarios y el estudio. Pero me enganché bastante con el tema del circo, la danza aérea y el clown. Medio que la parte escénica pasó, en esa época, por el circo. Cuando terminé de cursar, ahí recién entré a la Compañía de Danza de la UNA, donde estuve tres años, aprendiendo mucho de los demás, al tiempo que hacía la tesis, que devino en Relato…

-       ¿Qué te decidió volver a Mendoza?

-       Un poco porque extrañaba. Estuve 12 años en Buenos Aires. Me tiró la familia. Y después porque me estaba cansando un poco del ritmo de la ciudad. Sentía que tenía que hacer un montón de cosas para ganar plata haciendo lo que yo quería. Y ahora que estoy acá, si bien fue difícil la vuelta, no me arrepiento. Creo que la decisión estuvo correcta. Me parece que también pesó la necesidad de querer abrir un poco la actividad cultural. Al venir acá me doy cuenta de lo centralizado que está todo. Creo que se necesitan políticas culturales más federales y un compromiso mayor desde los artistas.

 

Relato en fiel simetría es una crítica demoledora a los cánones de belleza impuestos por la publicidad, los mass media y las modas; un cuestionamiento a los propios prejuicios del mundo artístico y un masazo a los concursos de belleza. Masazo del cual nuestra venerada Vendimia no está exento. La propuesta se estrenó en Buenos Aires en dos versiones:  con Astrid Gómez Grosschald y Delfina Thiel y con Camila Vázquez y Carla Di Grazia. Ya en Mendoza, Luisa asumió una de las interpretaciones. La obra parte de una idea suya y en ella ha podido aplicar su formación teórica, al tiempo que le ha servido para probarse simultáneamente en la actuación, la coreografía y la dirección.

 

-       ¿Cuál fue el punto de partida de Relato…?

-       Una obsesión por ver dos cuerpos en escena. No sabía bien lo que quería, pero sí que quería trabajar con dos intérpretes. Fue mucho tiempo de búsqueda de material formal y de material abstracto, hasta que empecé a darme cuenta que quería que las dos bailarinas se movieran iguales, pero que no podía ser así por cuestiones anatómicas. Me empecé a enganchar entonces con el cuerpo, las dificultades y movilidades que tiene cada cuerpo. Empecé a medirlos, compararlos. Se empezó a meter la teoría, la idea de la belleza impuesta, a partir de números, de cuentas… Si mide esto es bello y si no, no lo es o es menos bello. A partir de ahí me enganché con la simetría y el equilibrio del cuerpo.

-       Llama la atención que en éste, que es tu primer trabajo como directora, y considerando que trabajás básicamente con el cuerpo y el movimiento, le hayas prestado tanta atención también a la palabra.

-       Sí. Pero es la palabra como contraposición a lo que realmente pasa en la imagen o con la imagen. Ahí es donde todo toma potencia. Si pongo esas palabras sin las bailarinas en escena, otra sería la cosa. Es lo que sucede con esos ideales de belleza: mucho de lo que debe ser y no se observa lo que realmente es.

-       ¿En lo personal te has sentido afectada por ese tipo de discursos?

-       Creo que todos estamos condicionados en mayor o menor medida, y particularmente la mujer. Pero sí, sobre todo cuando uno es más chica. Cómo te vestís, cómo sos físicamente… Uno cree en lo que ve afuera, en lo que está aceptado, en lo que funciona. También cuando te ponen en determinados lugares: vos sos del grupo de las copadas, porque tenés la remera de última moda. Esto de qué lugares podés ocupar y cuáles no.

-       Luego de Relato…, que habla de la imagen exterior, montás Anagnórisis (en la foto, Sol Gorosterrazú), que habla de lo que está oculto en el interior de los cuerpos.

-       Anagnórisis es una fusión del mundo de las dos, de Sol y mío, y por lo tanto, nace entre las dos una nueva coreógrafa, que engloba lo común, lo que nos une, lo que nos identifica a las dos. Ahí empezó a aparecer la oscuridad. Es una obra más impulsiva y sensorial que Relato… Cuando vimos el video del estreno entendimos un montón de cosas que habían sucedido. Imágenes que aparecen como símbolos y que al haberlas elegido no nos habíamos dado cuenta, sino que habíamos actuado por intuición, porque se encadenaban bien con las otras… Pero que al verlas, como signos, se pueden vincular a esas cosas ocultas de la mujer: el aborto, a menstruación... Cosas que no habíamos visto tan claro en un primer momento.

-       ¿Qué es lo mejor y lo peor que te han dicho de estos espectáculos?

-       Con Relato… hicimos unas funciones para escuelas en el marco del programa de Formación de Espectadores. Allí, lo que más me gustó fue que una chica que venía de una secundaria con orientación en danza, nos agradeció porque al ver la obra sentía entusiasmo y que podía hacer cosas a partir de esa experiencia. La incentivaba a buscar algo por ella misma. En el caso de Anagnórisis recibimos muchos gracias el día del estreno, gracias que dicen mucho. Y algo negativo, cuestionador, por así decirlo, vino de mi mamá, que le chocó tal vez un poco el desnudo (*). Para ella fue como demasiado. Pero bueno, nosotros tomamos esas decisiones de acuerdo con lo que queríamos decir. No fueron un capricho los desnudos ni mostrar determinadas partes.  

-       ¿De qué viene el próximo espectáculo?

-       Es un espectáculo que también codirijo con Sol. Empezamos trabajando con objetos y la cosa fue mutando. Nos enganchamos con lo imaginario, con lo fantástico, con ese mundo de imágenes que pueden ir transformándose en la cabeza a partir de ver algo concreto. Es un juego. O lo tomamos como un juego de creación que nos lleva a un viaje bastante abstracto. Todavía no tiene nombre. Lo estamos trabajando. La obra tiene muchos trucos. No puedo adelantar mucho. Vamos a hacerlo en el horario de la tarde, en un espacio que no es convencional, en Luján, en el estudio de Sol. Allí ensayamos y eso nos ha marcado el espacio escénico.

-       ¿Qué has visto últimamente que te haya interesado?

-       Fui a ver Isla seca, de María Godoy, donde usa su casa, su estudio, luz de día, música en vivo y determinados elementos que me parece que están bien utilizados. Elementos por los que se juega, más allá de que la obra te pueda gustar o no. Eso es lo más importante, que se la juega.

 

La Chunchu, como se dijo, es licenciada en Composición Coreográfica (IUNA), pero también pasó dos años por la carrera de Geografía, en la Facultad de Filosofía y Letras. Becada en el 2004 por la Fundación Julio Bocca, se instaló en Buenos Aires, donde pudo completar su formación universitaria con cursos y seminarios dictados por maestros como Edgardo Mercado, Gustavo Lesgart, Roxana Grinstein, Rodolfo Prantte, Eugenia Estevez y Martín Piliponsky, entre otros. Estudió Clown con Cristina Martí y Pablo De Nito. Ha realizado seminarios internacionales con David Zambrano, Brumanchon-Lamarche (Francia), Humberto Conessa Ulloa (Costa Rica), Francisco Centeno Rodríguez (EL Salvador), Octavio Zeivy (México) y Joao Fiadeiro (Portugal). Participó en las obras Pack, de Juan Onofri; Recitaciones, de Edgardo Mercado; Cuarto Creciente, de Roberto Galván; y Perro Suelto e Invisible, de Gustavo Lesgart. Y en festivales como Nuevas Tendencias (Mendoza), VII Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), Sexto Argentino de Danza (Santa Fe), Espacios Creativos (Salta), Pulso Urbano (Córdoba) y Festival Rojas Danza 2011. Recibió el apoyo del Fondo Provincial de la Cultura de Mendoza, el IUNA, la Fundación Julio Bocca y Prodanza. Participó del ciclo de improvisaciones de Tecnópolis y en el Festival Ciudanza con el grupo independiente La Voraz y con los coreógrafos Edgardo Mercado, Pablo Rotemberg y Eugenia Estevez. Realizó Residencias como Obstrucciones (Espacio Cultural El Sábato) y Cuerpo, Memoria e Imagen (Festival de Videodanza 2013).

“La danza contemporánea se va reinventando todo el tiempo. Justamente ésa es su cualidad intrínseca. La danza contemporánea se va haciendo preguntas, se va poniendo en crisis, va buscando otras maneras de contar. Y por ahí, si el artista no se hace esas preguntas, es como que no hay danza contemporánea”, define sin vueltas Luisa.

 

(*) Una de las potentes imágenes de Anagnórisis es, por ejemplo, una vagina que avanza decidida -e intimidante- hacia el espectador, como queriendo llevarse al mundo entero por delante.

 

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Relato en fiel simetría
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Anagnórisis
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Argentino de Artes Escénicas 2017
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