Mank: ni chicha ni limonada

19.03.2021 12:41

Por Fausto J. Alfonso

 

Mank podría haber sido una buena película. O no. Y en este caso fue o no. Quizás el malpaso se dio de entrada, al especular con que el hecho de haber escrito el guión de Citizen Kane garantizaba a Herman J. Mankiewicz un atractivo irresistible. Pero ese atractivo no se encuentra en la persona, ni en el personaje formulado por el director David Fincher, como tampoco en la actuación del habitualmente gran Gary Oldman. El derrotero del alcohólico escritor se transforma así en un calvario de dos horas y chirolas por el que desfila una colección de figuras históricas del Hollywood clásico tratando de aportar algo de espesor a la vida del protagonista.

El film es un típico producto industrial, para el gran público, pero que apela constantemente a la cinefilia sin ahondar tampoco demasiado en ella. El espectador promedio se desorienta entre tanto nombre ilustre del mundillo de los sets y de la prensa (Welles, Davies, Hearts, Mayer, Sinclair, Thalberg, Houseman, Selznick, Shearer, el otro Mankiewicz, etcétera), en tanto los fanáticos de la historia del cine aspiran a que se profundice en algo de todo ese anecdotario volcado ostentosamente. Ni lo uno ni lo otro, ni chicha ni limonada. Falla en su intención didáctica (indispensable en toda biopic), y asimismo como entretenimiento y narración.

Todos los personajes están bastante estereotipados. Es una convención histriónica, donde no faltan los déspotas, los cínicos, los traidores y los hipócritas. La mayoría tiene un ego pasado de anabólicos, pero siempre hay algunos pocos que tienen la autoestima tan baja que no les queda otra que pegarse un tiro. Como para compensar.

Ese equipo variopinto (y en el fondo iguales) agita un entramado donde se ve cómo las malas artes de la política ensucian al cine, y cómo el cine se vale de su poder de persuasión y de su falso realismo para contribuir a lo más bajo de la política. Asqueado de tanto asunto turbio, sobre el final del film, Mankiewickz/Goldman vomita -literal y metafóricamente- unas cuantas verdades, tratando de desenmascarar tanta hipocresía. Es la única escena que escapa al tono monocorde del film, aunque a esa altura no suma. Ya sabemos en qué mundo nos metieron, y quién es quién. Nada nos sorprende.

Da la sensación de que la estructura del film, que alterna el presente de Mank escribiendo el famoso guión, con flashbacks de sus distintos cruces y peripecias con aquellos ciudadanos ilustres, está pensada para dinamizar el relato. Las didascalias se exhiben como bonitos rótulos de un guión en elaboración. La fotografía de Erik Messerschmidt es estupenda, aunque sin descollar, y el diseño de producción -de Donald Graham Burt y Jan Pascale- luce lo que debe haber costado (mucho). Pero aún así, el resultado es propio de un cine calculado, falto de espontaneidad y que aspira a conformar. De hecho, tiene ¡¡¡diez nominaciones al Oscar!!!

Termina la proyección y Mank, el personaje, sigue sin ser atractivo. Se ha chupado unos buenos litros, ha citado en más de una ocasión a Cervantes, ha ensayado varios chistes (muy) malos y también ha ventilado algo de resentimiento. La película (que tiene guión de Jack Fincher, el fallecido padre de David) trata de reivindicar a toda costa la figura de Herman J. Mankiewicz, un talento siempre a la sombra de Welles, y un tipo que hizo uno de los mejores guiones de la historia a partir de “fragmentos que brincan en el tiempo”, como lo define -peyorativamente- uno de los personajes. Pero la gesta reivindicatoria no triunfa. Tal vez el prestidigitador Orson haya metido la cuchara desde el más allá. Tal vez haya estirado su sombra.

 

Ficha:

Mank (EEUU, 2020, 132’). Dirección: David Fincher. Guión: Jack Fincher. Música: Trent Reznor y Atticus Ross. Fotografía: Erik Messerschmidt. Intérpretes: Gary Oldman, Amanda Seyfried, Lily Collins, Arliss Howard, Charles Dance, Tuppence Middleton, Tom Pelphrey y Ferdinand Kingsley. En Netflix.