Miguel Elías… o el movimiento perpetuo

26.11.2021 19:47

Por Fausto J. Alfonso

 

SALTA. Miguel Elías es el director artístico de Ballet de la Provincia de Salta. Aceptó el reto de asumir en plena pandemia y hoy apunta a que la compañía sea una marca en sí misma, que tenga su identidad. Antes, dejó su impronta como bailarín en el Argentino de La Plata y, por décadas, en el San Martín, donde llegó a co-dirigir el Ballet Contemporáneo, junto a Andrea Chinetti. Los porteños creen que es norteño y los salteños más jóvenes creen que, con el actual cargo, debuta en su relación con la provincia. De ambos lados están equivocados y él se encargará de explicarlo. Como otras tantas cosas de una vida en perpetuo movimiento. Algo que, en definitiva, es a lo que se dedica.

 

Hace poco me enteré que tenés una relación con Salta desde casi siempre.

Desde hace muchos años.

Y que en Buenos Aires te tienen por nacido acá, te tienen por salteño.

No, no, no. Nací en Buenos Aires. Tengo vínculo con Salta porque tengo familiares, abuelos, tíos, primos, que son de aquí y, en un momento, que coincidió con la creación de unas escuelas artísticas que son los Centros Polivalentes de Arte, mi padre vino a dirigir esas escuelas. Entonces, en mi adolescencia estuve en Salta e incluso terminé el colegio secundario acá. Pero yo ya venía de antes. Empecé a estudiar danza en Salta. Cuando termino la secundaria, vuelvo a Buenos Aires para seguir la facultad y entonces, como yo ya estaba estudiando danza, entré a la escuela del Colón y era el que venía de Salta. Todos creían que era salteño.

Cuando hablás de tu padre, te referís al gran referente de la danza folklórica: Miguel Ángel Elías.

Exactamente. Mi padre fue profesor de la primera camada de egresados de la Escuela Nacional de Danzas, cuando se creó con el profesor Antonio Barceló. Y sí, se dedicó toda su vida al folklore. Incluso hasta muy grande, ya jubilado. A la casa donde él vivía iban continuamente ex alumnos, colegas, porque tenía una biblioteca increíble. Un apasionado del folklore. De hecho, esa biblioteca la donamos a la Universidad de Buenos Aires, a la sede de Tilcara. Allí se está montando, y es realmente increíble, muy vasta.

Es decir que, tras un primer contacto con el folklore, giraste hacia lo contemporáneo.

No. Hacia la danza clásica. Es más, los primeros pasos profesionales fueron en el Teatro Argentino de la Plata. Fui bailarín allí durante cuatro años y después ingresé al Teatro San Martín. Para mí, allí hubo un punto de inflexión y mi carrera se abocó prácticamente a la danza contemporánea. Estuve 37 años trabajando en el San Martín. Primero como bailarían, luego como asistente y después como co-director del Ballet Contemporáneo, cargo que dejé para venir a ocupar esta dirección.

¿Qué te permitía la co-dirección y qué te permite la dirección?

Por un lado, son lugares que estimulan mucho porque dan la posibilidad de programar, de darle un perfil a la compañía. En Buenos Aires, el trabajo fue muy importante porque tuvo que ver con un momento de cambio de perfil de la compañía, con rever el repertorio… A mí, la gestión me gusta mucho, más allá de programar las obras. Me interesa cuál es la función que tiene el organismo dentro de la comunidad y cómo se puede ir incluyendo y vinculando con la sociedad. Y acá de alguna manera estoy tratando de poner mi experiencia, adecuándome a las posibilidades de esta estructura. Me entusiasma porque de algún modo volver a una compañía clásica, implica el desafío de seguir manteniendo un nivel de excelencia dentro del ballet y también que puedan tener un repertorio variado y herramientas de lo contemporáneo casi como un elemento primario. No solo como algo coreográfico, sino como parte de la formación y experiencia artística de cada uno de los bailarines.

¿Llegaste con una idea de repertorio o lo armaste o estás armando en función de los bailarines con los que te encontraste?

Tenía un proyecto, que sigo manteniendo y espero seguir llevando de a poco adelante. Pero también basándome en el potencial humano que había acá. A mí lo que me mueve es poder potenciar a los bailarines que están en este momento en la compañía. No solo como un ideal de proyecto, sino para que puedan desarrollarse artísticamente en sus máximas posibilidades. Entonces, el repertorio también va a ir un poco alineado con el tipo de perfil de esta compañía.

¿Hasta cuándo llega el cargo interino que estás ejerciendo?

Me convocaron a raíz de que la anterior directora dejaba el cargo y, como estábamos en un momento crítico de la pandemia, las autoridades el Instituto de Música y Danza decidieron llamar a un director hasta que se posibilitara el concurso. Teóricamente, ese concurso, si bien no me dieron una fecha exacta, ocurriría el próximo año.

¿Eso mete presión, te apura a la hora de dejar una impronta o desarrollar un proyecto?

De alguna manera sí. Pero tampoco estoy demasiado presionado en ese sentido. Creo que el objetivo, dentro de los varios que nos estamos planteando junto con Sol*, es que haya un proceso con posibilidades de dejar planteadas cosas para que la dirección que asuma en el momento siguiente pueda continuarlas. No es solo el montaje de obras, sino un tipo de trabajo, de perfil hacia donde orientar la compañía. Obvio que cada director le da su impronta, pero a raíz de las conversaciones y pedidos que tenemos desde las autoridades, la idea es poder hacer que esta compañía vaya creciendo en esos diferentes tipos de vocabularios para un manejo más fluido y para que sea más versátil para los distintos coreógrafos que puedan trabajar con ella.

¿Cómo la encontraste al recibirla? Porque justo se produce un recambio importante de integrantes… Casi la mitad…

Sí, sí. Cuando asumí, el nuevo grupo estaba formado, pero la designación de los cargos se produjo posteriormente. Entonces, el comienzo fue con los bailarines que ya tenían su antigüedad aquí en el ballet. Creo que fue bueno, porque fue un momento en el que tuvimos que hacer unos proyectos puntuales, de algún modo acotados a las posibilidades de los protocolos. Un momento de conocimiento mutuo, también, que permitió apoyarme en ellos para pensar las posibilidades coreográficas que íbamos planteando. Y ahora, hará cosa de un mes, más o menos, se incorporaron todos los bailarines nuevos.

El número de integrantes, a tu juicio, ¿es importante, es el adecuado para trabajar?

Es un número importante. Son 44 bailarines, y justamente eso hace que tengamos que pensar en función de esa cantidad de gente para que todos puedan tener la posibilidad de una experiencia de valor artístico. Hay algunas situaciones, sobre todo de infraestructura, que sería muy lindo que se pudieran ir mejorando. Porque los espacios físicos donde trabajamos, si bien están muy bien equipados para este número y para el tipo de actividad que se piensa que tiene que tener una compañía así, deberían ser más amplios, expandirse. También tener una cantidad de funciones acordes al proyecto y repertorio que puede llegar a tener esta compañía.

Continuidad, regularidad.

Exactamente. Más frecuencia, más cantidad. Pero bueno, son cosas que se van trabajando y las venimos hablando para que se puedan llevar adelante.

¿Hay algo del repertorio clásico que represente para vos una deuda importante a la hora de poner en escena y que en este tramo que te queda como director interino te gustaría montar con este ballet?

Hay obras de repertorio que realmente a mí me movilizan y motivan. No sé si en este preciso instante de la compañía es el momento para poder llevarlas adelante. Creo que en esta nueva conformación que tiene, necesita un período de conocimiento, de ejercicio en conjunto… Creo mucho también en esa posibilidad que tienen los bailarines con más experiencia, de ir recibiendo a los nuevos y transmitiéndoles esa experiencia. Eso hace que la compañía se vaya amalgamando y creciendo con un sustento artístico más potente.

 

Durante su extensa e intensa trayectoria, Miguel también fue convocado para el Ballet Argentino dirigido por Julio Bocca; y a la hora de coreografiar, lo hizo para el Centro de Experimentación del Teatro Colón, el Centro Cultural Recoleta y el Teatro General San Martín, además de ser asistente y repositor coreográfico de obras de Mauricio Wainrot en numerosas compañías. Ha ejercido la docencia y puesto su experiencia en calidad de jurado en distintos certámenes. Su tarea ha sido reconocida por el Conseil International de la Danse (UNESCO) y el Consejo Argentino de la Danza (CAD). Quizás los orígenes de sus logros y talento deban rastrearse en aquellos que lo formaron, para nada nombres menores. Comenzó sus estudios en Salta con la maestra Miryam Pedrazzoli. En el Instituto Superior de Artes del Teatro Colón se perfeccionó con Wasil Tupin, Alfredo Gurkel, Rodolfo Fontán y Mario Galizzi. Y a la hora de la danza contemporánea, lo hizo con Renate Schoettelius, Freddy Romero, Susanne Linke y Ana María Stekelman, entre otras/os.

 

Ayer hablábamos con tu subdirectora sobre algo cada vez más frecuente: el hecho de que las compañías no monten obras completas y presenten un programa variado. ¿Es una cuestión presupuestaria? ¿La gente no quiere ver una obra de tres horas, en cuatro actos? ¿Cómo vez eso?

A mí me parece interesante, cuando se aborda un repertorio, mantener esas obras con su formato completo, tal vez con alguna adaptación o nueva mirada. Creo que mantenerlas completas hace más interesante el producto. No hacer siempre popurrís o trabajos mixtos, que a veces hacen que el trabajo pierda fuerza y calidad. Pero más allá de las obras completas o programas mixtos, me parece interesante lograr que la compañía vaya adquiriendo una identidad. Que cuando se haga la obra que sea, sea algo identificatorio de esa compañía. Que de a poco se vaya construyendo una marca.

¿Alguna otra disciplina artística ha influido en tu trabajo en la danza?

Siempre me moví en el mundo del movimiento. Me atrajo mucho otras disciplinas, pero siempre desde el movimiento. De hecho, hice una formación en Laban…**

Análisis del movimiento.

Claro. Es una manera de observar, analizar y tratar el espacio, el cuerpo, las formas. Viene de una escuela muy puntual, alemana, del siglo pasado, y que todo el tiempo se va reformulando y creciendo. Tiene herramientas que para mí son muy ricas y de mucho provecho para que el bailarín haga uso de eso. Tanto eso, como la técnica Alexander u otras disciplinas. Respecto de otros lenguajes, si bien no soy una persona cinéfila, hay algo del cine en su formato que me atrae. Una posibilidad de expresión, de comunicar, de crear un discurso. En ese se ntido, sí, hay algo del cine que me interesa. La idea de traspolar a la escena teatral algo que uno ve allí.

¿La especialización fue en Nueva York?

Sí. Fue en un momento en que empecé a pensar que quería desarrollar algo con un poco más de fundamentos para continuar mi carrera. Y empezar también a dejar de bailar, cosa que no sucedió en ese momento. Fue un momento de abocarme de nuevo al estudio y a profundizar lenguajes.

A propósito de cine, bailaste en Flop, la película de Mignogna.

Exactamente.

¿Cómo fue esa experiencia?

El cine, desde adentro, me resulta muy atractivo por todas sus posibilidades comunicativas. Me tocó hacer en Flop algo que era muy teatral. A nivel interpretación fue bastante fluido el tránsito de un escenario al set de filmación. Sí lo recuerdo con mucho vértigo, porque ahí los tiempos son muy diferentes a los teatrales. Era algo muy nuevo para mí, y me resultó muy atractivo hacerlo. Además, el contacto con los actores, los técnicos, el director…

En esta cuestión multidisciplinaria que se va armando, donde aparecen la danza, el cine, el teatro, el análisis del movimiento… ¿qué tiene que ver, o qué lugar ocupa, la Museología?

¡Jajajaja! Lo que pasa es que cuando yo empecé a estudiar danza, no era una profesión que uno dijera… bueno… me dedico a la danza y ése va a ser mi camino… ¿Qué hacés?, te decían. Bailo. Sí, pero… ¿estudias algo?, ¿trabajas de algo? Bueno…

A buscar un plan B.

En mis comienzos de mi carrera como bailarín, primero empecé a estudiar arquitectura, que dejé a los tres años, y después, como todavía no estaba del todo encaminado en la danza, hice la carrera de Museología y, siguiendo la tradición familiar, el profesorado de Folklore. Siempre -a pesar de que mis padres me apoyaron desde chico a que estudiara y siguiera mi camino- eran un deseo y una curiosidad estas carreras. Me gustaban y me atraían y sabía que en algún momento iba a poder hacer uso de algunas de esas herramientas que me brindaban.

Tampoco Museología es una carrera muy convencional.

Es una carrera alternativa, que yo también vinculo mucho con lo artístico, desde el montaje de las exposiciones museográficas a la restauración de obras.

¿Pudiste llegar a ejercer o finalmente la danza te absorbió por completo antes de que eso ocurriese?

La danza enseguida me fue tomando y tuve la suerte de poder dedicarme por completo. Hice algunas experiencias en museos, pero muy breves, y me encantó. Me gusta rescatar lo patrimonial, lo histórico, la memoria de lo que va sucediendo en diferentes ámbitos. Que es también lo que me atrae del ballet. Si bien a mí me gusta tener una mirada creativa, innovadora, siempre tengo un pie puesto en los orígenes, en los precursores de la danza contemporánea, que son de un valor inmenso.

 

*Sol Augeri, subdirectora asistente del Ballet de la Provincia de Salta.

**Laban Análisis del Movimiento/Laban Movement Analysis (LMA) es un método de análisis y notación del movimiento, creado por Rudolf von Laban, profundizado por otros tantos especialistas de diversas disciplinas y aplicado en distintos ámbitos (artísticos y no). 

 

Fotos: Miguel Elías y dos momentos de Territorios, la última producción del Ballet de la Provincia de Salta, con coreografía de Alejandro Cervera.