Mujeres burócratas, pero de excelencia

04.12.2021 10:36

Por Fausto J. Alfonso

 

SANTA FE. XVI ARGENTINO DE ARTES ESCÉNICAS. La segunda jornada del Argentino retomó el tema con el que la primera cerró: los excesos del poder. Y si en esa primera, Ubú por medio, la reflexión llegó desde el lado de la desmesura y el humor disparatado, ahora lo hizo con una solemnidad un tanto subrayada, Shakespeare mediante. La jornada se completó con dos propuestas con notables diferencias en cuanto a su resultado integral, aunque igualadas por el buen nivel de las actuaciones femeninas.

En Coroliano. Hay un mundo en cualquier parte (Tejido Abierto Teatro, Santa Fe), el conflicto interno del protagonista se diluye en una sucesión de escenas jugadas al máximo desde la energía. Todo está llevado al extremo de su importancia (¿quizás porque se trate de Shakespeare?) y no se pueden identificar matices, ni zonas precisas de reflexión en alternancia con las de pura acción o la disputa verbal. Dos muy buenos actores, Octavio Bassó (responsable de la dramaturgia junto al director Jorge Eines) y Camilo Céspedes redondean -técnicamente- pulcras tareas, en esta versión que concentra en uno de ellos a todos los personajes que alternan con Coriolano.

El plato fuerte del día fue Esta máquina no era Dios (Hijos de Roche, Rosario), con las soberbias actuaciones de Elisabet Cunsolo y Paula García Jurado (foto). El tema: la burocracia. El planteo y la resolución: el delirio mismo. En una amplia y típica oficina “del poder”, una ministra y su contadora se atrincheran y especulan estrategias para demorar su trabajo e, inevitablemente, perjudicar al pueblo. El tono descabellado, que no cesa ni un momento en su crescendo, y la vinculación enfermiza entre ambas, jamás impiden que reflexionemos todo el tiempo sobre la ambición desmedida y la humillación “planificada”, sin dejar de gozar el elaborado humor.

La dramaturgia y dirección pertenecen a Romina Mazzadi Arro y el relato en sí se acerca más al de un sketch, con múltiples variaciones en torno de una misma situación que a un texto teatral convencional, con un conflicto a desentrañar. Pero claro, se trata de un sketch de lujo, que supone un estudio serio de comportamientos, una puesta que aprovecha al máximo el espacio y los objetos emblemáticos de la burocracia -bolígrafo a la cabeza- y dos interpretaciones muy jugadas, que transmiten en detalle y sin filtros, las patologías del poder.

Cuerpos que se distorsionan, ojos que se descalabran, muecas pervertidas por la ceguera de ostentar el mando. Un despropósito físico que, sin embargo, nos lleva a inferir los orígenes de nuestros padecimientos cotidianos. Puertas adentro, las pilas de papeles a firmar se reproducen exponencialmente. Puertas afuera, pasa lo mismo con la indignación de los mortales siempre en vías de empoderamiento. Un espectáculo creativo, gratificante, cuyas huellas femeninas se hacen sentir.

Otro par de muy buenas actrices se pudo ver en La casa oscura, un show documental sobre la salud mental (C.A.B.A.). Las reconocidas y polifacéticas Mariela Asensio y Maruja Bustamante exponen sus convulsionadas psiquis en esta propuesta que, no por sus temáticas actuales y su compromiso con ellas, deja de ser un recorrido superficial. Un tour de estética… televisiva, por decirlo de algún modo.

Da la sensación que se trata una gran gustada que se están dando, lo que de por sí no está mal, pero no alcanza para entretener y (la pretensión está por momentos) conmover. La casa oscura…, que explota en modestas canciones, videos cuyo mérito se agota en su colorido y confesiones que pueden ser tan reales como ficticias (da lo mismo, en realidad) no mueve a favor la aguja de lo atrapante. Con aroma a adolescencia tardía, el espectáculo parece un cóctel de dos stand up, una medida de audiovisual y otra pequeña de improvisación. Quizás sea ideal para un espacio pequeño, íntimo, onda concert. Quizás.