Paulina Carreño y la necesidad de contar
Por Fausto J. Alfonso
LA RIOJA. Los medios gráficos y audiovisuales han sido para Paulina Carreño su constante laboral. El ámbito donde desarrollar aquello que le dejó su paso por la Universidad y eso otro, la cosecha personal, lo de autodidacta que todo periodista tiene. Sin embargo, y aun cuando los medios de comunicación son igualmente medios de expresión, la sensibilidad, las fantasías y las reflexiones de Paulina necesitaban encauzarse por otro carril, más afín a los parámetros de la creatividad (si éstos existiesen) que a los de la información y la actualidad. Encontró ese camino de la mano de la narración oral y con ella ha desandado ya cuatro espectáculos: Unos duraznos blancos y muy dulces; Mujeres, amor y misterio; Cuentos a la carta y Para dos pianos. El primero y el último a partir de textos de Daniel Moyano, y los del medio sobre cuentos de autores varios. Todos, bajo la denominación y la producción de El Pasillo Teatro.
Te venías dedicando exclusivamente al periodismo, pero en un momento sumaste la Narración oral como otra de tus actividades centrales. ¿Cuándo y cómo se produjo eso? ¿Hubo un hecho puntual que te decidió a hacerlo?
- Mi vínculo con el teatro comenzó de muy chica. Formaba parte de la escuela de Olga Santochi. Cuando me fui a estudiar Comunicación social a Córdoba, dejé de estar vinculada a la actividad. Cuando volví a La Rioja, el periodismo, sobre todo cultural, acaparó toda mi atención hasta que sentí la necesidad de contar desde otro lugar. Sentía la necesidad de nuevas herramientas. Descubrí a narradores de crónicas periodísticas que me alucinaron y en esa misma época a la narradora oral Ana María Bovo. Ella hace narración oral teatral o escénica y cultiva la estética del narrador espontáneo. Como ella dice, es una profesión que ella misma se inventó. Cuando la vi por primera vez en La Rioja quedé prendada a su forma de contar. Gestioné una beca por intermedio del INT y tuve la posibilidad de estudiar un año con ella y trabajar los textos con Bernardo Sabione, un actor de su Escuela de Relato Oral, donde se aborda el pensamiento narrativo y los montajes literarios. En el marco de la beca tenía la idea de contar cuentos de autores riojanos.
- ¿Cómo conciliás hoy las dos actividades?
- El periodismo y la comunicación son parte fundamental de mi sustento. Pero la narración oral hoy te diría que me da felicidad. Poca cosa, ¿no? Pasa que es muy potente lo que se genera con los cuentos. Es maravilloso ver a los adultos encantados con un relato. Trabajo en un canal universitario entre siete y ocho horas diarias y por la tarde ensayo, leo, hago adaptaciones y en diferentes épocas del año suelo armar talleres. Hay mucha gente interesada en la narración oral, en hacer cursos y en algún momento animarse a contar una historia. Los talleres en realidad surgieron porque un grupo de profesoras de letras del profesorado y de la universidad comenzaron a agitarme. Luego se sumó gente que no necesariamente está relacionada con la docencia y quiere desarrollar herramientas para contar a sus nietos, alumnos, amigos.
- ¿Cómo es la relación de La Rioja con la Narración oral? ¿Se integra al ambiente del Teatro o van por carriles separados?
- Qué buena pregunta. Vos sabés que no sé si se integra al “ambiente del Teatro”. Si por ambiente de teatro se entiende a los jurados de las fiestas provinciales, creo que no se integra tanto. Ahora, si por ambiente de teatro sumamos al público, la respuesta tal vez sería distinta. La gran sorpresa que yo sentí desde el primer espectáculo que estrenamos en el 2012, Unos duraznos blancos y muy dulces-Cuentos de Daniel Moyano, fue la respuesta de la gente. El público quiere escuchar cuentos y si son de Moyano mejor. Me pasó con los cuatro espectáculos que hice hasta ahora, aún cuando incorporo a otros autores. Tienen sus cuentos preferidos e incluso vuelven a verte para escucharlo. Siempre digo que los cuentos son como las canciones, si nos gustó queremos escucharlos más de una vez. Con respecto a la dirección de los espectáculos tuve suerte porque a quienes convoqué inmediatamente se sumaron a la propuesta.
- ¿Cómo elegís o qué le exigís a un texto para llevarlo a escena?
- Trato de leer mucha literatura. Diría que es la fuente fundamental de mi repertorio, pero también lo es la experiencia personal, el relato autobiográfico. Hasta ahora, lo personal, ocupó un lugar muy importante en la selección. Al cuento le exijo que me sacuda, pero no espasmódicamente, sino que me ponga a temblar. Como dice la Bovo, narrar es un oficio trémulo. En los dos espectáculos que hice de Moyano: Unos duraznos… y Para dos Pianos -este último lo estrené hace muy poquito-, las vivencias de mi entorno tienen un peso muy claro. En uno, la amistad de Moyano con mi familia, el que arreglara el calefón de mi casa mientras le contaba cuentos a mi papá, fue un fuerte disparador. Lo mismo sucedió en Para dos Pianos. Ahí el relato de Irma Capellino, compañera del escritor durante tantos años, me proporcionó un plus inesperado. Ella, de algún modo, es heredera del talento moyaneano para contar. Así que los cuentos del autor se van hilvanando con material que yo descubrí hablando con ella, conversando sobre la vida que les arrebataron en La Rioja y luego el exilio en Madrid en los ‘70. Daniel fue contemporáneo de Manuel de Falla y del Che Guevara en Alta Gracia. Con el Che le robaban duraznos al compositor y le eructaban los conciertos al director de la orquesta del pueblo. Sus historias por momentos son desopilantes. En Mujeres, amor y misterio-cuentos reunidos, que estrené en el 2014, hay un solo cuento de Moyano; el resto es de Mastretta, García Márquez, Maupassant y otros. Ahí me animo con un cuento propio enteramente autobiográfico. Sentí la necesidad de afianzar mi decisión de narrar y este espectáculo lo manifiesta: una narradora cuenta cuentos en un geriátrico. Las mujeres que reciben esos relatos tienen mucho que ver con mis tías y abuelas, incluso con las que no conocí. Y en Cuentos a la carta, sumé al repertorio que venía haciendo un cuento que escribió la Bovo sobre una película de Marilyn Monroe que me remitió a mi papá y decidí contarlo también. En este espectáculo intenté trabajar más la improvisación, el no tener tantas certezas. El menú del día lo elige el público en cada función. Por supuesto que no a todos los cuentos que me ponen a temblar podría adaptarlos para la oralidad. Pero ése es un requisito indispensable. En los talleres suele suceder que un autor o autora que yo no adaptaría jamás, otra persona le encuentra la vuelta y lo vuelve narrable. Y eso también es muy alentador. Uno comprende que en cada persona hay un narrador. Que todos tenemos algo para contar, que en principio todos somos narradores, narradores espontáneos.
- ¿Cómo complementás musicalmente cada propuesta?
- Unos duraznos… lo dirigió Pano Navazo y él fue el encargado de la selección musical. En Mujeres… me autodirigí y Hulda Estrabou, que es guitarrista y compositora, me propuso componer la música para la obra, para cada cuento. Fue un lujito que nos dimos. En Para dos pianos, que dirige Diego Avallone, el repertorio es tan musical que la música casi se define a través de los relatos. De todas maneras, la selección en este caso también la hizo Hulda y luego consensuamos la duración de cada pieza.
- ¿En qué momento se inicia tu relación con la literatura de Daniel Moyano, que ya ha derivado en dos espectáculos? ¿Cómo definirías esa literatura?
- Desde que nací los libros de Moyano con dedicatoria incluida son parte de la biblioteca familiar. Sin embargo yo nunca le presté suficiente atención. Cuando estudiando en Córdoba la profe de Teoría Literaria lo nombró entre los mejores cuentistas argentinos, me sorprendí e intrigué muchísimo. Creo que también sentí un poco de vergüenza. Cómo podía saber tan poco de alguien que mi familia conocía tanto. De todas maneras pasaron varios años hasta que decidí leer en profundidad sus cuentos y novelas. Y se me abrió un mundo increíble. Mi propio mundo, La Rioja, contada con intensidad, profundidad, humor, ironía, desolación. Habla tanto de nosotros, del interior profundo del país, de los más débiles. Hay autores que definen la literatura de Moyano como de un realismo profundo.
- Tu último espectáculo, Para dos pianos, es una “historia de amor, humor y desencuentros”, según dice el programa de mano. O, “un proceso de creación teatral”. ¿Esto último supone una diferencia importante con los espectáculos anteriores?
- La diferencia fundamental es que siento que crecí. Crecí en la lectura que hago de su obra que además es inagotable. Unos duraznos… la llevo haciendo hace seis años y para un grupo de teatro de una provincia como La Rioja es muchísimo. Aunque no es el único lugar donde la presentamos. De todas maneras, a la obra cada vez le descubro algo nuevo. Bueno, con Para dos pianos pasa algo similar. La integran cuentos muy musicales, que no conté en el espectáculo anterior, salvo uno que es como el eje de toda la propuesta que une las distintas historias y que funciona como puente con Unos duraznos... Es el único que se repite. Y es un proceso de creación teatral porque la obra misma mientras se cuenta está en proceso. Quisimos integrar la angustia, las dudas, la felicidad que produce crear y unirlas con el oficio de Moyano, los relatos de Irma, mi necesidad de contar.
- Contame sobre tu experiencia en España, a partir de los escritos de Moyano, quien, sin ser riojano, produjo en la provincia la mayor parte de su obra.
- Moyano nació en Buenos Aires, creció en Córdoba y a fines de los ‘50 eligió La Rioja como su lugar en el mundo. Se instaló aquí y echó raíces. Era corresponsal de un diario nacional, colaboraba en el diario local, y ya había recibido un par de premios por sus cuentos y novelas. Incluso viajó a Buenos Aires con amigos de La Rioja para recibir un premio de la mano de García Márquez como jurado. Las presentaciones en España surgieron de una invitación de la Universidad de Oviedo, de una especialista en su literatura, Virginia Gil Amatte. Ella gestionó tres presentaciones en la universidad de Alicante, en Oviedo y en un pueblito muy cercano que se llama Colombres. Fue muy movilizador porque su esposa, hijos y nietas que viven algunos en Madrid y otros en Turquía viajaron a Oviedo y Colombres a ver la obra. Fue muy desafiante, quedé afónica antes de dar la primera función. Luego del susto y minutos antes de actuar en Alicante, recuperé la voz. En Oviedo como parte del público estuvieron alumnos de los talleres de escritura que dictaba ahí Daniel. Colombres es un pueblo chico y la gente no conoce la obra de este autor, pero cuando terminó el espectáculo saludaban muy conmovidos. A eso, sumale que cuando volvimos a Argentina fuimos a actuar a un pueblito de la costa riojana que se llama Los Molinos. En un mismo mes habíamos compartido los cuentos en dos pueblos ubicados en dos puntas muy distantes del planeta. Ambos se habían emocionado. Habían comprendido que Moyano también hablaba de ellos, de nosotros.
La labor de Paulina en escena puede resumirse en las palabras del crítico santafesino Roberto Schneider. Quien, a propósito de Unos duraznos…, y en una crítica publicada por El Litoral bajo el título Con el corazón en la mano, opinó que la intérprete “… asume con indisimulable entrega las difíciles aristas de sus personajes. La actriz conmueve con su labor, jerarquizada por un estupendo manejo de la voz y el cuerpo, cargados de poesía. Todo para construir un mundo en el que las palabras cobran protagonismo y construyen universos que nos hacen por momentos doler el alma, pero que cobran una importancia preponderante cuando son dichas con el corazón en la mano”.