Puro teatro con potentes condimentos
Por Fausto J. Alfonso
Inundado por una siniestra comicidad, Cocinando con Elisa es un espectáculo que pone en primer plano todo el arsenal interpretativo de sus actrices, revalorizando y dignificando la tarea actoral. Las magníficas performances de Jimena Semiz y Silvia del Castillo, y el acople perfecto entre ambas, tiene como máximo responsable, allí en las sombras, al experimentado Rafael Rodríguez. Un director que en los últimos tiempos escamotea su presencia para, de golpe, irrumpir y sobresaltar al espectador con un cimbronazo certero, puramente teatral.
La atractiva obra de Lucía Laragione, que ha sabido de puestas en Madrid y Buenos Aires, plantea la relación entre una cocinera (Nicole) y su aprendiz (Elisa), ante la inminencia de un viaje de la primera y la necesidad de ser (bien) reemplazada por un tiempo para atender el exigente paladar de los patrones: un matrimonio francés (o afrancesado, nunca lo sabremos).
La propuesta pone sobre el tapete la histórica relación amo y esclavo en un contexto de campo y aristocracia. Y si bien se anticipa en la línea del Grand Guignol, esta estética intrínsecamente terrorífica luce estilizada, depurada. Lejos de mostrarse explícitamente como sanguinaria, mediante trucos de magia, líquidos, vísceras o decapitaciones, opta por provocar los sentidos del espectador desde aquella tan calibrada actuación de Semiz y Del Castillo. La interacción entre una sumisa exasperante y una desquiciada manipuladora.
Las interpretaciones poseen una sobrecarga pantomímica -gran decisión del director- que potencia las acciones, las vuelve más atractivas a la vista, pero también más incómodas en relación con el contenido de la obra. Todo movimiento es inquietante. Toda mímica es el significante de un significado útil al drama, siempre justificado.
Pero hay algo muy importante que subrayar y está en la tarea de la voz de las intérpretes. En una época donde abundan los buenos trabajos físicos, pero escasean los logros vocales, no se pueden obviar dos labores donde dicción, entonación, intención, velocidad y proyección están en su justa medida. El uso casi paródico del francés, la emisión de efectos especiales, el canto, y los modismos y cadencias propias de la clase baja y de otra pretendidamente ilustrada (Nicole reniega de su nombre original, Nicolasa) son obstáculos recurrentes que ambas actrices sortean con absoluta habilidad. No olvidemos que Semiz, además, es una reconocida cantante lírica.
La escenografía sintetiza una cocina a cuyo fondo vemos dos entradas con cortinados en rojo violento, muy en la línea de la edad de oro del Grand Guignol. El rojo, dicho sea de paso, se replica en detalles, en accesorios, en ribetes, como tono que marca la intención profunda del relato.
Todo luce simple y pulcro. Sobre todo pulcro, como debiera ser una cocina. Pero, por obra y gracia de la palabra y la acción, ese ámbito se transforma en una sucia, escatológica metáfora de la represión y la morbosidad. En el afuera, los tiros de las cacerías, los mugidos y la presencia de “lo masculino” (el oscuro capataz Funes, el señor de Medina y Olivares) enturbian aún más lo que en una postal turística sería una apacible casona de campo rodeada de una naturaleza bella y benévola.
La culpa, la represión sexual, la hipocresía de la clase alta, la infidelidad, el resentimiento (que en Nicole se da hacia dos direcciones: hacia arriba, envidiando el glam de su madame; y hacia abajo, deseando la vida íntima de Elisa), la humillación como práctica sistemática y la maternidad, son temas que se suceden a lo largo de una docena de escenas -todas con un timming perfecto-, cada una de ellas precedidas por una campanilla que, a fuerza de reiteración, va transformándose de simpática en tétrica.
En síntesis, a la hora de cocinar con Elisa no faltan caracoles, jabalíes “alunados”, cangrejos, tordos y conejos. Pero más allá de éstas y otras delicatessen no aptas para vegetarianos, el secreto, como siempre, está en el condimento. Que en este caso -con el envión original de la autora- el director y las actrices decidieron que fuese potente. Las pruebas están a la vista. Y al paladar.
FICHA:
Cocinando con Elisa. Autora: Lucía Laragione. Dirección: Rafael Rodríguez. Intérpretes: Jimena Semiz y Silvia del Castillo. Asistencia de dirección: Juan Pablo Roca Serdio. Realización escenográfica: Rodolfo Carmona. Diseño de afiche: Alejandro Semiz (Arte Fantástico). Nave Cultural, Sala 3, España y Maza, Mendoza. Función del 17/06/18.