Rigor, sensibilidad y estupendas actuaciones

19.11.2018 12:05

Por Fausto J. Alfonso

 

Cachetazo de campo, la potente obra de Federico León asomó tímidamente, en versión mendocina, allá por fines del 2016. Luego, fue avanzando, ensayando cambios de forma y fondo. Hoy se exhibe madura y feroz, como una de las propuestas más interesantes de la escena vernácula.

Hace poco más de veinte años, Cachetazo… sacudió la escena porteña. El drama, de estructura con contornos difusos y actuaciones hiperrealistas, pegó fuerte en el público y la crítica por la visceralidad y originalidad con que planteaba una relación madre-hija ante la mirada de un tercero en un contexto de desamparo.

Nélida y su hija Sandra van a parar al campo para refundarse como personas. Una especie de exilio, de retiro, de dejar atrás. Nunca se sabe a ciencia cierta si hay un motivo externo, ajeno, que las impulsa o la simple y profunda decisión de cambiar. Ya en el lugar, un hombre media entre ambas desde la ambigüedad, desde la imprecisión.

La puesta mendocina, dirigida con mucha sensibilidad y rigor por Natasha Driban, acierta tanto en los rubros técnicos (luz y sonido) como en las decisiones vinculadas con el espacio. Ambos aspectos permiten la creación de una atmósfera triste y tensa, propicia para las confesiones más descarnadas y la intensidad física, donde el llanto -sus lágrimas, sus mocos- se impone como una necesidad imperiosa.

La arquitectura del Espacio M permite la creación de bellas imágenes, donde la plasticidad y la perspectiva cumplen un papel importante. Cantos y marcos de puertas y ventanas segmentan momentos de confesión y discusión. Todo hay que decirlo y sentirlo con hondura y bronca.

El pasado irresuelto de ambas mujeres tiene una oportunidad en el despojamiento completo. Primero, del lugar donde vivían, con todas sus cosas incluidas, con todos los juguetes con que se creció. Luego, de las palabras atragantadas, los reproches contenidos, las caricias censuradas. Finalmente, de los atuendos, de esos que ocultan lo esencial, la carnadura que nos iguala.

Cachetazo… incluye dos soberbias actuaciones femeninas: las de Ileana Spano y Claudia Racconto (esta última tomó la posta de Gabriela Contreras Salinas y terminó ganando el premio a la Mejor Actriz Protagónica en el Festival de Estrenos de Teatro 2018). El dúo logra una comunión importante y transmite al público una variedad de emociones a partir de su propio tránsito emocional, plagado de rechazos, discordias y ternura.

Rolando Orduña, por su parte, confirma que el paso del tiempo ha transformado a su Campo -personaje opaco si los hay- en el ser que siempre debió haber sido. Una criatura compleja, de muchas aristas, que con una rusticidad y lascivia innatas intenta imponerse entre estas mujeres, fijar las reglas de ese lugar. El Campo es lo nuevo, el poder, lo desconocido, la voz de la conciencia, lo intermedio, lo manipulador, el machismo, el misterio. El Campo está y no está. Se siente, pero no se ve. Se ve, pero no se siente. Es tanto un fantasma como una brutalidad muy física, muy corpórea. Orduña le ha encontrado la vuelta y le saca el jugo. Y, más allá de lo argumental, él y ellas hacen un inquietante contrapunto en lo que a estética actoral se refiere.

Driban optó en aquel 2016 por un enfoque light, donde parecía que el registro del texto iba por un lado y el de la acción por otro. Algunas decisiones no se entendían ni justificaban. Pero, como ésta no es una obra para andar titubeando, ahora la directora fue a fondo y sus múltiples méritos hoy están a la vista.

 

Ficha:


Cachetazo de campo, de Federico León. Elenco: Con los pies en el fuego. Intérpretes: Ileana Spano, Claudia Racconto y Rolando Orduña. Diseño y realización lumínica: Carlos Croci. Diseño sonoro: Natasha Driban. PH: Carlos Croci. Prensa y difusión: Claudia Racconto. Asistente de dirección: Carlos Croci. Producción: La Molinelli Teatro. Dirección: Natasha Driban Molinelli. Sala: Espacio M. Función del 17-11-18.