Sólido espectáculo que indigna, emociona y compromete
Por Fausto J. Alfonso
FESTIVAL ANDINO INTERNACIONAL DE TEATRO MENDOZA 2015. Le Carrousel, que co-fundaran hace ya 40 años Suzanne Lebeau y Gervais Gaudreault, posee una fuerte identificación a nivel mundial con el teatro para niños y jóvenes. Aunque conocida en Argentina, la compañía canadiense nunca había recalado en Mendoza. El FAIT sirvió de marco para esta primera vez en la que, sin embargo, la propuesta fue diferente a lo especulado.
Porque Cadena de montaje es, sin disimulo, un contundente testimonio sobre la matanza colectiva –pero dosificada y misteriosa- de las mujeres de Ciudad Juárez, el municipio mexicano donde otrora se gestaron revoluciones libertarias y hoy la revolución productiva derrama sangre inocente. Y, en este luctuoso sentido, sí están las niñas, sí están las jóvenes.
Con forma de monólogo y en la línea del teatro documental, Cadena de montaje apabulla con su profuso nivel de información. Son cientos de datos dolorosos, lacerantes, que se suceden sin respiro ni descanso. Vertiginosamente. Como se suceden las horas y días de las maquinadoras de Ciudad Juárez, sometidas a una obscena producción en serie de artefactos que otros disfrutarán por ellas, casi siempre inconscientes de la explotación que los origina.
El texto (de Lebeau) propone un racconto de poco más de veinte años de incertidumbre e injusticia. Y, sobre la base de los hechos delictivos propiamente dichos, dispara hacia distintos aspectos de esta vida globalizada: los espejismos de lo virtual (con punzantes ironías hacia Trip Advisor, por ejemplo), los tratados especuladores (con el del Libre Comercio de América del Norte como ejemplo), la colonización por medio de los productos de uso doméstico, el narco negocio, los empresarios viles, el machismo ilimitado, los políticos corruptos e insensibles… Una (otra) cadena de montaje sin fin que hace que el espectador dispare a su vez hacia lo ofensivo de su realidad inmediata y cercana. Porque cuando se testimonia sobre los 50 pesos (6 dólares) por día que gana una obrera, con los cuales apenas puede darle de comer a sus hijos, uno no puede no pensar en los 6 pesos (menos de medio dólar) que se nos sugirió a los argentinos como los justos y necesarios para una saludable dieta diaria.
Ese realismo investigativo, periodístico (en el buen sentido, claro), que se desprende del texto y que encuentra en Marcela Pizarro Minella a su intérprete ideal, tiene su contrapunto en una puesta que apela a signos que funcionan como símbolos: pares de de zapatos femeninos de todo tipo y una gran muralla fabricada con cerca de 400 bidones para dispensers. La presencia de esos objetos testigos adquirirá resonancias espectaculares poco antes del final del espectáculo, en un efecto de desbaratamiento y de grito desgarrador por la justicia y la libertad. Un efecto creativo, tanto por su forma como por sus implicancias ideológicas y emocionales.
El texto insiste en algunas ideas o frases en la búsqueda de una redundancia concientizadora. El único personaje (o narradora, mejor dicho) confiesa de entrada “no comprender”. Y ciertamente, es muy difícil entender cómo una ciudad de un millón y medio de habitantes, en pleno siglo XXI, con una fiebre fabril y a pasitos de los Estados Unidos vive una realidad semejante. ¿O será por eso? ¿Por ser una ciudad de un millón y medio de habitantes, en pleno siglo XXI, con una fiebre fabril y a pasitos de los Estados Unidos?
El tema es que esa redundancia extiende el espectáculo algunos pocos minutos, pero la memoria prodigiosa de Pizarro Minella (que nunca deja de sorprendernos), su sensibilidad y su desconcierto, su bravura y su indignación, pero por siempre y ante todo, su calidez para comprometernos, compensa sobradamente aquéllo y hace de Cadena de montaje un espectáculo sólido y un irrefutable alegato a favor de la vida y en contra del olvido.