Todo cambia, pero el perro no

29.05.2021 11:48

Por Fausto J. Alfonso

 

“Muerta, pero bonita”. Así quiere ser vista por los ojos de su ex, el que la abandonó. Por eso, se empilcha y maquilla con distinción y se traga unas cuantas pastillas. Anticipo: no muere. Muerta, pero bonita, es también esta libre versión que Pedro Almodóvar ha ensayado sobre la célebre La voz humana, de Jean Cocteau. Su perfección formal potencia lo frío y desapasionado del fondo. Ni el desconsuelo lacrimoso o el empoderamiento destructivo -y literalmente fogoso- alcanzan a entibiar el ambiente.

Tilda Swinton no retacea magnetismo, como siempre. Pone todo de sí para trabajar los estados de angustia, impotencia, resignación, resentimiento y coraje. Y Almodóvar le saca el jugo a su fina fisonomía, con un catálogo de planos y movimientos que la van enroscando en su propia desesperación. Su personaje propone dos versiones contrapuestas de sí (la vulnerable y la guerrera) y es notable cómo la actriz gira de uno a otro con un golpe de timón seco, que apunta a dejar impávido.

Pero, el brillo de Tilda compite con una puesta en escena tan pulcra como recargada, que termina proponiéndose como un juego, involuntario o no, y maniobrando con marcos que enmarcan marcos. Un planteo lúdico que lleva al espectador a descubrir todo lo que el espacio contiene. Desde fruteras a lo Caravaggio, muñequitos pop, arte vanguardista y contemporáneo, jarrones de lujo, pinturas con aerógrafos, cuadros barrocos y muchos etcéteras que pueblan vitrinas, paredes, estantes y mesas; hasta dvds (Escrito en el viento, Jackie, El hilo fantasma o Kill Bill) y libros como Desayuno en Tiffany’s, de Capote, Las hijas de otros hombres, de Stern, o Suave es la noche, de Scott Fitzgerald. Títulos -tanto aquéllos como éstos- nada casuales si se hurga en sus argumentos y en los puntos de contacto con lo que se narra. Como no es azarosa tampoco la presencia de un ejemplar de Vogue. Y como no son menos impactantes los créditos del film, obra del perito Juan Gatti. Además de un estilo kitsch que ha llegado a un alto punto de estilización, valga la paradoja.

Todo este cúmulo de referencias, volviendo al tema, hacen de La voz humana una experiencia que se vale de un punto de partida emocional. Pero el cómo se cuenta le suelta la mano al qué se cuenta y gana una pulseada que debiera haber terminado en empate.

Que la mujer viva en un enorme galpón, que a su vez encierra una falsa casa, es uno de los puntos más interesantes de este mediometraje. Habla de una relación de cuatro años construida al amparo de una ficción. Que ella vivió a la intemperie, sin protección algua. La metáfora de la mentira funciona y el director la descubre ante nuestros ojos con gran habilidad.

Poco y nada queda de aquella versión con Anna Magnani, dirigida por Rossellini. Pero así debe ser. Evitemos odiosas comparaciones. Aunque el recuerdo sirve para precisar que perdura la anécdota de una mujer que por 25 minutos habla con quien fue su pareja. El mundo cambió y mucha agua ha pasado bajo el puente tecnológico. Las manos libres se impusieron por sobre el teléfono fijo y las emociones se dejan avasallar por los decorados. Antes, la idea de Cocteau conmocionaba; hoy, deslumbra. Cambia, todo cambia. Sólo los perros permanecen fieles, a sí mismos y a los demás. La gran actuación de Dash lo demuestra.

 

Ficha:

La voz humana (The human voice, España, 2020, 30’). Dirección: Pedro Almodóvar. Guión: P.A. (versión libre de la obra de Jean Cocteau). Intérprete: Tilda Swinton y Dash. Música: Alberto Iglesias. Fotografía: José Luis Alcaine. Montaje: Teresa Font. Diseño de títulos: Juan Gatti. Coproducción España-Estados Unidos (El Deseo/Filmnation Entertainment).