Tomba Tutto Cuore o hablemos de la familia
Por Fausto J. Alfonso
Muy cada tanto… en la escena mendocina emerge una rara avis que no cuadra con las convenciones del panorama vigente. Es afortunado que esto pase, aunque sería ideal que fuese más frecuente. Por estos tiempos le toca el turno a Tomba Tutto Cuore, una particular propuesta craneada y concretada por Gustavo Casanova e inspirada en la vida de un inmigrante que llegó a Mendoza en 1873 y que nos toca de cerca: Antonio Tomba. Un espectáculo que se carga de emoción, corporalidad y toques de humor, para hacernos pensar en los lazos y la pasión.
Justamente, fue la pasión, su avidez por aprender y hacer, lo que inspiró a aquel italiano a promover empresas por las que hoy nadie movería un dedo ni asumiría riesgos. Otras épocas, cuando no se tenían las vacas atadas y todo logro era producto del convencimiento, el empecinamiento, el trabajo a destajo, de sol a sol. Hombre de inquietudes múltiples y peregrinajes diversos, Tomba decantó finalmente por el lado de los vinos, tuvo éxito, dejó huella y desde hace 102 años su recuerdo se actualiza día tras día, sin descanso, desde el ámbito deportivo. Él tampoco descansaba, por eso su corazón falló antes de tiempo.
Tomba Tutto Cuore, el título, alude así a tres aspectos. Literalmente, al órgano que bombea hasta que se le ocurre no hacerlo más. Y, emocionalmente, a la dedicación que Antonio puso en todo, y a la generosidad que demostró hacia todos los que lo rodearon, y que no siempre fue bien correspondida. Por eso el título es un muy buen título, de esos que no abundan.
Tomba Tutto Cuore, el espectáculo, integra esos tres aspectos en una trama que alterna momentos intimistas, melodramáticos, con otros de gran extroversión, muy tanos, donde el director apuesta por algo que le gusta y le sale: jugar con la corporalidad, coreografiar situaciones, sacándolas del realismo que direcciona la historia.
Esos momentos de despliegue físico (a veces en complicidad con la música y los efectos sonoros) lucen más o menos en función del escenario que les toque en suerte. El de Tajamar (en el cual se presenció la función para hacer esta crítica), no es el más apropiado por sus dimensiones. Hay una estrechez que atenta contra los desplazamientos de los intérpretes y contra la manipulación del dispositivo escénico abstracto multiuso ideado para la ocasión. El espectador debe completar con su imaginación las escenografías de interiores y exteriores. Estas últimas, vinculadas con lugares abiertos, campos, mares, van a pérdida en esta sala, pero, insistimos, por sus propias características.
La elección de un vestuario base para todos los personajes, en tonos cálidos y terrosos que, sumados a su diseño, evocan el trabajo y los lazos en común, es todo un acierto. El uso de distintos accesorios (cada artista hace más de un personaje) es una solución práctica y efectiva a la hora de la identificación. El trabajo lumínico es correcto, aunque no muy imaginativo, pese a que, sobre el final, por circunstancias y presiones de la acción, aspira a serlo.
Por otro lado, hablar en cocoliche (algo fundamental aquí) compromete a algunas poquitas escenas en las que participan niños, que actúan muy bien, pero sostienen el español. El propio director (autor de la investigación y el texto), Andrea Cardozo y Diego Farmache se ponen con seguridad al frente de las actuaciones en un elenco que no desentona y que genera verosímiles relaciones de parentesco.
El espectáculo apunta a rescatar los sentimientos y los valores esenciales que hacen a una buena persona. Apuesta a valorar la reunión, el diálogo y el festejo entre los cercanos. Juega con las ilusiones y los deseos, tiene brotes deliberados de ingenuidad y proclama la libertad y la realización personal sobre la base del esfuerzo. Pero evita caer en lo aleccionador o en el retrato idealizado de una familia perfecta. Y le suma un humor sano, propio de otra época.
Po otro lado, desde lo documental, contiene una importante dosis de ilustración, partiendo de datos reales sobre el personaje, que los actores se encargan de obsequiar al público desdoblándose como narradores. Y que vienen de perilla, como se decía en tiempos de Antonio.
En Tomba Tutto Cuore queda claro que, con sus imperfecciones, la familia puede ser tanto impulso como contención. Tanto inspiración como beneficiaria. En este caso, alrededor de un hombre que era un motor de combustión continua. La propuesta, entonces, habla de la familia. Pero, además, para un público familiar. Toda una verdadera rareza en nuestro presente teatral.
Ficha:
Tomba Tutto Cuore, de Gustavo Casanova. Dirección general y puesta en escena: Gustavo Casanova. Asistencia de dirección: Rodolfo Yáñez. Dirección de actores: Casanova & Yáñez. Producción general: Paula Ledaca. Vestuario: Victoria Fornoni. Escenografía e iluminación: Majo Delgado. Musicalización: Jorge Martín. Diseño gráfico: Mariano Murano. Registro fotográfico y fílmico: Marcel Decombe. Intérpretes: G. Casanova, Andrea Cardozo, Diego Farmache, Guadalupe Morchio, Laura Vivanco, Sirley Rezk, Daniel Bustos, Santino Quevedo y Franco Estrella. Sala: Tajamar. Función del 27-04-2023.