Un actor enorme para una fiesta completa
Por Fausto J. Alfonso
El actor nacional-popular es aquel que depende en gran medida del público, de su aceptación; que se nutre constantemente del entorno y que aplica por separado o en simultáneo toda una serie de recursos que hacen permanente equilibrio en la frontera que divide la improvisación de lo racionalmente calculado. Uno que sabía del asunto, que investigó a fondo esta historia, fue Osvaldo Pellettieri. Quien, de vivir, con seguridad se sacaría el sombrero que no usaba ante la estupenda performance que el actor Víctor Di Nasso lleva adelante en 120 kilos de jazz. Un verdadero compendio de aciertos interpretativos que se distancian a años luz de las humoradas levantadas de internet que algunos se atreven a llevar a la escena mendocina.
El gran César Brie escribió La jam sesión de Méndez (título original) con la que Pablo Longo se presentó y ganó la Comedia Municipal Cristóbal Arnold 2016. Atinada propuesta que ha derivado en un espectáculo fresco, dinámico y creativo, disfrutable por todo tipo de público a raíz de sus múltiples capas significantes. La anécdota se puede resumir en que el gordo Méndez se debe filtrar en una fiesta como falso contrabajista para declararle públicamente su amor a una chica que no le da ni la hora. Desde allí, Longo, Di Nasso y el resto de un muy homogéneo elenco se las ingenian para bordar una oda al exceso. A ese exceso al que el amor, la música y la comida nos suele llevar sin medir ninguna consecuencia. A ese exceso que nos obliga a poner en funcionamiento todas nuestras artimañas y trucos, del mismo modo que Di Nasso lo hace en el escenario. Todo ello mostrado con cero sentimentalismo y sin poses políticamente correctas. Lo gordo es gordo y lo gracioso es gracioso. Y si es gordo y gracioso, doblemente gracioso. Fundamentalistas abstenerse.
¿Pero cuáles son, técnicamente, aquellas habilidades actorales? Prácticamente todas aquellas sobre las cuales el actor nacional-popular forjó su tradición, alimentó su escuela. A saber: la macchietta, el camelo, el latiguillo, el corte, la mueca, el morcilleo, la acción simultánea, el aparte, el retruécano y otras tantas. Todas ellas aparecen y desaparecen todo el tiempo enriqueciendo la idea original y el devenir narrativo sin que éste se desbande en ningún momento. Todos esos “añadidos” sumados a la delirante introducción conforman, en sí mismo, una obra que al yuxtaponerse con la de Brie potencia no sólo la labor actoral, sino la relación con el público y el lucimiento de los otros rubros artísticos-técnicos (sonido, vestuario, utilería, escenografía).
120 kilos de jazz es un deleite. Reconforta. Plena en juegos, ironías y carisma. Sobre la base del Take five de Dave Brubeck, otro grande, los actores-multiinstrumentistas van marcando el rumbo de una trama descerebrada, donde cabe la crítica de actualidad -con Gareca y su grúa a la cabeza-, el chicotazo sin querer queriendo (¡pobre Sampaoli!); los homenajes al menudeo (Gaby, Fofo y Miliki; Carlitos Balá); y los múltiples juegos de acentos y modismos, entre otras estrategias, que además incluyen ritmos musicales diversos (que en un momento, y a modo de muestrario, permiten el lucimiento de Magdalena Lucero, en la piel de la chica inaccesible).
En su rol de director-adaptador, Longo se toma sus licencias, como apostar a un final más conciliador. Que en definitiva está a la altura de las circunstancias y permite que la fiesta sea completa.
Ficha:
120 kilos de jazz. Autor: César Brie. Dirección: Pablo Longo. Elenco: Comedia Municipal Cristóbal Arnold. Intérpretes: Víctor Di Nasso, Matías González, Magdalena Lucero, Manuel Damia y Pablo Mestre. Diseño de escenografía: Rodolfo Carmona. Realización de escenografía: R. Carmona, Maimará Bracamonte y Wally Sánchez. Vestuario: Claudio Di Lello. Asistencia de dirección: Ariel Blasco y W. Sánchez. Lugar. Portal de la Alameda. Función del 25-06-17.