Una actriz dúctil ante un espejo renovado
Por Fausto J. Alfonso
A medida que transcurre el tiempo, el abordaje al oscuro pasado argentino se transforma en un reto cada vez más difícil de sortear desde la ficción. ¿Cómo hacer para volver a lo dicho? ¿Cómo entusiasmar al espectador? ¿Cómo evitar el lugar común? ¿Cómo sostener la memoria de la mano de la creatividad? La respuesta está en esa palabra que se reitera. O sea, en el cómo. Y el cómo elegido por Alejandro Manzano para su Retro-visor (1973-199?) resulta una nueva puerta de acceso hacia ese lugar ya conocido, con el valor agregado de que, una vez adentro, otros cómo despliegan una multivisión retrospectiva de aquel universo.
El autor eligió partir de un mundo pequeño, circunscripto a un personaje que nos cuenta su experiencia de vida. Se trata de Mabel, una mujer sencilla y trabajadora, cuyo relato va descubriendo las sucesivas capas de una realidad que transita de lo íntimo a lo social. Así, conoceremos a su ama, una anciana que desde la cama en la que está postrada emerge como representante de la discriminación clasista; a Martina, prima de Mabel, cuyo espíritu alegre es truncado por la violencia machista, que le deja secuelas psicológicas de consecuencias inesperadas; a Miguel, un joven vecino que tiene la mala idea de pensar distinto; a la madre de éste, que persistirá en las rondas por la verdad y la justicia… En definitiva, una historia, la de Mabel, abre el mapa hacia otras realidades.
El mérito del autor reside en encapsular y conectar esas realidades en un tiempo breve, lo que permite que ganen en densidad, y a la vez que la intriga se mantenga ágil y el interés del espectador no decaiga. Esta concentración se ve replicada en la puesta en escena, minimal, íntima, en las que unas pocas prendas de vestir colgadas en un armario hipotético y una silla que se resignifica, alcanzan para pintar un mundo restringido y a la vez abismal. Esta funcionalidad vuelve ideal a esta apuesta para transformarla en itinerante y muy apta para pequeños espacios domésticos, allí donde el realismo del propio sitio refuerza el carácter del tema y las vivencias de la protagonista, que necesita de una actriz sensible, además de dúctil y memoriosa.
El director encontró esa intérprete en Celeste Rodríguez de Mesa, quien compone una Mabel amable, de sonrisa franca y ojos vivaces, cuyo entusiasmo por compartir su historia facilita al público la confianza en ella y su cercanía. Se percibe su sinceridad de amiga. Claro que esa afabilidad será el comienzo de algo más complejo, alejado del mono tono y responsable de la tristeza, la bronca y la decepción que agriarán su vida y su rostro.
Lo sombrío de los hechos relatados ganará terreno y dará paso primero al asombro, luego al derrumbe emocional y más tarde a la toma de conciencia de esta mujer común, casi el paradigma de la buena samaritana, que ve cómo la realidad inmediata del barrio es una pequeña gran muestra radiográfica de la descomposición de un país.
En todas esas instancias, la actriz responde, así como en sus pesadillas premonitorias. Es convincente en su discurso y orgánica en su accionar. Rodríguez de Mesa no se desdobla en el resto de los personajes. Al menos no lo hace en el sentido habitual. Aunque sí los remeda en pequeños pasajes, casi como jugando, pero sin abandonar nunca a Mabel.
Otro aspecto atinado del espectáculo es la incorporación de efectos sonoros en vivo. Es el propio director quien casi como un espectador privilegiado, a un costado de la escena y sentado sobre un cajón peruano, se vale de éste y de una cítara para hacer puntuaciones al discurso de la actriz, subrayar con caricias de cuerdas el misterio u oscurecer la atmósfera con sonidos ásperos. Se apoya también en una siempre inquietante cajita musical y hasta en el ring tone de un celular.
Su presencia cercana a la actriz y también al público refuerza el lazo de intimidad/complicidad de esta propuesta que bien merecería un sitio en la próxima Fiesta Provincial del Teatro. Aunque ese es otro tema, y también otro misterio.
El título de la obra, abierto en su fecha, sugiere cosas inconclusas, situaciones que se reiteran, heridas que no han cicatrizado, amenazas que se insinúan. Por eso en ese título también está el cómo y el sostenimiento en vigencia de ese pasado tan frecuentado desde la ficción.
FICHA:
Retro-visor (1973-199?), escrita y dirigida por Alejandro Manzano. Intérprete: Celeste Rodríguez de Mesa. Vestuario y producción: Licia Kühne. Diseño de flyer: Christian Manzano. Arreglos musicales en vivo: Alejandro Manzano. Asistencia: Raúl Ricardo Rojas. Fotografía y video: Sergio Romero. Luces: Gabi Carli y Maimará Bracamonte. Función del 14-09-2024.