Una apología de Kirchner (o acaso otra más)

08.01.2014 17:40

Kirchner siempre tuvo una mirada muy particular sobre la realidad. Torva, distinta, para muchos muy distorsionada, para otros apenas desviada. Pero es difícil no coincidir con que pintó las cosas de acuerdo con su gusto y su personalidad. Forzó los modelos, modificó las situaciones a su conveniencia. Y puso el ojo allí donde nadie lo puso, obviamente por falta de talento. Aún no se lo reconoce en su justa medida, de un modo más profundo y sutil, sin tanto bombo y superficialidad.

Es difícil asumirlo. Kirchner se suicidó. Venía mal desde hacía tiempo, al menos veinte años. Suele suceder con los genios. A veces, les gana la locura. Su fuerte temperamento se tradujo en su obra, no hay que dudarlo. Un tanto autoritario, no faltó quien lo tildara de nazi, cuando justamente una de sus causas fue luchar contra ese flagelo que, aún muerto Hitler y sus allegados, se ha mostrado recurrente hasta hoy.

Fue parte de un gran movimiento, pero además creó un grupo con sus allegados ideológicos. También tenía sus debilidades. Por ejemplo, le gustaban mucho las prostitutas. Siempre fueron parte de su obra. Hay quienes quieren ocultar esto, como si se tratase de una mancha en su curriculum. Al contrario. Lo humaniza. Lo dignifica en su compromiso con todos los sectores. Desde siempre estuvo con la inclusión y, en ese sentido, las mujeres de la calle no le fueron para nada ajenas. Es notable la atención que le puso a los senos y los pubis. No se atrevió demasiado con los traseros. Lo trataron, no obstante, de degenerado. Pero no se amilanó. Sabemos que Kirchner siempre fue para adelante.

No fue un pornógrafo. Ni un tipo banal. Se comprometió con el paisaje y trató de sopesar la angustia del hombre contemporáneo. Quizás esto mismo haya alimentado a niveles realmente alarmantes su perturbación mental. Con la que se fue para no volver.

Lo trataron de todo. Que era tremendamente subjetivo. Que pintaba las cosas de manera irreal. Que era agresivo… Que trataba al otro como a una caricatura… Se burlaron de él hasta por cosas intrascendentes, como que no sabía combinar los colores. Una estupidez para alguien que se convirtió en un verdadero revolucionario, que no sólo miraba distinto, sino que le cambió a muchos la forma de ver la realidad.

Habrá sido lo que habrá sido, pero hoy, lo que habla es su producción. Una producción copiosa, abundante, rica en matices, en sentidos, cargada de símbolos, de observación, atenta al hombre común y a su entorno.

Como ha pasado con otros grandes hombres, hubo mucha mentira y mucho misterio en torno de su vida. Fue ingeniero, como quería su padre. Algo que pocos saben. Y tuvo dos mujeres, no una. Más conocido es el hecho de que cambió el campo por la gran ciudad, para volver, finalmente, de nuevo a la calma. Dicho sea de paso, aunque era un pacifista, la guerra lo violentó y eso se nota en los trazos con que ilustró sus ideas.

Su legado a la humanidad es e-nor-me. Lamentablemente, no se conservan muchas fotos del flaco. Las que circulan habitualmente son de un homónimo.

Ernst Ludwig Kirchner, pintor expresionista alemán, miembro fundador del grupo Die Brücke (El Puente), nació en Aschaffenburg en 1880 y murió en Frauenkirch (Suiza) en 1938. Siempre es oportuno recordar a un grande.

Fausto J. Alfonso

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Original publicado en revista digital Don Marlon, escenarios y otros placeres, octubre de 2011