Waffle de flema

01.12.2024 17:08

Por Fausto J. Alfonso

 

Todo escrito que se precie de educado, debe comenzar con la siguiente prevención: en materia de descalificación hacia el otro y de malos modales, Javier Milei se encumbra como el más destacado. Esta salvedad actúa desde ya ante cualquier reproche ideológico. Como se ha dicho cientos de veces, si los ejemplos no bajan desde el poder supremo hacia los poderes intermedios y bajos, difícilmente el resto de la sociedad se sienta seducida para ejercer el buen decir y el comportamiento con buenas formas.

Hoy se habla todo el tiempo de “lo transversal”. De sopetón, todo está signado por la transversalidad. Tal vez no siempre quepa esa apreciación y muchas veces se aplique a presión. Pero en lo que hace a la soberbia, el resentimiento y la idiotez, nuestra clase política despeja dudas. Esas características, que derivan en insultos y agresiones de todo tipo, alcanzan a todos los matices ideológicos.

Acá en Mendoza (¿para qué ir más lejos?) podemos hablar del “waffle de flema”. ¿De qué se trata? ¿Una receta originaria de alguna tribu en extinción? ¿Una banda de rock? ¿Una enfermedad? ¿Un exótico destino turístico? ¿Alguna perversión sexual? ¿Un texto inédito de Bukowski? Nada de eso. Es, ni más ni menos, la expresión que un funcionario “cultural” utilizó (por escrito) para descalificar al actor Alfredo Casero, ante el estreno teatral, y posterior éxito, de Cha Cha Cha en el Teatro Metropolitan.

Los ejemplos inmediatos, los de la vuelta de la esquina, son claves para construir una sociedad más educada y permisiva a las ideas ajenas. ¿Quién sino un funcionario de Cultura para brindarnos un gran ejemplo? Lejos de muchos hombres y mujeres de la política que solo actúan a base de exabruptos, imaginamos (¿o idealizamos?) a aquél como un ser sensible, tolerante y -como les gusta autodenominarse a estas personas- inclusivo. Además de culto, por supuesto.

En este caso, el balde de flema que brota de pensamiento y puño del funcionario, recayó en Casero. Podría haber sido en otro. De igual ideología, claro. Pero el punto está en que la descalificación es de alguien que está en el poder hacia quien no lo tiene. De alguien que se presume culto hacia quien se sugiere no lo es. Y, peor aún, de un par hacia otro par. Porque más allá de las diferencias de trayectoria, talento y otras yerbas, el funcionario en cuestión es un actor –como el otro- que llegó a un puesto de decisión para trabajar por y para los actores y actrices. No para descalificarlos/as. No para profundizar grietas existentes o abrir nuevas.

De allí que, si hay que poner una barrera, es hacia ese tipo de actitudes abusivas del poder. No obstante, lo positivo del “waffle de flema” es que abre el debate acerca de quiénes ocupan los cargos en Cultura y quiénes deberían hacerlo. Fin.

Ah, no, eso es muy Adorni, otro que se las trae. Mejor: continuará…